Rajoy se equivoco gravemente no actuando en septiembre de 2017 cuando el Parlament se saltó la legalidad catalana y española. Si lo hubiera hecho nos abríamos ahorrado el 1-O, el encarcelamiento preventivo, la fuga de los dirigentes secesionistas y la situación no estaría tan enconada.  Su actitud, teóricamente conciliadora, sólo sirvió para exacerbar el victimismo irredento que alimenta el secesionismo. Su 155 light fue otro error, seguramente compartido con otros partidos. Se optó por no ponerse una vez rojo y actuar con firmeza y se dieron nuevos argumentos al victimismo.

Sánchez parece que no ha aprendido nada. Continua con los paños calientes, con las negociaciones bajo cuerda con los secesionistas, no sabemos si por convicción o por interés de mantener el poder.

Estos días hemos visto como se calienta el 21-D. Ya sabemos que los fanáticos se apuntan al cuanto peor mejor. Pero el Gobierno español sigue pensando que se llegará a un pacto para que la situación no se descontrole. Confía en interlocutores que ya han demostrado su total falta de fiabilidad. Creen que al final se impondrá la sensatez. Ojalá. Pero no es lo que dictan la razón y la experiencia. 

No actuar sobre los Mossos y, por desconfianza hacia un Gobierno autónomo que es parte del Estado, traer Policía Nacional a controlar la situación, además de una dejación de funciones, es repetir los errores y acrecentar los riesgos. Y cuando se repiten los hechos lo más frecuente es que se repitan las consecuencias. Vuelve la angustia y la incertidumbre en millones de catalanes. El fanatismo de unos y la inacción de los otros nos condena. El 21-D será otro paso más en la cronificación del conflicto que es lo que pretende el secesionismo, o al menos parte determinante del mismo. Más disturbios, más enfrentamientos, más riesgo de desgracias irreparables. Se dirá que hay que cargarse de razones, agotar la vía del dialogo. Pero no estamos ante un escenario racional. El independentismo más irredento sólo busca el impacto emocional. La razón no sirve frente a las emociones debidamente inflamadas por la propaganda incesante. 

Algunos piensan que el secesionismo tratará de evitar que la situación se descontrole, que limitará su actuación a una mera protesta más, para evitar un nuevo y más duro 155 o la suspensión de la autonomía. No cuentan con que desde Waterloo no se ve con malos ojos esta opción que acabaría con Junqueras y daría al “Presidente en el exilio” el protagonismo absoluto que teme perder.

Ojalá me equivoque y al final reine la cordura, pero a día de hoy no apostaría por ello.