En estos momentos aún no sabemos con certeza cómo será ni cuándo será la salida de la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19. Puede ser en dos meses, o en cuatro o en medio año. No sabemos cómo será el proceso de desescalada del confinamiento, ni tan sólo conocemos como será la salida de esta crisis. Muchos interrogantes y posiblemente una única certeza: nuestra vida no volverá a ser como antes. La sociedad y la ciudadanía deberán adaptarse a otra forma de vivir que desconocemos. Muchos son los interrogantes que deberemos afrontar en todos los ámbitos de nuestra vida y de los que dependerá como será esa nueva forma de vivir y de relacionarnos.

Es evidente que todo se abre como una realidad desconocida, llena de oportunidades y de riesgos, que puede llevarnos a formas de vida deferentes de las actuales, desde el propio modelo de sociedad, de producción y consumo, a las relaciones sociales y laborales. Es posible que no podamos ser conscientes de los cambios que se producirán y que mejorarán o empeorarán nuestras sociedades.

Sin duda la pandemia ha sido un duro golpe para la soberbia de los humanos y a la vez ha puesto en cuestión la supuesta fortaleza y hegemonía indiscutible e indiscutida de la globalización económica y financiera neoliberal.

Hay cuatro ámbitos que dependiendo de su evolución pueden significar una ruptura en nuestra forma de vida actual.

Primer ámbito: Europa

Las políticas que adopte la Unión Europea definirán en gran medida como se afronte la salida de la crisis sanitaria y la futura y necesaria reconstrucción económica y social de países como el nuestro.

Es evidente que en principio la UE ha adoptado una serie de decisiones económicas diferentes de las negativas políticas de austeridad adoptadas en la crisis económica del 2008. Aunque de forma lenta y con retraso se han adoptado unas primeras decisiones positivas como son la liquidez garantizada por el BCE en un programa de 750.000 millones de euros para evitar encarecimientos de las deudas soberanas o los acuerdos del Eurogrupo sobre líneas de créditos y avales o los 100.000 millones del programa SURE para hacer frente a los costes en prestaciones derivadas de la pandemia.

Son pasos necesarios pero de ninguna manera suficientes. Sólo son decisiones de una primera actuación de emergencia. Pero hace falta mucho más. La UE se enfrenta a un momento decisivo para consolidarse en un proyecto solidario y de unidad, o se enfrentará en caso contrario a una fractura que puede ser definitiva para el devenir comunitario. O se apuesta por una Unión basada en la solidaridad entre sus componentes o se reactivarán las posiciones antieuropeas y ultranacionalistas que pueden tumbar el proyecto de una Europa unida.

Europa debe lanzar un potente plan de inversión, en lo que se ha denominado un nuevo Plan Marshall, que permita la reactivación económica y los procesos de reconstrucción de los diversos países. Y para ello debe darse un gran paso en la fiscalidad europea, entre otras medidas la capacidad de emitir eurobonos o coronabonos, es decir deuda común que permita movilizar miles de millones de euros para financiar el enorme esfuerzo, conjunto y de los diversos países, que permita volver a poner la economía al día y en marcha, favoreciendo una salida favorable de la crisis tanto para las economías como para los ciudadanos europeos.

Asimismo este proceso de reconstrucción debe suponer también una oportunidad para potenciar nuevas propuestas de desarrollo de las economías europeas, la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas pueden permitir acelerar proyectos ya planteados en torno al llamado European New Green Deal, es decir potenciar proyectos de desarrollo más sostenibles y adecuados a la  defensa de la biodiversidad y la sostenibilidad.

Segundo ámbito: el papel del Estado y lo público

No hay duda que ante la crisis de la pandemia han desaparecido del mapa los famosos poderes económicos y de nuevo el papel del Estado y de lo público ha aparecido como la única esperanza de defensa de la ciudadanía. De nuevo el Estado protector, que dicta normas para salvaguardar la vida de toda la ciudadanía. De nuevo la importancia de los servicios públicos, en especial la tan atacada sanidad pública. De nuevo la importancia de lo colectivo, de la conciencia colectiva y la importancia y centralidad del trabajo, en especial el de muchos sectores muy poco valorados, el de la limpieza, el de los reponedores de supermercados, de las cajeras y hasta la revalorización de las fuerzas de seguridad.

El aislamiento no ha producido individualización, sino sociabilidad entre los confinados y una buena muestra son los aplausos de las ocho de la tarde a todos los que se esfuerzan en garantizarnos las mínimas seguridades vitales. No hay duda de que lo público se ha revalorizado de una forma clara y merecida.

Después de décadas de neoliberalismo donde se ha defendido el individualismo y se han recortado de forma grave y ahora se demuestra totalmente errónea los servicios públicos, donde antes sólo se valoraba la competitividad y el mercado ahora se demuestra lo inútil de estos falsos valores. ¿Dónde está ahora el mercado? ¿De qué nos sirve la competitividad? ¿Dónde está la salvación social por parte de los grandes poderes económicos y financieros?

No hay duda de que estamos en una situación en la que debemos reavivar de forma clara la defensa de lo público que es lo que nos da seguridad colectiva en sanidad pero también en cobertura de prestaciones púbicas. En estos momentos se pone en valor la necesidad de reducir la desigualdad. Hasta políticos neoliberales hoy piden una fuerte intervención económica del Estado.

Sólo basta constatar como una propuesta considerada de futuro como era la renta básica o un Ingreso Mínimo Vital en estos días, que valen como años, se presenta como una necesidad ineludible que pronto se hará realidad.

Cabe esperar que esta defensa de lo público que comporta también una mayor presión fiscal en los sectores más poderosos y favorecidos de la sociedad para compensar la mejora de los sectores más desfavorecidos y reducir la desigualdad social sea un pensamiento dominante en el futuro.

Es evidente que habrá resistencias, por parte de sectores que añorarán la vuelta al liberalismo más radical, pero la duración de los efectos de la pandemia y la esperanza de que los sectores económicos más avanzados, que vean la necesidad de cambios como una oportunidad en el actual momento, permitirán un avance en una nueva convivencia más armoniosa y sostenible.

Tercer ámbito: cambios en el modelo de producción y consumo

La crisis ha evidenciado nuestras carencias. La desigualdad y la importancia de los servicios públicos y los problemas derivados de la deslocalización de empresas que nos ha perjudicado a la hora de garantizar suministros básicos.

El refuerzo de los servicios públicos ha de ser una de las prioridades junto con el mantenimiento de las prestaciones sociales que garanticen no sólo una menor desigualdad sino una potenciación del consumo de productos básicos. Habrá que plantearse por ejemplo ante el envejecimiento poblacional el tema de las residencias de la tercera edad después de la negativa realidad que hemos podido contemplar y vivir. Otro objetivo será sin duda la relocalización de industrias que nos garanticen el poder hacer frente a cualquier nuevo tipo de crisis. La situación actual nos da una oportunidad como decíamos al hablar de Europa de plantear un cambio para conseguir una reconstrucción basada en más y mejor sostenibilidad energética y de todo tipo que nos haga menos dependientes del exterior, es decir aplicar el Green Deal también a nivel estatal.

La reconstrucción enfrentará dos modelos de reconstrucción uno del pasado, basado en la economía del ladrillo y la especulación que se ha demostrado errónea, y otro basado en una nueva forma de hacer un país más habitable y moderno con nuevos modos de producción basados en conseguir un mayor valor a la vez que potenciar la producción y distribución propias.

Cuarto ámbito: la conciencia social

Es posible predecir que este tiempo de confinamiento ha provocado una mayor toma de conciencia social de nuestra debilidad humana y de la necesidad de que debemos adaptarnos cambiando de valores. Ya hemos planteado cambios en nuestra percepción de la importancia de lo público, de lo colectivo, de nuestro sentimiento solidario.

Cabe esperar que también pueda conducirnos al convencimiento de nuestras limitaciones y de la necesidad de apostar por elementos de calidad en nuestra vida finita más que en la cantidad. Deberemos comprobar si esta situación vivida y desconocida para todos nos ha comportado una mayor madurez, una potenciación de nuestro lado solidario y social por encima de los factores individualistas. Más conciencia de los problemas globales y de su importancia. Si la pandemia nos ha hecho pensar en nuestra fragilidad sería lógico pensar en que fuéramos ahora más sensibles al plantearnos cuestiones como el cambio climático y sus posibles consecuencias, cómo el calentamiento global comporta pérdida de la biodiversidad en el planeta y por tanto la mayor posibilidad de pandemias o fenómenos naturales no controlables.

La necesidad del cambio energético hacia energías renovables y el respeto a la naturaleza. Un cambio en nuestros hábitos de consumo priorizando lo realmente necesario y esencial debe comportar evitar el despilfarro consumista y plantearnos las necesidades a largo plazo en lugar del consumismo inmediato y poco razonado.

No hay duda que los cambios en la consciencia social de la ciudadanía será clave a la hora de que se defina nuestro futuro de progreso o de retroceso.

Conclusión

Estos son algunas de las realidades e interrogantes a que nos deberemos enfrentar. Todo ello en una situación que ha sido y será inédita para todos pero que sin duda tendrá fuertes repercusiones y cambios en lo que ha sido hasta ahora nuestra vida económica, política y social, tanto colectiva como individual.