Las profesiones de escritor y político son mundos separados pero que tienen puntos en común. Las dos son oficios de cuentistas, y en los dos el rival no es el enemigo sino el colega. Síganme y me entenderán lo que quiero decir.

Se lo oí a Mario Vargas Llosa, que al reajuntarse con la Preysler ha pasado de las páginas de los libros a las revistas de papel couché que están en todas las peluquerías de rulos. El novelista es una persona que inventa historias que son más leídas por las mujeres. El negocio de la pelu ya tiene un 40% de clientela masculina, y el resto femenina. Curiosamente, es el porcentaje de lectura de libros de las mujeres. Aunque no sólo sea por eso, me gustan más...

Que los políticos cuentan más cuentos que los escritores hay que ser sordo para no oírlo. No pondré ejemplos, son conocidos. Mienten sin distinción de ideologías. La única diferencia es que nos irritan más quienes están en la acera contraria. Pero es conveniente para la higiene mental que nos cabree la mentira. No sólo la del otro. Creo que en esto coincidimos los que no estamos políticamente ciegos.

Lo de que el principal rival no es el enemigo sino el colega, también lo entenderán: Cervantes fue enemigo de Lope; Quevedo, de Góngora; y no sólo en España: Hemingway, de Faulkner. ¿Por qué? Esa animadversión no sólo es patrimonio de los mejores, sino también de los peores.

Los codazos son las lesiones más frecuentes en una organización política

Cualquier novel escritor cree que puede escribir tan bien como Zafón o Cercas, que son mis dos favoritos vivos. Pocos hablan bien de sus contemporáneos para no darles ventaja en esa encarnizada propaganda de estar en el escaparate.

A los políticos les pasa igual. No existen oposiciones para ascender en la escalera de la pirámide política. La habilidad básica es tener el don de la palabra, la suerte (estar en el momento oportuno en el lugar adecuado) y un buen padrino. Por eso aunque la sonrisa sea la carta de presentación de todo bicho viviente, los codazos son las lesiones más frecuentes en una organización política. Son especialmente visibles cuando un partido mengua. Es entonces cuando la bronca se oye en la calle.

Dejo la política para volver a la literatura y empalmar con el escrito del sábado cuando me quedé sin espacio: si el ninguneo y los codazos es la moneda de cambio habitual en el mundo de las letras, como ya no hay analfabetos, muchos piensan que si hincaran los codos y le dieran a la pluma podrían escribir un Quijote (no pasa en la música ni en otras artes plásticas por esa razón: el alfabetismo no es general).

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A lo largo de la historia de la literatura las pocas mujeres que despuntaban se han tenido que disfrazar de hombres para que no las tomaran por el pito del sereno, y no sólo en España sino en el mundo entero. En 1960 salió publicado The New Lifetime Reading Plan (Un Plan de Lectura para toda la vida), de John S. Major, en los que el crítico hacía un repaso de los 133 escritores más influyentes de la historia de la literatura nacidos hasta 1930. El penúltimo de la lista es Gabriel García Márquez. El libro ha sido un éxito de ventas, tengo la cuarta ampliación de 2008.

En esta reconocida lista sólo aparecen cinco escritoras. La primera es la señorita Jane Austen, una inglesa que nació a finales del siglo XVIII, de la que Virginia Wolf, la quinta y última, dijo que era "la artista más perfecta entre las mujeres". La segunda y tercera, nacidas en el XIX, fueron las hermanas Brontë (Carlota y Emily) y la cuarta, la poeta Emily Dickinson. Ninguna de las cuatro primeras se casó, y la quinta (Virginia) se suicidó. Emily Brontë (Cumbres Borrascosas) firmó su novela con pseudónimo de hombre. Dickinson no tuvo que hacerlo porque murió un año antes que se publicaron sus poemas, igual que le ocurrió a Carlota Brontë (Jane Eyre)... Vamos, que la mujer lo ha tenido muy complicado, y no hablo de ayer: Joanne Rowling, la escritora de Harry Potter, escribió su primera novela con pseudónimo aconsejado por su editorial...

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Acabo esta tetralogía a caballo entre la literatura y la política con la crítica que hacía en artículo anterior (Me gusta tocar lo que no suena). El ninguneo oficial que se le ha hecho a Josep Pla.

En 2012 Jordi Pujol dijo en Imprescindibles, un programa cultural de La 2 de TVE, que Pla era "el mejor prosista de la historia de la lengua catalana". Pues el mejor prosista catalán no tiene el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes ni un miserable Sant Jordi a título póstumo.

El Premio Josep Pla a la mejor novela catalana lo convoca Planeta. Como diría el irónico payés de Calella de Palafrugell: qui té padrins es bateja (quien tiene padrinos se bautiza).