No es oro todo lo que reluce. Muchas veces lo que en política parece brillar como un metal precioso no pasa de ser simple pirita. Un sulfuro de hierro que, desde tiempo inmemorial, se conoce como el oro de los tontos, o de los locos. Casi fuera de plazo temporal, Laura Borràs y Jordi Turull han presentado una candidatura única ante el congreso que Junts celebrará en Argelès-sur-Mer.

Algunos cuadros de la formación bromean afirmando que el acuerdo alcanzado es un cubo de reluciente pirita. Ya saben ustedes que cuando este mineral, rico en azufre y hierro, roza con otros metales saltan chispas. En el cosmos postconvergente hay tensión y desavenencias estratégicas de calado. Vivimos tiempos de congresos y casting, tiempos de renuncias personales inesperadas y ambiciones desatadas.

Algunos analistas sostienen que Laura Borràs se ha merendado a Jordi Turull. En la misma linea, mi amigo Toni Bolaño afirma que el veterano convergente ha hincado la rodilla, incluso que le han temblado las piernas a la hora de enfrentarse a la presidenta del Parlamento catalán. Permítanme discrepar cordialmente de estos análisis. Les propongo, atendiendo al temperamento de cada uno de los aspirantes a liderar Junts, otra lectura de lo que acontece en el seno del puigdemontismo en horas bajas.

Laura Borràs es una política que embiste. Una mujer que, como argumenta Jordi Amat, posee una cierta capacidad lírica y populista para neutralizar las contradicciones entre las palabras y los hechos; es una experta en desplazar el foco del conflicto que la ilumina, para dirigirlo contra el mundo mundial si es preciso. Es la diosa de la impostura y el descaro.

Jordi Turull, a diferencia de Borràs, atesora en su currículum años de experiencia militante. Es un nacionalista de largo recorrido que se inició políticamente en las juventudes de CDC. Las ha visto de todos los colores. Ha sido capaz de negar, sin sonrojarse, la evidencia del 3% y aguantar impertérrito las puyas de sus adversarios de dentro y fuera del Parlament. Turull no embiste, juega pacientemente al ajedrez. Ha hecho suyo aquel proverbio chino que aconseja sentarse en la puerta de casa hasta ver pasar el cadáver del enemigo.

Turull sabe que, más pronto que tarde, se abrirá el juicio oral por el presunto fraccionamiento de contratos que afecta a la Institució de les Lletres Catalanes bajo la dirección de Laura Borràs. Turull es culo di ferro; Borràs, una propuesta fungible. Reglamento en mano, el Parlament debe exigirle el retorno del acta de diputada a partir del instante en que se abre el juicio oral. Si ERC no se arruga ante las exigencias de Junts, es probable que el país inicie una etapa de desbloqueo.

Junts ha entrado de pleno en periodo de casting total. Tiene ante sí la tarea inmediata de celebrar un congreso que llene el vacío referencial que dejan Jordi Sànchez, Elsa Artadi y Carles Puigdemont. Un cónclave en el que será tan importante definir los candidatos a las elecciones municipales como la estrategia y la táctica política que adopte el partido. No en vano el futuro del Govern de Pere Aragonès depende de la actitud que asuma la nueva ejecutiva.

La propuesta Biden/Trias para Barcelona no ha funcionado, las encuestas no son demasiado halagüeñas y la ciudadanía pide diálogo. Junts está en una encrucijada con un pie en el abismo y otro en el camino de la sensatez y el diálogo. Debe optar sin errar demasiado en las formas porque, a fin de cuentas, son los ciudadanos votando los que hacen el casting definitivo.