En estos tiempos en los que parece que nada se mueve, los líderes aparecen en movimiento. Algo es algo. Una foto, una sonrisa, una botellita de ratafía y unos papeles. Un paseo en busca de Guiomar y Machado recordando una España sentimental, noventayochista. ¡Ay que nos duele España! parecen decir. Después de la ruleta, los líderes juegan reunidos a las parejas, a la oca, al quita y pon, a los palillos, hasta se entretienen con el bingo de cartones. Algo habrá que hacer de provecho en el par de horas bizantinas en las que han tenido que figurar dialogar y hacerse la foto. Como se dice en mi pueblo, ¡qué manera de hacer el bilorio!

Hay un movimiento presuntamente de izquierda, el mismo que ha tomado RTVE al asalto, que ve con optimismo el encuentro interestelar del pasado 9-J. Es un grupo político y de opinión que asocia a España con la corrupción y la podredumbre, y que considera que el cambio sólo puede venir de Cataluña, aunque la confundan con una parte de Cataluña: la republicanista y nacionalcatalana. Si de esta cruzada sectaria y reaccionaria, tan elogiada por las Fallarás y compañía, hemos de esperar la tan ansiada solución al problema de España, podemos quedarnos sentados a esperar que nieve en el Sahara. Que todo puede suceder.

Permítanme esta licencia, pero Pedro Sánchez me ha recordado a John F. Kennedy cuando días después de tomar posesión como presidente comentó: "Lo que más me sorprendió cuando subimos al poder fue descubrir que las cosas estaban tan mal como habíamos estando diciendo que estaban". No hay duda de que el presidente del Gobierno lo ha podido constatar. Aunque me temo que, después de la reunión Sánchez-Torra, la cara de circunstancias de Carmen Calvo al comentarla era porque siguen sin saber cómo arreglar la Cosa. Y es que señorías, por muchas vueltas que den, el mal llamado problema catalán no tiene solución. Dice Meritxell Batet que el procés ha terminado, resulta extraño que haga esa afirmación siendo catalana como es y testigo de las tantas metamorfosis que ha conocido la Cosa en los últimos cuarenta años.

Quizás sea necesario que pase una o dos generaciones para que se encuentre una solución. Pero será siempre y cuando vivan un trauma, y será entonces --dentro de veinte o treinta años-- cuando sea posible curar la herida y encontrar una salida en la misma Cataluña, se haya declarado independiente o no durante ese tiempo. Recordemos que la independencia no es el problema, sino la Cosa.

Es innegable que los gestos son necesarios para el diálogo, pero cuidado con las alabanzas y las contemplaciones. Fue el mismo Kennedy el que aprendió, en una visita oficial a México, sobre los peligros de tantos elogios y sonrisas. Durante la primera comida, el estadounidense le comentó al presidente mexicano que le gustaba su reloj. Alfredo López Mateos se lo quitó y se lo regaló. En la cena, éste le comentó a Kennedy: "¡Qué guapa es su esposa, señor presidente!". Kennedy reaccionó de inmediato, se quitó el reloj y se lo devolvió. Haría bien Sánchez en no ser condescendiente ni con los gestos ni con los regalos, sobre todo si tenemos en juego las libertades de los ciudadanos y la igualdad entre ellos. Ya se ha tragado Sánchez el sapo del Torra racista y ahora quizás haga lo propio con el rechazo separatista al jefe del Estado. Haría bien Sánchez en devolverle los regalos, empezando por la ratafía.