Nuestro Parlament dedica gran parte de su tiempo a cosas que no preocupan a la ciudadanía, y cuando despierta de su letargo legislativo parece esforzarse por legislar en contra de la mayoría social.

Recientemente ha aprobado un decreto ley que modifica la definición de vivienda vacía y que, en esencia, facilita la okupación. Se trata, una vez más, de una iniciativa contraria a la Constitución y, de nuevo, el Consejo de Garantías Estatutarias ha dejado claro que no lo ve claro. Pero los políticos (de)pendientes del tweet y del Telenotícies se empeñan en “legislar” no solo contra la Constitución sino simplemente contra el sentido común.

Cataluña, y España, desarrollaron un modelo de bienestar social en el que la segunda residencia es, era, un elemento fundamental. No estamos hablando de mansiones, hablamos de apartamentos hechos a todo correr en localidades costeras con unos precios de venta más que razonables (entre 1 y 5 millones… de pesetas). El currante de Barcelona ahorraba y se compraba su pisito en Barcelona, su chochecito y si le iba muy bien su apartamento en la playa. Apartamentos hechos a todo correr, como muchas de las viviendas de la periferia de Barcelona.

No hay más que irse a Gavá o Castedellfels, que, aunque ahora están más y más colonizadas por extranjeros, evidencian que crecieron en pleno desarrollismo. Y Gavá y Castelldefels son el referente de más del 90% de las segundas residencias de Cataluña. Hay muy pocas “mansiones” en nuestro litoral, al menos previas a los neoricos del 3%, la enorme mayoría son apartamentos fruto del ahorro de una generación que trabajó como animales para tener un poquito de felicidad el fin de semana con sol, paella y siesta. Somos muy fáciles de contentar. Que esto se ponga ahora en riesgo es, simplemente, una indecencia porque la segunda residencia es inherente a la clase obrera.

Nuestros políticos viven cada vez más en el mundo de matrix, en una realidad que no existe. Lo que quiere el 99% de la población es vivir mejor, tanto ellos como sus hijos. Y si un okupa se les cuela, quieren echarlo. Hace tiempo que me he unido a los neohistoriadores independentistas que argumentan que todo el mundo nació en Cataluña: Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús, Colón… todos catalanes. Yo creo que Kafka también nació en Cataluña, sin duda, porque Dalí, un mal catalán para los que nos malgobiernan, se queda corto con su surrealismo. Es kafkiano apoyar a vagos y maleantes, que son el 99% de los okupas.

Es cierto que alguna familia con problemas se apropia de alguna una casa, o incluso la okupa. Pero la inmensa mayoría son simplemente unos jetas que, ahora, tienen cierto apoyo legal.

Estamos enrasando por lo bajo, dando por buena una sociedad gris y ramplona. Damos por bueno que esta generación vivirá peor que la anterior, y no nos parece bien. Y eso va ir en contra de nosotros. Claro que cuando en plena emergencia sanitaria vemos bien salir a la calle vestidas de morado y a ritmo de batukada cuando antes hemos cancelado congresos y reuniones que aportaban algo es que estamos enfermos de verdad.

Como muestra el aislamiento voluntario de la comisión contra el coronavirus porque un contagiado pasaba por ahí…. de traca, o mejor dicho, solo de cara a la galería.

El coronavirus actúa como los malos EREs, más cruel cuanto mayor es la edad del afectado. Si la teoría de la conspiración fuese cierta, que no lo es, en algún remoto laboratorio alguien podría estar diseñando un virus que nos librase de la indigencia intelectual que nos rodea. La vida es mucho más simple, estamos frente a un miserable catarro, no ante el ángel exterminador, y el número de torpezas por metro cuadrado crece con más rapidez que los afectados por el Covid-19, como evidencia lo que se publica en el DOG, el BOE en catalán.