“¿Puedes hacerme una lista de mujeres con talento?”, me pidió Antonio Brufau, actual Presidente de Repsol. Era 2002 y le acababan de nombrar Presidente del Círculo de Economía de Barcelona; supuse que quería integrar a consejeras en su junta. No sé si la utilizó, pero, año tras año, fui actualizando la lista. Siempre había algún alto cargo que me la pedía tras confesar que conocía a “pocas mujeres directivas”.  Intuían que la sociedad iba a exigir más igualdad en la empresa. Años después, España fijó una cuota no obligatoria del 30% en los consejos del IBEX Europa la elevó al 40%. 

No se ha conseguido la paridad, tampoco la igualdad salarial, pero hay buenas noticias. Según el último informe Women in Business, realizado por la consultora Grant Thornton, el 29% de los puestos de dirección en el mundo están ocupados por mujeres. En España son el 34%. Por eso, porque muchos creemos que la paridad no tiene vuelta de hoja, aún nos sorprenden algunas fotos y carteles muy masculinos. El ridículo llega al absurdo cuando se reúne un plantel de señores y señores para hablar de “La importancia de las mujeres en los Consejos de Administración”. Lo curioso de ese caso, que levantó pasiones en las redes, era que el evento estaba organizado por una Asociación de Empresarias. No las culpo. Invitaron a presidentes de Consejos y Patronales, a quienes eligen. Allí, en lo alto, el 80% son hombres.

Más me dio que pensar el anuncio del seminario sobre liderazgo dirigido por el ex-líder de Ciudadanos, Albert Rivera ¿Va enseñar a liderar el protagonista de uno de los mayores desastres de la política española de los últimos tiempos? A su lado, otros cuatro hombres: un seleccionador de fútbol, un ex-presidente de empresa, un ex-alcalde del PP y un opositor venezolano. No sería difícil encontrar una mujer igual o más capacitada que ellos. Rivera hubiera podido invitar a Inés Arrimadas, por ejemplo. Ella consiguió, en una misión imposible, que C’s fuera el partido más votado en las elecciones catalanas.

He sido la única señora en muchas reuniones. Me curtí en aquellos consejos del IBEX de los 90 donde solo había un 6% de consejeras. Tiempos curiosos en los que tuve que lidiar con algún presidente que, tras confundirme con la azafata del evento, me daba el paraguas y la gabardina para que se la colgara o con plantas nobles donde solo existía un baño, el de caballeros. Llegó un momento que, tras años vestida con mi traje de chaqueta azul o gris, empecé a ser parte del grupo; pasaba tan desapercibida que se olvidaban de mi condición. No siempre. Recuerdo, con cierto cariño, el momento de los chistes tras la comida de delegados generales de La Caixa. Al salir, mis colegas me pedían disculpas por algún chiste demasiado verde. 

Pasan los tiempos y las generaciones, pero los señores que mandan en la economía continúan conociendo a más hombres directivos. Han coincidido durante los estudios, en los despachos, en el campo de golf. Son sus colegas. Y la confianza es esencial en la elección de un órgano de gobierno. Ha sido así durante siglos. Pero el avance de la igualdad es imparable; solo los muy tozudos o declaradamente misóginos no ven que la diversidad de pensamiento es positiva para las empresas y sus marcas.

Los sectores con los sillones mejor pagados se resisten a las cuotas. Quizás por ello, las mujeres se concentran en la cultura, la sanidad, el sector público o la política. Curiosamente, la medida menos implantada en 2020 por las sociedades, según el informe de Grant Thornton, es la de “vincular la retribución de la alta dirección a los objetivos de igualdad”. Solo un 18% de las empresas entrevistadas en España afirma haberla puesto en marcha. Y otro dato a tener en cuenta: siete de cada diez compañías europeas están en contra de las cuotas obligatorias. 

Hace unos días, el diario Expansión desvelaba los nombres de los ejecutivos (de auditoras, bancos de inversión y bufetes) que asesoran a las sociedades españolas en los “grandes movimientos corporativos que se producen actualmente en nuestro país”. Las cabecitas de 25 hombres ilustraban la composición fotográfica. El dinero sigue siendo masculino.

Siempre que en un congreso o debate me muestro crítica ante la ausencia o escasez de mujeres, alguien me replica diciendo que el talento no tiene género. Estoy de acuerdo. Deberíamos escoger a quienes lo merezcan, sin necesidad de cuotas, pero la realidad es tozuda. La designación (casi siempre) es a quien lo merece, pero de sexo masculino.

Es importante que haya mujeres en puestos de responsabilidad para que otras mujeres más jóvenes vean que es posible. Cada madre que tiene hijos y sigue trabajando, que no abandona sus aspiraciones, hace más por la igualdad que cualquier código de buen gobierno. Señores y señoras empresarios, contraten mujeres. Sus empresas serán más diversas, mejores. Y, antes de presentar un congreso, queridos organizadores, asegúrense que en el cartel aparece alguna mujer (y que no sea la presentadora).   

 

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