Cuentan los etólogos que la habilidad de los gatos para caer sobre sus patas depende del denominado reflejo de enderezamiento. Merced a él, los felinos que se precipitan al vacío son capaces de realizar un proceso giratorio con el cuerpo que les permite rotar y caer, con las extremidades hacia abajo, evitando dañarse. A lo largo de más de un lustro, Pedro Sánchez, dentro y fuera de su partido, ha mostrado su capacidad de enderezamiento. Ha arriesgado en múltiples ocasiones y, por lo general, ha caído siempre de pie sin excesivas magulladuras. El nuevo curso político llega preñado de temas conflictivos y Pablo Casado anuncia una "oposición implacable" con dosis de bloqueo institucional. Lo hace amparándose en unas encuestas que le son favorables y al calor de algún que otro abucheo orquestado contra el presidente español. Cree el líder conservador que puede arramblar con el voto que abandona a Ciudadanos y recuperar el que se fue a Vox. Pero las cuentas de Casado se asemejan a las del Gran Capitán.

Olvida que al elector moderado le gusta oír decir que la economía española está en vías de recuperación y que va a crecer un 7%. Obvia, en el terreno social, los buenos datos del paro de este mes de agosto, que el escudo social contra los efectos de la pandemia ha funcionado, que las pensiones se revalorizaran con el IPC y que el salario mínimo crece. Pedro Sánchez también ha sorteado con éxito y reconocimiento internacional, con guiño estadounidense, a la evacuación de Afganistán. La llegada de los anhelados Fondos Europeos para la recuperación ya funciona, y el proceso de vacunación cumple los objetivos que se marcó el ejecutivo. El presidente, a la chita callando, ha sacado de las portadas el tema catalán, silenciando el discurso patriotero de la derecha ultramontana y el lloriqueo secesionista. El Gobierno de coalición discute, pero resiste, Yolanda Díaz no es Iglesias. El congreso del PSOE promete cambios pacíficos e Illa se muestra solido en Cataluña. El presidente domina el reflejo de enderezamiento mejor que un siamés.

No teman, no voy a pecar de optimismo. Problemas serios haberlos haylos. La inflación, la precariedad laboral, el bloqueo judicial, los efectos indeseables del cambio climático y el tarifazo eléctrico --pergeñado desde un oligopolio-- no son temas baladíes. Lo sé. Gato Sánchez tendrá que reaccionar ante ellos con agilidad felina si no quiere que este otoño pase de caliente a incandescente.

Pablo Casado, al igual que en Cataluña las diferentes familias del cosmos independentista, adolece de un serio problema: Carece de una estrategia alternativa y se deja llevar por un tacticismo que se sustenta en influjos mediáticos. Vocear para fabricar titulares no es hacer política propositiva ni oposición eficaz. Y no solo eso, en el seno del Partido Popular emergen las discrepancias y las ambiciones personales. En Madrid, Díaz Ayuso se mueve y aspira a ser algo más que una lideresa autonómica. Lo de la "oposición implacable" de Casado no deja de ser otro tigre de papel.

En Cataluña, el ejecutivo de Pere Aragonès se ha convertido en un Govern de papel maché en el que los consellers disfrutan polemizando entre sí. El serial del aeropuerto es paradigmático, al igual que las contradicciones respecto a la Mesa de Diálogo. La Diada se prevé descafeinada, y la ANC de la señora Paluzie cada día se asemeja más a una promotora de eventos y fiestas mayores, que no a un movimiento socio-político por la independencia. Lo dicho, ante la ausencia de alternativas serias y creíbles, Gato Sánchez se relame los bigotes viendo como Carles Puigdemont malbarata su escaso crédito europeo mandando a Josep Lluís Alay a Moscú a tocar la balalaica. Los detractores de Pedro Sánchez dicen que es un hombre que ha pactado con la suerte; quizás si, pero su baza principal sigue siendo la endeblez intelectual, política y discursiva de sus adversarios.