Europa hace tiempo que ha perdido el norte en la guerra de Ucrania. Nos estamos involucrando a medias –hacerlo en su totalidad sería un suicidio— y las sanciones van más en nuestra contra que de Rusia. Compramos menos gas y petróleo, es cierto, pero a un precio mucho más alto que antes. Hemos reducido, desde el inicio de la invasión, un 15% la compra de energía a Rusia, pero le hemos pagado un 90% más que el año pasado. Ole, ole, y ole.

Las sanciones, tal y como se están implementando, se demuestra que no sirven más que para perjudicar los intereses de empresas y ciudadanos europeos. Putin y su régimen no se han movido de sus posiciones ni un milímetro. Es más, todo el paripé que estamos haciendo con la reducción del consumo energético fortalece la posición de Rusia, porque ve que los ciudadanos europeos están cada vez más enfadados con sus negligentes mandatarios, incapaces de encontrar soluciones, tan solo ponen parches. Es más probable que las sanciones tumben a algún mandatario europeo que a Putin.

La posición de Europa en este conflicto roza el esperpento, pues sus acciones la están convirtiendo en la parte más debilitada, mientras que los Estados Unidos son los más fortalecidos. La economía rusa se ha resentido algo, pero no demasiado, y el rublo se ha apreciado notablemente frente al euro y al dólar. Esto es posible porque el mundo ya no gira sobre Europa y Rusia sigue exportando a China, la India y un gran número de países de África y Latinoamérica, pues las restricciones y sanciones solo las aplican Estados Unidos, que tiene excedente energético a pesar de su altísimo consumo porque no tiene problemas en tirar del fracking o de la energía nuclear, y Europa, que con gran déficit energético no hace más que autolimitarse, cerrando centrales de carbón, nucleares y aduciendo que el fracking es demasiado agresivo con la naturaleza, como si otras actividades no lo fuesen.

Ahora estamos peleados por el trayecto de gaseoductos para transportar gas que nos vendrá desde Argelia, Estados Unidos o Qatar, en lugar de Rusia. Y todo esto para hacer cosquillas a Putin, porque las “penurias” por las que se hace pasar a la población rusa no son, ni mucho menos, suficientes para que se levanten contra sus mandatarios, más bien les unen a ellos exacerbando un sentimiento nacionalista que evidentemente existe en Rusia. La minería, el petróleo, los chips, las farmacéuticas o el textil aguantan sin mayores problemas. La producción industrial cayó en Rusia en julio solo un 0,5%, dato que se convierte en positivo si se desestacionaliza. A la pregunta de ¿para qué sirven las sanciones? la respuesta es sencilla, para empobrecer y debilitar a la Unión Europea, para nada más.

Como, afortunadamente, ni la Unión Europea ni Estados Unidos queremos entrar en la guerra, lo que deberíamos hacer es forzar a las partes a negociar un acuerdo de paz pragmático y razonable. Cuando Rusia recuperó Crimea en 2014 el mundo miró para otro lado. Crimea fue entregada a la entonces República Socialista Soviética de Ucrania en 1954 por Kruschev, cuando era secretario general del PCUS, por la simple razón que él era ucraniano. La guerra del Donbás no empezó hace seis meses, sino que desde 2014 Ucrania ha estado machacando a los separatistas prorrusos. Si entendemos que nada es blanco ni negro absoluto y que los matices son importantes es muy posible que se llegase a un acuerdo de paz aceptable por todos, dejando claro a ambos que lo mejor es negociar. Si nos empeñamos en armar a un bando que no puede ganar aunque ahora haya recuperado posiciones y sancionar al otro “un poquito” con un resultado que daña claramente los intereses de los ciudadanos europeos, solo lograremos prorrogar el sufrimiento de los que están en guerra y socializar inútilmente este dolor con una Unión Europea que no hace más que debilitarse cada día que pasa, blanqueando regímenes como el de Maduro o Irán a cambio de algo de energía. Según pase el tiempo los mandatarios europeos irán cayendo de sus poltronas uno a uno, quién sabe si la primera será la primera ministra de Finlandia, blanco fácil para quien quiere desestabilizar a un nuevo país de la OTAN. Ahora que el equilibrio militar parece alterado y China e India han mostrado su “preocupación por el conflicto”, sería un buen momento para hacer sentar a las partes y obligarles a negociar.

Imagino que China debe estar viendo lo que ocurre comiendo palomitas, si es que a los chinos les gustan las palomitas. Europa se está suicidando y Estados Unidos tiene miedo de un adversario mucho menos potente que China. La conquista de África y Latinoamérica es un hecho y el día que China quiera dar un paso al frente en Taiwán, Japón, Corea o donde sea ya sabe cómo reacciona Occidente, de manera torpe y autolesionándose. Y todo por tener unos líderes low cost.