La entrada en escena de Vox y la convocatoria de elecciones generales por parte de Pedro Sánchez parecen haber sumido a la derecha del PP y Cs en un estado de desorientación preocupante.

Los partidos de la derecha parecen supeditados a los planteamientos y la hegemonía de Vox y del mayor ideólogo actual de la derecha, que es José María Aznar. Las derechas diversas parecen haberse refugiado en planteamientos extremos alejados del centro y de posiciones de diálogo propias de una derecha democrática.

Los discursos son extremadamente radicales tanto en materia económica, como social o territorial. Son posiciones propias del tardofranquismo con acusaciones, insultos y descalificaciones de todo tipo hacia los adversarios políticos en especial al PSOE y al presidente de Gobierno.

Las posiciones actuales del PP hacen añorar las del propio Mariano Rajoy, recuerdan los peores momentos de Aznar, y en estos momentos a las actuaciones impropias y bochornosas que tuvieron alrededor del 11M. Por su parte, Rivera y Cs se han desprendido de su supuesta careta centrista e incluso socio-liberal y compiten con el PP en posiciones reaccionarias e impropias de quien pretende aparecer como más moderno y centrista. Sus posiciones económicas pueden llegar a ser más ultraliberales que las propias del PP, y su discurso social tiene como ejemplos de su modernización nuevas formas de cosificación de la mujer como los “vientres de alquiler” o la “legalización de la prostitución”.

Todas ellas alejadas de un discurso de centro dialogante y buscador de consensos que es lo que precisa España en estos momentos. Se echa en falta una fuerza política en la derecha que adopte una política de altura como la que dirigió Suarez y la UCD durante la Transición. La política actual de las derechas, alejadas del centro y esquinada hacia posiciones de ultraderecha, parecen muy alejadas incluso de las de la Alianza Popular de Fraga en la Transición y en el debate constitucional.

El recurso a las propuestas económicas más ultraliberales en materias como el empleo, propugnando una mayor desregulación, o los impuestos con rebajas discriminadas de los impuestos directos, llevan como consecuencia la reducción del Estado del bienestar y de los servicios públicos sociales, que se limitan a la subsidiariedad de los servicios privados y el retorno a la beneficencia. La vuelta a posiciones del pasado, también en aspectos culturales con la defensa de argumentos patrioteros, sitúan al conjunto de las derechas en un el rincón del derechismo más reaccionario, negando la diversidad existente en el conjunto de España.

Pero no están solos en esta posición liquidadora de la tolerancia y el dialogo. Están acompañados por la desaparición de la derecha nacionalista catalana moderada, negociadora y complementaria que durante mucho tiempo fue equilibradora en los Gobiernos del estado. En la actualidad ha sido desarbolada por el extremismo populista de Puigdemont y Torra, que ha liquidado todo resquicio de lo que fue la antigua CiU. Una derecha, la de CiU, que disimulaba su condición bajo ropajes pseudomodernos y dialogantes.

Hoy la única derecha moderada existente es sin duda el PNV, que mantiene su condición propia de la vieja corriente democratacristiana europea. Más partidaria, también por la defensa de sus propios intereses, de alianzas con fuerzas diferentes como los socialistas frente a la ultraderecha españolista.

No hay duda que esta situación puede ser fundamental en las próximas elecciones generales. La inclinación ultraderechista de PP y Cs, su vinculación al pacto con Vox, puede alejarles de una parte importante de votantes que, temerosos de los radicalismos populistas, prefieran el mensaje tranquilo y dialogante del PSOE de Sánchez. Es sintomático que alguien tan vinculado a la derecha catalana de CDC como el exconsejero de Economía de la Generalitat con Artur Mas, Andreu Mas-Colell, haya planteado en un escrito público que quizás la mejor opción para una opción moderada sea en este momento votar directamente al actual presidente del Gobierno.

Las encuestas pronostican un fuerte crecimiento del PSOE. No sólo en el conjunto de España, sino también en Cataluña, hay quien plantea que pueda llegar a ser el primer partido en la Comunidad. No hay duda que las intenciones del breve Gobierno, con indicios de una forma de gobernar, pueden haber sido aceptadas por una parte importante de la población, que espera que en uno posterior con una mayoría de izquierdas mantenga esta tendencia renovada de una socialdemocracia que parecía perdida, junto con el empuje que le puedan dar otras fuerzas de izquierda como Unidas Podemos, Compromís y otras confluencias.

Para conseguir esta mayoría, es preciso que las fuerzas que se reclaman de la izquierda alternativa puedan detener la sangría de votos que les está provocando sus disensiones y peleas internas y recuperen un discurso adaptado a las actuales circunstancias, donde pueden jugar un papel complementario muy importante para conseguir una consolidación del discurso iniciado con el triunfo de la moción de censura.

La alternativa del 28 de abril parece estar clara. Debe elegirse entre un posible Gobierno de progreso y de izquierdas que se conforme entorno al PSOE, con Unidas Podemos y Compromís como principales complementos, que permita llevar a cabo unas políticas económicas y sociales que reduzcan la desigualdad, así como implementar una política de dialogo territorial desde el respeto a las normas legales que regulan nuestra convivencia para efectuar los cambios que sean necesarios con el fin de garantizar la mejor convivencia del conjunto de la ciudadanía.