Maestros, alumnos, políticos, periodistas, jueces, fiscales, banqueros, sindicalistas, abogados y tutti quanti, todos podemos ser víctimas de señalamientos por la otra parte contratante de este pésimo negocio en el que estamos metidos, unos por méritos propios, otros de propina. El impulso que mueve al dedo acusador se demostrará cierto o falso, justo o injusto, pero el daño social ocasionado por el nombre de las personas escrito en una tapia, reproducido en un rotativo o revelado en la red, la pintura que subraya el domicilio o la sede social de un adversario es la consecuencia más relevante de este tiempo, tal vez lo único que quede.

Ríanse de las maniobras parlamentarias, de las declaraciones insensatas, de la promesas imposibles, incluso de la literatura de jueces creativos o de policías que buscan ascensos, el sistema democrático tiene muchos mecanismos para despejar exageraciones o falsedades y poner cada cosa en su lugar; pero las apelaciones al desprecio de los disidentes de una cierta verdad, sobredimensionada alegremente a dogma, quedan grabadas en la memoria colectiva. La ruina profesional, la marginación social, la ruptura emocional convocados desde una tapia o una pantalla son como fusilamientos cívicos, incruentos pero onerosos en términos personales y de convivencia.

Un señalamiento es un señalamiento venga de donde provenga, otra forma de verlo podría asemejarse a la condescendía del forofo

Señala el Estado en sus múltiples especialidades, señalan los hiperventilados organizados en comités de autodefensa de la unidad o de defensa de la partición, señalan algunos gurús de la propaganda e incluso ciertos dirigentes políticos, y no pasa nada. Al contrario, son aplaudidos por su claca como valientes promotores de la intolerancia, como si esto fuera fútbol y estuviéramos obligados a no ver los penaltis que comete tu equipo. O como si hubiera penaltis injustos más injustos que otros. Un señalamiento es un señalamiento venga de donde provenga, otra forma de verlo podría asemejarse a la condescendía del forofo.

¿A qué responde el episodio del bar de Alsasua? La acusación de terrorismo parece fuera de lugar, una interpretación casi grosera del terror; lo más probable es que se tratara de un riña de bar, pero los golpes cruzados tal vez no respondan únicamente al alcohol de aquella noche sino al pósito de otros tiempos bien contados por Fernando Aramburu en Patria. Es incómodo hablar de todo esto porque nadie en Cataluña cree vivir en una situación social convulsa como la descrita en esta novela y la realidad así lo confirma, no estamos tan mal, y no parece que exista voluntad por ninguna parte de llegar tan lejos, pero algo empieza a estropearse y no es solo el buen rollo de los colegas del Parlament.