Parece claro que en esto de quebrar o rescatar bancos cada caso es diferente y es prácticamente imposible prever qué puede pasar en la próxima ocasión. La resolución de Banco Popular fue el primer caso de bail-in; es decir, fueron accionistas, bonistas y tenedores de deuda subordinada quienes perdieron todo en la disolución del banco antes de que el Santander lo adquiriese por un euro, según se dijo para evitar pérdidas a los depositantes, siguientes candidatos a perder en un proceso de rescate interno. Sin embargo, casi simultáneamente el BCE autorizó un procedimiento diferente para la liquidación –que no resolución— de Veneto Banca y Banca Popolare di Vicenza, inmersas en un proceso de integración sin visos de futuro. Los accionistas perdieron todo su capital, pero no así los tenedores de bonos y deuda sénior, pagada por el Estado italiano al 80%, y el 20% restante por el adquirente de las dos entidades, Intesa Sanpaolo. Y ahora la compra de Credit Suisse por parte de UBS auspiciada por el Gobierno suizo también se ha realizado de manera diferente, los accionistas no pierden todo, aunque sí mucho, pero los tenedores de bonos contingentemente convertibles (cocos) se quedan sin nada.

Demagogias aparte es necesario que los bancos ganen dinero para garantizar su continuidad. Cuando las cosas comienzan a ir mal, se aceleran y ya vemos como en cuestión de días instituciones de moda, como SVB, o realmente sólidas, como Credit Suisse, desaparecen. Y cuando un banco desaparece entran en juego los supervisores, pero también los políticos y son ellos en última instancia quienes determinan qué inversores sufragarán parte de las pérdidas.

En el caso de Credit Suisse ha primado, y mucho, el aspecto político. El rescate del negocio del banco, que no del propio banco, se ha entregado a otro banco suizo, UBS, para preservar la imagen de la banca suiza. Con las excelentes condiciones con las que se ha hecho la transacción seguro que le hubiese interesado a más de un gran banco europeo o norteamericano, o incluso a un inversor ajeno al sector. Quedarse por 3.000 millones algo que una contabilidad requeteauditada dice que vale más de 60.000, es un gran negocio por muchos problemas coyunturales que pase. Muy, pero que muy mal tiene que ir para no hacer un gran negocio de esta transacción gestionando una parte y vendiendo otras. Pero el Gobierno suizo no dejó opción, lo que pasa en Suiza se queda en Suiza, tratando de mandar al mundo un mensaje de fortaleza.

Este enfoque nacional no es, ni mucho menos, una sorpresa. La internacionalización de la banca avanza muy lentamente y todos los bancos tienen que rendir cuentas primero al regulador local. Solo unos pocos bancos se atreven a irse a otros países y casi siempre en un formato de suma de países más que como una entidad global. Pero lo que sí es muy sorprendente, y negativo, es que el Gobierno suizo pelease por incrementar lo percibido por los accionistas, entre ellos fondos soberanos y bancos de oriente medio y los propios empleados del banco, y decretase la pérdida total de valor de los cocos. 16.000 millones han desaparecido del balance cuando la teoría dice que primero pierden los accionistas y luego los tenedores de bonos y otro tipo de instrumentos financieros. Se ha optado por retener a unos accionistas en el país, lo serán automáticamente de UBS, aun al coste de poner en su contra a inversores profesionales.

Tal vez por esta cacicada es por lo que las bolsas se levantaron el lunes con pérdidas. Si eso era así más de 250.000 millones estaban en riesgo, todas las emisiones de cocos del sector, por lo que los inversores profesionales se alertaron. Los comentarios, diplomáticos pero claros, del BCE sobre el proceso de los bancos suizos parece que han alejado este temor, al menos de momento. La cotización en el mercado secundario de los cocos se está reponiendo, pero habrá que ver qué ocurre con las próximas emisiones.

Como lo que se quiere evitar es la quiebra real de un banco, es decir, que sea incapaz de responder ante sus depositantes, se buscan caminos para que un banco adquiera otro. Pero cada vez la digestión se hace más pesada. Ahora el nuevo UBS maneja activos por un volumen seis veces el PIB suizo. En realidad, solo Estados Unidos y China tienen un PIB superior que el balance del nuevo UBS. Los bancos demasiado grandes para caer, como Credit Suisse, son por otro lado demasiado grandes para poder rescatarlos, haciéndose el problema mayor cada vez.