Societat Civil Catalana nació en abril de 2014 para combatir la espiral de silencio de la sociedad catalana frente al independentismo desde la transversalidad y la independencia de los partidos políticos. Fue una movimiento defensivo de la Cataluña no secesionista que tuvo su momento álgido con las impresionantes manifestaciones de 2017. Sus objetivos fundacionales se han cumplido, y aunque el movimiento secesionista sigue vigente, hoy la sociedad catalana ya no es un rebaño de ovejas que se dirige al matadero sin mostrar resistencia.

Usando un símil militar podríamos decir que el frente se ha estabilizado y que ambas partes esperan en sus trincheras futuros acontecimientos.

En esta situación, el no a la independencia ya no es un elemento diferencial que por sí sólo dé sentido a una entidad como SCC. Afortunadamente, otros muchos se han unido a la tarea. Toca aprovechar la transversalidad de SCC, rara avis, para ayudar a establecer un mínimo común denominador entre el 70% de los catalanes que se sienten, en mayor o menos medida, catalanes y españoles, con el objetivo de hacer viable una alternativa de Gobierno en Cataluña que supere el enrocamiento actual. Ahora que se habla tanto de diálogo, se trata de aportar ideas, de actuar como lobby para alcanzar un acuerdo interno en Cataluña que permita gobernar para la inmensa mayoría de catalanes, incluidos los partidarios de la independencia que no pretenden alcanzarla de forma unilateral abusando de la ingeniería social ejercida desde las instituciones.

Este consenso debe partir de enfrentar el problema mirando al futuro, olvidando agravios, reales o inventados. Se trata de ver cuál es el papel que queremos para Cataluña en un mundo globalizado. Qué competencias y qué financiación son las coherentes, teniendo en cuenta la pertenencia a España y a la Unión Europea.

Se trata de conseguir consensos básicos en cómo se protege y fomenta la cultura y la lengua catalanas sin excluir la cultura común con el resto de españoles, ni tratar el castellano como lengua extranjera. Hay muchos modelos en el mundo que funcionan. Sólo hay que querer solventar la cuestión y trabajar para ello. Hemos de conseguir que la mayoría de catalanes se sientan cómodos con una identidad plural, catalana, española y europea. Respetando a todos, sin marginar a nadie. La solución pasa, también, por hacer de España un país que interiorice y haga suya la pluralidad cultural de sus territorios .

Puede parecer un objetivo imposible, pero también lo parecía movilizar a un millón de catalanes contra la secesión. La sociedad catalana está cansada del conflicto permanente. La solución no vendrá por la vía de la victoria por KO de un bloque sobre el otro. Y si se produjera, el coste sería inmenso en términos de convivencia, libertad y prosperidad. Como en el juicio de Salomón, no se trata de matar a la criatura sino de salvarla, que crezca sana y con futuro. Vale la pena intentarlo.