La inmortalidad es una preocupación histórica. Los egipcios momoficaban sus cadáveres para preservar así su cuerpo. Hoy en día, seguimos haciendo lo mismo unos 5.000 años después, buscando el Santo Grial tecnológico para una vida longeva, es el gran sueño de la humanidad.

Actualmente, en Cataluña hay 2.100 personas centenarias y un 5,8% de la población tiene más de 80 años. ¿Pero, quién no ha oído, se ha muerto de mayor? Muchas de nuestras enfermedades más prevalentes se deben a la senescencia programada de nuestras células como el cáncer, diabetes y alzhéimer. De aquí que los grandes avances en biotecnología y fármacos antienvejecimiento pueden acabar en esperanzas de vida cada día mejores. La persona más longeva del mundo ha llegado ya a los 122 años. Hoy en día hay grandes avances para intentar evitarlo o frenarlo gracias a las células madre y otras tecnologías prometedoras como Crispr o como ejemplo novedoso las vacunas de ARMm para el Covid-19.

Las llamadas tecnologías de mejora humana se pueden utilizar no solo para tratar enfermedades y discapacidades, sino también para mejorar las características y capacidades físicas, cognitivas, emocionales y morales. Los implantes, la nueva generación de medicamentos, la modificación genética o la interacción con máquinas pueden tener efectos temporales y permanentes y pueden difuminar los límites entre la salud y la enfermedad, el tratamiento y la mejora.

Hawking decía: “Si tu cuerpo te limita, no dejes que la mente también lo haga”. El Covid ha accelerado la aplicación de nuevas tecnologías digitales como la inteligencia artificial o las tecnologías aumentativas en al ámbito de salud.  Conceptos como el transhumanismo o los biobots, ya están aquí, pero hay que tener en cuenta las implicacions éticas y legales correspondientes.

En este contexto, los líderes de las tecnológicas se dan cuenta que aunque viajemos a Marte o tengamos el mejor avatar en nuestro metaverso, la verdad es que seguimos envejeciendo y enfermando, así que invierten y buscan el elixir de la eterna juventud. La historia se repite, aunque ahora es más tecnológica y en lugar de momificarnos, nos criogenizamos por si acaso en un futuro nos puedan resucitar.

Bill Gates invierte en la modulación del microbioma y la empresa Neuralink de Elon Musk o el proyecto AlterEgo del MIT trabajan en la conexión cerebro-ordenador a través de un chip connectado al cebrero que interacciona con el ordenador dando ordenes. De hecho, nuestro ministerio de ciencia creará un nuevo centro que estudie la tecnología cerebral antes de que ella nos controle a nosotros. En este sentido, Peter Diamandis, presidente de los premios XPrize, los olímpicos del futuro, dice que los próximos 30 años viviremos la siguiente etapa de la evolución, la metainteligencia. Un futuro próximo en el que todos nuestros pensamientos están conectados gracias a la nube a través de interfaces cerebro-ordenador, la  inteligencia artificial y la llegada del hombre a otros planetas.

El último en invertir en buscar la eterna juventud a través de la biotecnología ha sido Jeff Bezos, de Amazon, que ha invertido en Altos Lab, una compañía que busca revertir los efectos de la edad, enfermedades o discapacidades mediante la ingeniería celular que cuenta con investigadores de prestigio como el bioquímico Juan Carlos Izpisua Belmonte.

La idea es buena, aunque no nueva. No sé si es tan fácil ni tan rápido ni tan accessible, pero lo que sí es cierto es que la ciencia avanza, y hay otras empresas que también buscan soluciones de rejuvenecimiento celular y un día tendremos resultados.

Al mismo tiempo, las compañías de seguros aseguran el borrado digital de internet porque todos tenemos el derecho a descansar en paz digital.

En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.