Cuentan gentes bien informadas que Pablo Iglesias es el alma de un proyecto de plataforma mediática dispuesta a convertirse en una alternativa audiovisual. Según declaraciones del exvicepresidente del Gobierno español, el mascarón de proa de la movida será una televisión online bautizada como Canal Red. Dicen sus promotores que el principal objetivo va a ser competir con esa derecha mediática que monopoliza a nivel mundial la transmisión de la información. Otra misión encomendada al canal será denunciar la pestilencia de las cloacas del Estado y la actitud pusilánime de cierta izquierda acomodada. Todo parece indicar que en la programación, los contenidos políticos van a jugar un papel determinante.

Pablo Iglesias y su equipo habitual afirman que el objetivo inmediato va a ser influir en las próximas elecciones municipales. No se sabe para qué ni a favor de quién, pero ahí estarán. Una campaña de crowdfunding, a través de redes sociales, ha recaudado un puñado de euros aportados por gente de buena fe que aún cree en la palabra del chico de Vistalegre. Pero es la aparición en escena del trotskista millonario Jaume Roures lo que da motivos sobrados para reflexionar acerca de la bondad del asunto. Si no lo han hecho ya, repasen las hemerotecas y hallarán la estela del empresario en cuestión. ¿Ustedes creen que es de fiar? Recientemente prometió en sede parlamentaria desvelar los emolumentos que cobraba Pilar Rahola por sus shows televisivos y sus señorías aún aguardan impacientes noticias suyas carcomidos por la curiosidad. Se dan estrambóticas simbiosis en política, ante ellas uno ya no sabe qué pensar.

El regreso de Pablo Iglesias al primer plano informativo no ha estado exento de polémicas y visceralidad. Sus declaraciones, al presentar este proyecto mediático-empresarial, contienen una dosis de antipolítica que lo aproxima a la retórica del viejo populismo de izquierdas.

En más de una ocasión, políticos empeñados en ganar la batalla de la comunicación han recurrido a magnates o empresarios para conseguir dinero fresco y contante. Recuerdo, por ejemplo, que fue el dictador Miguel Primo de Rivera el que, obsesionado con poseer un periódico afín a sus  ideas, acudió a sectores de la burguesía catalana para garantizar su financiación. Lo logró sin demasiados apuros. El conde Güell le regaló 200.000 pesetas de la época y el diario La Nación salió a la calle para bendecir la gestión de UP (Unión Patriótica). Las contrapartidas de estos obsequios, siempre las hay, las dejaremos para otra ocasión.

Quizás el ejemplo más diáfano de lo que fue un programa de televisión al servicio de una personalidad política fue el Aló Presidente protagonizado por el bolivariano venezolano Hugo Chávez. Se transmitía todos los domingos a partir de las once de la mañana y concluía a media tarde tras casi seis horas de emisión. Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y otros socios de Canal Red conocen bien cómo funcionaba.

Con la propuesta de Canal Red parece como si el exvicepresidente quisiera regresar a los orígenes, a las tertulias radiofónicas de antaño, a los programas de debate en cadenas de gran audiencia como si en ellos se destilara el elixir de la eterna juventud. Sí, ese que devuelve al que lo toma la frescura física e intelectual que poseyó en otro tiempo. Aún es pronto para valorar, criticar o aplaudir lo que nos ofrece este Iglesias resucitado de la mano de un magnate tan cuestionado como Roures. Cierto, pero a los políticos no les es fácil sacudirse de encima el pasado y, en el de Iglesias, hay historias que nos hablan de Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y Mónica García... ¿La Tele Pablo del presente nos hablará de Yolanda Díaz?