Pensamiento

Somos gente pacífica y no nos gusta gritar

3 mayo, 2014 06:17

No sé si aún se estila pero en mi juventud, cuando íbamos de excursión, uno de los cánticos habituales repetía el estribillo "somos gente pacífica y no nos gusta gritar". La gracia consistía en empezar cantándolo flojito y acabar a grito pelado. ¿Los catalanes somos así o se trataba, simplemente, de una broma importada?

Porque si los catalanes somos así quizás tengamos ahí la explicación de la contradicción que se vive en el debate sobre si nuestra sociedad está crispada o no. Tenemos dos versiones: la de quienes dicen que la crispación es palpable y la de los que la niegan y acusan a quienes la denuncian de querer desprestigiar la causa independentista.

Tarrasa se ha puesto en la primera línea en esta discusión, con dos noticias en una sola semana: el puñetazo de una mujer al líder socialista Pere Navarro, acompañado de la expresión "grandísimo hijo de puta", y la quema de una bandera española por parte de un hombre que se infiltró hasta el balcón del Ayuntamiento, a plena luz del día.

Muchos integrantes del bando que consideran que la crispación no existe recriminan a Navarro que imputase la agresión al clima de tensión que vive Cataluña y restan importancia a la bandera chamuscada. ¿Dirían lo mismo si el puñetazo de lo hubiese llevado Artur Mas o la bandera quemada hubiese sido la estelada?

La crispación existe. Negarla es mentir. Quien diga que no conoce ninguna pareja, familia o grupo en el que se evite el debate soberanista para ahorrarse disgustos, o es un solitario o nos engaña

En el otro bando están los que ven en la agresora una expresión de la intolerancia manifestada por los independentistas y en la bandera quemada una muestra de su carácter incendiario.

Resulta curioso ver en La Vanguardia una página con dos artículos contrapuestos sobre esta cuestión. Mientras Lluís Foix pone como ejemplo de la tensión existente que los presidentes del Gobierno español y catalán coincidan en un acto en Barcelona y ni se saluden, Francesc Marc Àlvaro recrimina al primer secretario del PSC que se invente una realidad tensa inexistente. Valga decir que Àlvaro se contradice porque empieza su artículo diciendo que Navarro debería relativizar los insultos porque a él, por sus artículos y comentarios, le dicen de "nazi" para arriba en su cuenta de Twitter.

Es en las redes sociales donde se hace más patente ese baile de insultos que, trasladados a la calle, derivaría inevitablemente en bofetadas. Pasearos un rato por ellas. Veréis tuits que piden que se bombardee Cataluña y otros que piden que se abra la veda para cazar quintacolumnistas.

No se sabe (cosa que a estas alturas es inconcebible) si la mujer que golpeó a Navarro era independentista o no, pero sí que se sabe que el Twitter del socialista recibe una profusión de insultos y amenazas de muerte enviados por gente que se identifica como tal. Como dice Antoni Puigverd, es comprensible que el dirigente socialista le impute a ella una adscripción ideológica que quizás no tiene.

La crispación existe. Negarla es mentir. Quien diga que no conoce ninguna pareja, familia o grupo en el que se evite el debate soberanista para ahorrarse disgustos, o es un solitario o nos engaña. Pasa en todo el mundo donde hay debates independentistas. Lo explicaba no hace mucho en Barcelona el diputado liberal canadiense Stéphane Dion, en relación a Québec. Otra cosa es qué grado de crispación puede digerir una sociedad sin que se descontrole demasiado.

Somos gente pacífica y no nos gusta gritar. Pero si hay que hacerlo, ¡gritamos como el que más!