Ya llegó la segunda oleada del virus que nos destruye. Se esperaba. ¿Hay algún plan previsto? Nada. ¡Qué vergüenza. Qué falta de previsión por parte de las autoridades. La primera oleada del virus fue terrible en todos los hospitales, pero en algunos fue mucho peor. Hospital de 300 camas tuvo 600 ingresados. Cada día ingresaban 200 pacientes. Algunos eran derivados a otros hospitales, el resto al pasillo. Colapso total. Días y días. En sillas de campo. Murieron como chinches. En las sillas, en el pasillo, en soledad y abandono. ¡Qué triste! Y no le tocó a ningún político. Le tocó a la gente normal y trabajadora. Morir en soledad. Ocurrió en un hospital de Madrid.

En ese mismo hospital al principio del verano una eminente doctora le mandó una carta interesante al gerente. Además de pedirle la dimisión le pedía un plan de actuación para hacer frente a la segunda ola. Ya los médicos tenían claro que iba a venir una segunda ola tan grande o más que la primera. Un plan, señor gerente. ¿Voluntarios? Y sino hay voluntarios, ¿por dónde empezamos? Por qué sector. No ha habido respuesta. No ha habido plan o programa. Porque nadie de la autoridad sanitaria, de autonomía o gobierno central, hizo ningún plan. Se fueron de vacaciones. Mientras, la pandemia crecía. Y creció más que la primera oleada. A la doctora, previsora y profesional, nadie le contestó. El hospital al que me refiero ya tiene un plan. Hecho por los profesionales sanitarios, no por los dirigentes. Pero están, otra vez, al límite. Agotados. Desesperados. A punto de estallar. Y no es el único hospital.

Los profesionales sanitarios del MIR están en huelga. Se comenta que se pueden abrir hospitales de campaña, en Leganés y en Ifema. A éste nunca lo deberían haber cerrado pues que volvía una segunda ola lo sabían todos lo profesionales. ¿Qué médicos se van a ocupar de atender ahora a los infectados? No hay médicos. No hay voluntarios. Pueden obligar a los que están de baja a incorporarse. También pueden mandar a esos hospitales de campaña a profesionales de sectores distintos, --ya lo hicieron en primavera-- como investigadores o radiólogos. No han tratado con pacientes. No tienen ni idea. No son de atención primaria. Pero a éstos no los contratan. Y si los contratan lo hacen con sueldos miserables. Y tardan meses. Venga burocracia. Más burocracia. Terminan el MIR y se van al extranjero. Trabajo seguro y mejores sueldos. En España es una vergüenza los sueldos de los sanitarios. De toda la escalera sanitaria. Y están muy cansados. Cualquier día pueden estallar. ¿Huelga? Ahora tienen la llave del candado en la mano. No sería ético, pero sí justo.

Con parar una hora cualquier día de la semana harían temblar al país. Son pocos y se necesitan a todos. Porque el gran lamento de los hospitales es que necesitan personal. Y no hay. Y a los que quieren trabajar les ofrecen unos contrarios precarios, de miseria. Y de meses. Sólo unos meses. Pues que vayan los políticos a trabajar. Se van al extranjero. Y las plantillas de los hospitales quedan sin completar. La propia Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Comunidad de Madrid, manifestó tras su reunión con el presiente Pedro Sánchez que “no hay médicos en España”. Pero el SEPE indica que ha subido el paro en el sector sanitario. ¿En qué quedamos? ¿No faltará una oferta digna a los médicos por parte de la Comunidad Autónoma? Las autonomías son las que contratan, el ministerio no cuenta nada. Ese puede ser el gran problema. Que la Sanidad no sea estatal. Fin de las transferencias. Puede ser el momento.

El problema sanitario viene de lejos. No es de hoy. Aunque se ha ido adornando con que teníamos la mejor sanidad del mundo. Falso. Llevan años, los médicos, llamando la atención sobre cómo está la sanidad a consecuencia de los recortes, las jubilaciones, la falta de planificación y la precariedad. Si añadimos la pandemia el resultado es una sanidad llena de agujeros que algunas Comunidades se han apresurado a tapar. Y Madrid riza el rizo. Los médicos no quieren venir a Madrid porque las condiciones que ofrece son mucho peores que las de otras Comunidades. E infinitamente peores que las de cualquier país extranjero. Así nos va. En el pasado mayo, de la oferta que Madrid hizo a 220 residentes la mitad la rechazó. Se fueron.

Muchos quieren volver. Hay que ofrecerles garantías para que vuelvan. Un sueldo digno, trabajo indefinido y no para un rato. Seguro que vuelven y muy a gusto. Hacen falta. Porque ya tenemos unos 60.000 sanitarios contagiados. Demasiados. Si añadimos que en Madrid los hospitales y los centros de primaria no tienen material médico pues apaga y vámonos a otro país. Que es lo que han hecho los jóvenes licenciados médicos. Pero aquí buscan salir como sea de esta crisis sanitaria para presumir luego en portada a cuenta de los sanitarios agotados. Mientras tanto se evita una auditoría independiente como solicitó el diputados de Ciudadanos, Edmundo Val y el ministro Illa contestó que “vamos a hacer una evaluación del Covid-19, pero hay que ver el momento oportuno, y ahora es el momento de combatir el virus”.

Quedamos a la espera. Sin pantallas. Porque como a los sanitarios se les ocurra buscar pantallas y salir una sola hora a la puerta de los hospitales a echarse unos cigarrillos tiemblen todos los dirigentes. Y los políticos. Tienen la llave en la mano. Lo pueden hacer. Aunque sus sindicatos causen risa. Ellos, no. Son imprescindibles. Y ya levantan la voz: “Cuando se está trabajando con una sobrecarga tan brutal, la tensión agota y destroza a cualquiera. Eso no se puede mantener en el tiempo. Hay gente que tiene contrato estable y que se está planteando dejarlo. Y compañeros que se están jubilando. Se está añadiendo todo”.

Ante lo que se avecina ya la Comunidad de Madrid, el martes pasado, ha equiparado las retribuciones de los médicos especialistas de Atención Primaria y Summa 112 a las de los hospitales. Cobrarán 5.757 euros más unos 5.000 profesionales. Ha empezado a poner parches. A tapar agujeros. Pero los sanitarios no están muy convencidos, piden derechos elementales. Cuidado con una huelga de una sola hora. Cualquier día. Están que estallan.