No teman. No voy a parafrasear al Lenin pediatra diagnosticando el izquierdismo populista como una enfermedad infantil inherente a la política. No lo haré, ese recurso está demasiado sobado. No obstante, tras oír a Pablo Echenique solicitar que rodaran cabezas en el ministerio de Defensa, o a Ione Belarra disparando dardos envenenados contra Margarita Robles, uno llega a comprender la esencia de la frase de Voltaire: ”¡Dios mío, líbrame de mis amigos! De los enemigos ya me encargo yo”.

La secretaria general de Unidas Podemos parece haber incorporado a su discurso una variante de la tesis de Ferdinand Lassalle, según la cual el Gobierno se fortalece depurándose. Ya saben, para la ministra de Derechos Sociales, la depuración es un método infalible para no caer en el relativismo propio de una socialdemocracia que espía a pacíficos ciudadanos, cobija a la Monarquía y nos lleva a la guerra.

Así las cosas, con tanta inquina y beligerancia verbal, ¿quién nos garantiza que, tras pedir la cabeza de la ministra de Defensa, no se les ocurra a los enragés solicitar la de la titular de Trabajo y Economía Social por falta de celo revolucionario? Con socios así, tan propensos a la espantada, uno puede llegar a pensar que otro tipo de pactos y acuerdos son deseables y posibles. Sí, los pactos y las alianzas imprescindibles para garantizar que el país encare el camino de la normalización. Pero con gente seria, con partidos y formaciones capaces de anteponer los grandes temas de Estado, y los intereses de la ciudadanía, a los de su peña partidaria.

En una crisis como la que nos toca vivir cuesta digerir, y comprender, cómo ERC ha podido pasar de largo ante las políticas de empleo propuestas por el ejecutivo y la reforma laboral. Es del todo inexplicable su baladronada ante el decreto de medidas anticrisis que se votó en el Congreso de los Diputados. Como inexplicable es la actitud pagafantas, respecto a la gesticulación de ERC, de personajes como Jaume Asens. Un político dispuesto a fotografiarse junto al independentismo contra el Gobierno, e incapaz de afear a los republicanos su voto coral con la derecha.

El diletantismo de los comuns no tiene paragón y Ada Colau lo borda en Barcelona llevando al pleno de su ayuntamiento temas testimoniales. Observen las diferencias, incluso Bildu está en condiciones de demostrar en Euskadi que, cuando conviene, pueden votar como el PNV sin dejar de ser lo que son. Una vez más el nacionalismo vasco ha dado al catalán una lección de inteligencia política.

Los limpios de corazón sostienen que el ruido en el seno de la coalición de gobierno lo genera la búsqueda de la verdad acerca de lo acontecido alrededor del caso Pegasus, otros alegan que son las primeras escaramuzas de la batalla electoral que va a tener lugar en Andalucía. Los más resabiados pensamos que hay algo estructural, e histórico, en la inquina acumulada contra los socialistas en algunos sectores de la esquinita de la izquierda.

Como complemento, el miedo atávico de ERC a ser señalada como colaboracionista por los de Carles Puigdemont, redondea un panorama parlamentario que camina hacia el esperpento. Sí amigos, el Gobierno de Pedro Sánchez proseguirá su andadura hasta completar la legislatura, pero ya nada será igual. Hace un par de días Fernando Ónega nos advertia de la aparición en el lenguaje político de la palabra chantaje. Ojo, pues con inquina y chantajes caen los puentes, no se hace camino al andar.