Esta semana, mi hijo de 24 años y universitario dijo que le interesa la política casi tanto como a su padre. Decir casi tanto ya es mucho decir porque su padre se acuerda de lo que hizo la mañana del jueves 20 de diciembre de 1973, cuando el almirante Carrero Blanco voló en el último día de otoño en los cielos de Madrid. Acababa de cumplir los dieciséis años.

Decía que esta semana mi hijo en ciernes de maestro me decía que cada vez está más complicado distinguir los conceptos de izquierdas y derechas que nuestros padres, que no hablaban de política, sabían bien porque habían sido los niños de la guerra con escasa cultura, pero con cicatrices en el corazón.

No le respondí, salvo con una patada al aire diciéndole, para ganar tiempo, que la vida hoy se había embarullado mucho.

Así que vean este escrito como una respuesta a la pregunta del futuro docente, con el trasfondo de la pugna interna que padece el PSOE por el montaraz Pedro Sánchez, que se ha tomado el partido por montera y ha empezado a recorrer España dando guiños a la banda de Pablo Iglesias junior.

Me acordé de una conversación entre Josep Pla y su padre en octubre de 1917, cuando el escritor dejó en su Dietario lo que había oído decir a su padre de joven y de mayor:

"Oí a mi padre: En este país todo está por hacer. Y ahora dice: En este país no hay nada que hacer".

Este cambio de opinión radical es lo que separa la generación de los padres de la de los hijos. Han pasado cien años y estamos en esa tesitura existencial. Cambia la forma, pero no el fondo...

Listos o imbéciles, bien nacidos y malas personas, no tiene nada que ver con la política. Por lo tanto, están distribuidos por igual, titas titas, entre izquierdas y derechas

Como soy padre, pienso como el de Pla: que la única distinción que puede hacerse de las personas, continuaba el progenitor, es la de inteligentes e idiotas; y desde el punto de vista moral: de buenas personas y malnacidos. Listos o imbéciles, bien nacidos y malas personas, no tiene nada que ver con la política. Por lo tanto, están distribuidos por igual, titas titas, entre izquierdas y derechas. O sea que, hablando en términos infantiles, en política no existen buenos o malos. Con los malos tropiezas en la vida. Los buenos son los que te ayudan a levantarte.

Por eso pienso, como mi hijo, que estos conceptos nacidos con la Revolución francesa son una manera de etiquetarte.

Dicho esto voy a la epidermis de la cuestión planteada por mi hijo Alberto: sobre la pugna en el seno del PSOE para hacerse dueño del partido. El asalto que pretende Sánchez, o el paso al frente dado por Patxi López en espera de la indecisa sultana andaluza que tiene al partido socialista al borde del quicio.

Ante la duda, conviene fijarse en lo que prefieren mis dos contras en el tablero de piezas chinas. No es tan complicado como el ajedrez, pero algo más que las damas: los descamisados de Pablo Iglesias prefieren a Pedro Sánchez; y los separatas también, porque huelen la sangre del Luis Candelas socialista de Madrid, y que es capaz de pactar con quien sea para reconquistar el cielo de la secretaría general del PSOE.

Viendo la partida, prefiero al vasco que a la sultana, y puesto a pedir a los Reyes Magos, de quien más me fío es de mi paisano Josep Borrell. Con él, me estrenaría votando socialista. Ojo, no porque sea paisano.

Desde el diario Público encasillan a Pedro Sánchez como la izquierda del PSOE, y la actual organización, y por lo tanto, su candidato en las primarias por la secretaria general, de derechas. ¿Izquierdas o derechas?

Vuelvo al principio. ¿Saben que pensaba el padre de Josep Pla sobre derechas e izquierdas? Que eran lo mismo "porque han mamado de la misma teta".

Eso que los separatas dicen de los españoles --que es lo mismo un español de izquierdas que un español de derechas-- se lo han copiado de lo que escribió Josep Pla en su genial El quadern gris. Lo que pasa es que el padre de Pla se refería a los catalanes. Los separatas además de estar equivocados son unos copionetas. Les faltan lecturas para descubrirlo...