No hay que ser un resplandeciente intelectual para afirmar que un país no tiene futuro económico sin una buena base educativa. La educación y la formación son las paredes maestras para un desarrollo social, económico y ambiental con garantías de sostenibilidad actual y futura. Hay que seguir garantizando el acceso a la educación a todos los niveles, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos, con especial atención a los sectores sociales más desfavorecidos, como los niños en las comunidades más vulnerables. Sólo a través de una enseñanza de calidad prepararemos a los más jóvenes para que tengan oportunidades reales de poder construirse un esperanzador futuro vital. Toca incidir en el desarrollo de políticas de empleo que aúnen el mundo laboral con la educación y la formación.

Lamento decir que no lo estamos haciendo muy bien en materia educativa. España lidera la tasa de abandono escolar temprano en la Unión Europa, también encabeza el ranking de paro juvenil europeo mientras nuestras empresas buscan con muchos apuros a personal capacitado, 50.000 alumnos españoles (20.000 de ellos catalanes) estudian este año en barracones, somos el sexto país que menos dinero invierte en educación según la Comisión Europea, desde los años setenta han entrado en vigor en España un total de 7 leyes educativas, en media España no se respeta lo que dice la ONU cada año el Día Internacional de la Lengua Materna y, según el informe PISA 2018, nuestros alumnos están por debajo de la media de OCDE en ciencias y matemáticas.  

Desde mi humilde punto de vista, para que la educación sea de calidad deben cumplirse una serie de condiciones: tendría que desvincularse de los vaivenes políticos, ajustar más la formación a las necesidades de nuestras empresas, incluir la traslación de valores como el esfuerzo, la meritocracia y una exigencia razonable a los alumnos, debe estar adecuadamente financiada por los poderes públicos, mejorar la formación, la motivación y la selección del profesorado, aumentar el número de becas, tomarnos de una vez en serio la Formación Profesional y los Ciclos Formativos de Grado Medio, no igualar a la baja a todos los alumnos, involucrar más a las familias en la educación de sus hijos, ceder más poder y autonomía a los colegios, respetar la lengua materna de los niños mientras se forman también en lenguas extranjeras, introducir la libre elección de centro escolar, acabar con la endogamia en el cuerpo de profesores universitarios, unificar criterios dentro de los 17 sistemas educativos autonómicos vigentes y tener muy presente que estamos ante una cuarta revolución industrial tecnológica global que hay que aprovechar.

La competitividad económica, la cohesión social y la prosperidad como nación dependen de resolver algunos de estos retos. Algunos cuestan mucho dinero, otros solamente necesitan un ejercicio de constructiva autocrítica, un cambio de chip y menos politiqueo facilón que lastra las oportunidades de los más frágiles de nuestra sociedad. Ojalá algún día, izquierda y derecha política tengan la madurez de sentarse en una mesa a cerrar un gran pacto de estado en educación para lograr reparar este suspenso en educación.