Comparecencia a media máquina del presidente Sánchez, con un desenlace que sabe a poco, frente a los mensajes de Italia, ruta del combate contra la pandemia. El impulso del Gobierno se sustancia en una inyección en la economía de 18.000 millones de los que 3.000 van directos a la Sanidad, lo que en la práctica significa anticipar 2.800 millones de euros a las CCAA, ya que son los gobiernos regionales los que tienen las competencias. El resto se repartirá entre las pymes, los autónomos y la pobreza infantil (con solo 25 millones es imposible combatir esta lacra sin entrar de lleno en la exclusión social de familias de entre 5 y 10 millones de ciudadanos).

El presidente no habló de los bancos, el lastre del sector financiero, desde la ayuda de 60.000 millones del erario a fondo perdido, en la crisis de 2008-2010. Tampoco habló de Bruselas en voz alta, porque la UE no tiene política fiscal común. Sin la comparecencia en bloque del Consejo de Europa (estados miembros) y de la Comisión Europea (Gobierno permanente) no habrá paz en los hogares. Pero Sánchez, este jueves, podría haberse adelantado y no lo hizo. ¿Es que acaso la ministra Calviño necesita el nihil obstad de Bruselas?

Vimos a un presidente timorato incapaz de desafiar el consenso de la Unión, como sí lo hizo Italia al asegurar que el Quirinal (sede romana del ejecutivo) cubrirá legalmente a los ciudadanos que no puedan pagar sus hipotecas por haberse quedado sin empleo, a causa de la crisis del Coronavirus.  El ex primer ministro y ex alcalde de la bella y vacía Florencia, Matteo Renzi, nos dejó este mensaje: “Que España no desperdicie el tiempo”.

El BCE tampoco habla claro. Christine Lagarde no puede decir en serio que rebaja unas décimas el tipo de interés de intervención, cuando sabe que solo saldremos de esta ratonera con una política monetaria expansiva, capaz de alinearse con el Quantitative Easing (QE) de Mario Draghi y especialmente con su mensaje urbi et orbi, en el que prometió  “comprar toda la Deuda Pública de los estados de la Eurozona, de forma reiterada y sin límites en el tiempo”. Si la expansión de Draghi ganó a la crisis de la Deuda y del euro, por qué no utilizamos ahora las mismas armas, en una situación menos grave porque está comprimida en un periodo de meses (según la previsión de virólogos y autoridades sanitarias).

Minutos después de la intervención pública de Sánchez, el Ibex se desplomó un 14%, la mayor caída de la historia de la Bolsa española; un batacazo mayor que el del Brexit, en 2016 (fue del 12,4%). El Lunes Negro del 29 en Wall Street cayó ayer en jueves (Milán perdió un 14%, el Dax alemán un 12%).  Los mercados son el reflejo de la economía real; no existen dos economías, la real y la financiera, como dicen tantos sin encomendarse a ningún Dios conocido.

La Bolsa anticipa el futuro y decide el precio de nuestra economía. Somos pobres antes de enterarnos de que hemos perdido nuestras rentas del trabajo. Un día caen en picado los índices y, al día siguiente, estamos en la cola del Inem. Esto es la economía, un medio despótico al que Carlyle bautizó como la “ciencia lúgubre”.

Los 18.000 millones de Sánchez se escalonan específicamente entre una moratoria de seis meses para el pago de impuestos a pymes y autónomos; una línea de crédito del ICO para la iliquidez de empresas pequeñas y medianas; bonificaciones de la Seguridad Social en los contratos de febrero a junio de 2020 en los sectores de turismo, comercio y hostelería vinculados a la actividad turística y las bajas temporales de las personas en aislamiento preventivo o quienes se han contagiado del virus que pasan a considerarse casos de Incapacidad Temporal, con el derecho al 75% de la base reguladora.

Un balance a todas luces insuficiente. El Ejecutivo no quiere seguir tirando de la Deuda Pública por miedo al castigo de la prima de riesgo, que nos descolgaría del pelotón de cabeza en el Eurogrupo. Perece desconocer que la Deuda Pública nos concierne a todos; y quien se debe así mismo, no tiene mayores deudas.

La huella de los agentes sociales (sindicatos y patronales) en la nueva arquitectura del gasto quedó ayer muy clara. Y sin embargo el esfuerzo anunciado ayer no parece del todo asegurado, cuando el  presidente urge la aprobación de los Presupuestos del Estado que eran sociales y que “deberán serlo mucho más”. Es el examen de grado de la clase política española, urgida de una solidaridad a la que no son demasiado afectos el PP, Ciudadanos y Vox. La obstrucción frecuente de la instancia política en los asuntos que afectan al bolsillo de los españoles tiene ahora una prueba de estrés, cuyo resultado servirá de guía a los electores en los próximos comicios, tanto autonómicos como nacionales.

La circulación del dinero, sin caer en el miedo cerval de los alemanes a la inflación, “nos regaló décadas de prosperidad”, escribió Keynes en Las consecuencias económicas de la Paz. Y después del 29, la misma circulación obró el miagro. Ahora, Bruselas no reacciona y Sánchez perdió ayer una magnífica ocasión de anunciar un New Deal de corto recorrido y escasamente peligroso. Le faltó valentía para adelantarse y liderar la reacción de la UE ante la pendemia.