Pensamiento

Suárez, siempre presente

24 marzo, 2014 10:45

Hace años que Adolfo Suárez quedó retirado de la política. Entonces, cuando ya no podía molestar, su figura se convirtió en un mito respetado por todos. Un periodista muy próximo a él, Abel Hernández, escribió no hace mucho que tras enfermar y quedar desvalido, "los mismos que le habían maltratado como a un perro callejero obligándole a dimitir como presidente y más tarde a dejar la política se deshacían ahora en elogios". Destacaba Hernández su patente encanto personal, capaz de adaptarse a las circunstancias y ser audaz. Era consciente de que muchos le miraban por encima del hombro.

Abel Hernández señala que el Rey se vio sorprendido, pero aliviado, cuando un destrozado Suárez dimitió por el acoso y derribo a que le sometió el PSOE y la propia UCD (gente que conspiró y le desacreditó en La Zarzuela)

Dos ejemplos: Alfonso Guerra lo calificó de tahúr del Mississippi e inculto, y dijo que lo mismo podía presidir el Gobierno que regentar una whisquería; no obstante, en sus recientes memorias lo ensalza como estadista desclasado. Cabe decir que Guerra ha sido una de las contadas personas a las que la familia de Suárez ha permitido que lo visitaran en su estado de postración. Julián Marías, gran admirador suyo, me contó en su casa cómo, al acabar un acto académico, Carlos Ferrer Salat se le acercó para reprocharle airado sus elogios hacia Suárez; Marías le respondió que había hablado de Francisco Suárez, filósofo y teólogo muerto hace casi cuatro siglos. El empresario hizo mutis por el foro.

José Bono cuenta en sus diarios que Felipe González pensó en nombrar vicepresidente del Gobierno a Adolfo Suárez, desistió al ver claro que el ex presidente no aceptaría. Tanto en público como en privado, Santiago Carrillo le dispensaba afecto y admiración, y lo tenía por progresista y de izquierdas. El legendario dirigente comunista era pragmático, no era monárquico pero tampoco se definía como republicano. Diez meses antes de morir y a un metro de distancia suyo, le oí citar a Suárez como alguien que hubiera podido ser un gran presidente de la República, por encima de González. Desde las filas del PP se ha llegado a proponer cambiar el nombre del Aeropuerto de Barajas por el de Adolfo Suárez; un homenaje manipulador. Espero que lo dejen en paz. No olvido cómo Aznar lo calificó de 'aventurero' (un vagabundo) en una campaña electoral.

Volviendo a Abel Hernández, en su libro Suárez y el Rey afirma que en agosto de 1982 se abortó en París un inminente plan de asesinato de Suárez, organizado por miembros civiles de los servicios secretos del franquismo que pretendía simular un accidente o emplear un tirador. También señala que el Rey se vio sorprendido, pero aliviado, cuando un destrozado Suárez dimitió (cinco años de presidente, dos elecciones ganadas) por el acoso y derribo a que le sometió el PSOE y la propia UCD (gente que conspiró y le desacreditó en La Zarzuela: "con este no se puede llegar ya a ninguna parte"). Entonces fue acribillado por "la banca, la Iglesia, la prensa, los militares, la oposición y los mandarines de su propio partido. Todo el que tenía una factura pendiente se la pasó. Y el Rey le quitó la mano del hombro".

La segunda y última vez que tuve la fortuna de darle la mano a Josep Tarradellas, éste acababa de pedir a un auditorio lleno a rebosar que los catalanes no olvidásemos "nunca, nunca", todo lo que Suárez había hecho por nosotros

Tras una delegada y dura negociación, Suárez, hijo y nieto de militantes de Izquierda Republicana, obtuvo el título nobiliario de duque. El Rey le impuso como condición retirarse de la política, pero Suárez decidió desobedecerlo y el mismo día que fue público su nombramiento se dio a conocer su nuevo partido, el CDS. Creo que fue un error, lo ideal hubiera sido a mi juicio 'controlar' la UCD y refundarla al poco como CDS, un partido de centro progresista desligado de las baronías caciquiles y que, no partiendo de cero, habría podido coger alto vuelo.

Ya retirado de la política no dejó de transmitir a todo el mundo afabilidad, comprensión, concordia, sencillez y un afán de superación y de confianza ante todas las dificultades. Cuando un ex presidente se comporta así, quizá no se le agradezca ni se le reconozca. Pero cuando no actúa de ese modo, se hace notar y todo es peor de lo que podría.

La segunda y última vez que tuve la fortuna de darle la mano a Josep Tarradellas, éste acababa de pedir a un auditorio lleno a rebosar que los catalanes no olvidásemos "nunca, nunca", todo lo que Suárez había hecho por nosotros. Yo siempre he querido tenerlos presentes, a uno y a otro. Adolfo Suárez quiso hacer normal desde el Gobierno lo que ya era normal en la calle. Fernando Ónega, fiel amigo suyo, ha referido la carta que recibió de él en 1995 confiándole cuánto le importaba lo que sus hijos pudieran pensar de sus proyectos, sus esfuerzos, sus tentativas "para lograr una España normal, más libre, más justa, en la que todos los españoles pudieran sentirse 'ciudadanos' y no se excluyera a nadie de la convivencia democrática nacional". También para esta misión, yo tengo hoy presente a Adolfo Suárez.