España se muere. Las autonomías se desangran. Más muertos cada día. Gritan. Llaman a gritos al Gobierno central. “Necesitamos un encierro”, le gritan. Nada. No se oye nada. El Gobierno no está. El presidente Sánchez ha desaparecido. ¿Dónde está el Gobierno? Ni está, ni se le espera. Podemos recordar la frase maldita que nos devuelve a la vida y los recuerdos de hace casi cuarenta años. Sánchez, lo mismo. No está. Mejor no esperarle. Han subido los contagios. Han aumentado los muertos, pero el presidente está desaparecido. Y el vicepresidente Iglesias lo mismo. Se han ido de vacaciones. ¿Otra vez? Otra vez. Y las que le quedan.

Aparecerán cuando ya ni Dios sea capaz de ordenar la vida de los ciudadanos de tanta muerte y desesperación como soporta. Aparecerán como salvadores. ¡Qué contradicciones! Ahora que todos los gobiernos autónomos le piden ayuda y decisiones importantes para salvar vidas, Pedro y Pablo se hacen los sordos. Cuando reine el caos aparecerán como los salvadores de lo poco que quede. Si en los momentos críticos el Gobierno no está, mejor sería que no volviese. Todo llegará. De las grandes crisis nadie sale inmune. Y estos mequetrefes, menos. Pagarán la factura de su incompetencia. Pagarán la factura de su abandono. No quieren mezclarse con el ciudadano no se vayan a contagiar. Y estos son ¡oh señor!, los políticos que venían a renovar la vida. ¡Qué engaño! Toca cambiar de nuevo. Ya lo advirtió Bernard Shaw: “Los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia… ambos por la misma razón”.

¿Qué esperábamos de estos políticos trepas y narcisistas? Ya tenemos la respuesta. No se puede esperar nada. Pedro y Pablo desprecian a la oposición. Detestan a sus propios partidos, la prueba es la criba de compañeros tanto en el PSOE como en Podemos. A su servicio, sino a la calle. ¿Y el Congreso? Se burlan de él. Con total chulería. Que se hunda. Que se hunda el país y así aparecerán como salvadores del mismo. Cuentan con que los ciudadanos somos idiotas o algo parecido. En el fondo les damos asco. Hasta que vayamos a votar. Entonces… Bueno, entonces, se proclamarán vencedores antes de contar las papeletas. Están tomando apuntes estos días.

El baile de la segunda ola del virus hace dos meses que empezó. Pero el Gobierno no se ha enterado. Algunos manifestantes sí. Follón en las calles. Manifestaciones. Cristales rotos. Se huele el follón. Los jóvenes se han cansado de estos políticos vividores. Que sólo miran su ombligo. Y el país les importa un comino. Se hunde la salud y hunden a la vez la economía. Y los jóvenes se revelan contra "el toque de queda". Es la repetición. Nuevo toque de queda con retraso de dos meses. Como en primavera. Y sin que lo defienda el presidente Sánchez. Mandó a su lacayo Illa, ministro del virus y de los muertos. Sánchez se largó del Congreso. No va con él. No le gusta el control. Le hizo todo un corte de mangas. Quiere seis meses de poder total, pero sin mancharse. Para su servicio. Para su disfrute. Para su ego. "Y el que proteste lo aporreo", dice para sí. Ya lo hace. Y lo hará más, mientras se lo permitamos. 

Nos ha metido el miedo en el cuerpo. Calles vacías. Corriendo de miedo a casa. Anda el virus suelto. Lo soltaron en verano y nadie se atreve a encadenarlo. Por incompetencia. Por negligencia. Había que ir de vacaciones. Pues ahora a empezar de nuevo. Con otro estado de alarma para mayor gloria y control del Gobierno. Colapso en los hospitales y muerte en soledad. Se repite la primavera. La peste nos ha derrotado. En primavera ¿pecó el Gobierno de cobarde? Sí, a imagen de su presidente. Cuanto más narcisista es un personaje, más cobarde. Ningún bravucón es valiente. Que se sepa, a Sánchez nadie lo ha visto en un hospital en estos meses de dolor y pandemia. No se le ha visto abrazar a ningún médico, ni consolar a ningún familiar de los muertos. No se acercó al hospital de Ifema en primavera, ni mucho menos al Palacio de hielo, donde se amontonaban los muertos que negaba el Gobierno. En el fondo, parece que le importa un rábano la pandemia. Lo importante es su poder. Seis meses sin control del Congreso. Seis meses sin control judicial. Fuera oposición, fuera jueces. El poder soy yo

Se burla de la soberanía nacional. Está ausente, desaparecido. El mundo ve que España resbala hacia el abismo, pero Sánchez sigue impávido, no va el tema con él. Miedo y control en el cuerpo del ciudadano. El poder lo tengo yo. Al Congreso no lo necesita. Bueno, que aprueben los Presupuestos y ya se pueden largar de vacaciones. Es el mayor corte de mangas. Congreso controlado. Ya sólo queda la prensa. Alguna prensa. Algunos medios. Todo se andará. Ya se abrió la veda.

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