El 12 de octubre no quería hablar de la fiesta nacional pero la chulería del segundo de a bordo del Ayuntamiento de Badalona me ha provocado. Romper una resolución judicial delante de las cámaras retrata a la mentalidad cupaire y debería hacer repensar a Puigdemont que si se apoya en esas parihuelas se va a romper la crisma.

La perra que han cogido los separatas contra la celebración del día del Pilar, como todo hijo de vecino llama al 12 de octubre, es una mezcla de ignorancia y esquizofrenia. No sé si el mayor grado es la ignorancia que la segunda, que es una alteración de la personalidad que produce alucinaciones y pérdida del contacto con la realidad.

No se puede reunir más estupideces para criticar el 12-O. No sé cuál es la mayor: lo del genocidio a los amerindios o que es una celebración franquista. La dosis de ignorancia supera a la esquizofrenia, porque decir que es una celebración franquista es para ponerlos de rodillas y cara a la pared con dos tomos de historia universal en cada mano.

España celebra del 12 de octubre porque ese día Colón descubrió el Nuevo Mundo que cambió la historia de la humanidad y la de España, porque nos convirtió en la primera potencia del siglo XVI y cultural del siglo XVII, y eso merece ser recordado por sus descendientes, que somos nosotros, incluido el edil de Badalona cuyo nombre no quiero recordar.

No se puede reunir más estupideces para criticar el 12-O. No sé cuál es la mayor: lo del genocidio a los amerindios o que es una celebración franquista

Lo paradójico fue que un acontecimiento tan importante que significó un cambio de era --se pasó de la medieval a la moderna-- tardara cuatro siglos en ser declarada como Fiesta Nacional, porque fue el gobierno de la Restauración, en 1892, quien decidió celebrarlo oficialmente. Pero estos retrasos son consustanciales a nuestros gobiernos.

Fue el gobierno de la II República quien, en 1935, decidió bautizar al 12 de octubre como el Día de la Hispanidad. En 1939, acabada la guerra, el gobierno de Franco, haciendo tabla rasa a todo rastro de la República, se inventó la estupidez del Día de la Raza, una ocurrencia del escritor surrealista y protofascista Ernesto Giménez Caballero. Un hombre con una gran cultura clásica pero que estaba como una chota.

Y fue Felipe González quien, en 1987, durante su segundo gobierno con mayoría absoluta, decidió volver al nombre original: Fiesta Nacional.

Que ese día sea festivo en todos los países hispanoamericanos debe de ser una fiesta sadomasoquista que se infligen más de cuatrocientos millones de personas.

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Los desconocedores de la historia ignoran que en L'Alguer se habla catalán porque en la Baja Edad Media los nativos de esa villa de Cerdeña se levantaron en armas contra la Corona catalano-aragonesa y el rey Pere El Cerimoniós les castigó con el destierro y repoblando la ciudad con colonos del Penedés. Lo siento por sus antiguos moradores, pero a mí me encanta oír ese catalán antiguo que ha quedado como huella de la historia hablada.

O los alucinados de la CUP que quieren quitar la estatua de Colón al pie del Port Vell, con esa misma mentalidad tendrían que eliminar el Arco de Bará porque para hacer la vía romana para llegar a Cádiz los Escipiones tuvieron que cargarse a los cosetanos, que era la tribu íbera que vivía en la actual Costa Daurada, y sus descendientes colonizaron L'Alguer.

Ignorancia no sólo no es conocer la historia sino juzgar con la perspectiva actual unos hechos que ocurrieron hace más de dos mil años o setecientos. No tengo espíritu de colonizador pero me encanta ir a Buenos Aires y entenderme con los argentinos, viajar a L'Alguer y disfrutar con ese catalán italianizado, y en verano pasar por el Arco de Bará sabiendo que a cien metros de mi apartamento está la villa amurallada de los cosetanos, los antiguos vecinos de Calafell.

Será porque no soy de la CUP.