Se ha recurrido frecuentemente a la feliz metáfora de la chequera --y subsiguiente descubierto en cuenta-- para explicar la quiebra política y cierre de la legislatura de Sánchez. Ya saben, Sánchez, carente de suficiente saldo parlamentario con 84 exiguos diputados, extendió el talonario ante los prestamistas al tiempo de la moción de censura y se puso a librar cheques hasta obtener suficiente saldo como para disponer de una investidura prestada que él quiso convertir en legislatura de su propiedad. Así, conforme los tenedores fueron poniendo ceros en sus respectivos efectos y presentándolos al cobro, se destacó entre ellos el más ambicioso, desalmado y usurero, que puso tantos ceros en su cheque que provocó la bancarrota. La imagen es útil, pero hilando más fino puede dar aún mejor rendimiento; porque no todos los cheques que libró Sánchez fueron iguales ni sus tenedores idénticos.

Lo que Sánchez entregó al separatismo vasco eran más bien pagarés, se libraron con fecha y cuantía y se puede decir que fueron atendidos a sus respectivos vencimientos: ahí están los puntuales y sucesivos acercamientos de condenados por terrorismo al País Vasco, las promesas de nuevas transferencias competenciales, el flirteo con la aprobación de un nuevo Estatuto con soberanía compartida o las cuantías ya empaquetadas en los presupuestos frustrados. Estos acreedores fueron sorprendidos por la quiebra; si no han cobrado no ha sido ni por falta de fondos ni por lo desorbitado --al menos de momento-- de la cuantía de sus efectos: estaban dispuestos a refinanciar y a dar más plazo. Es Banca seria. De toda la vida viviendo de esto y esperan perdurar.

El cheque librado al prestamista podemita tenía también indubitada cuantía: como que su libramiento se escenificó en la misma Moncloa, con membrete del Estado colocado en psicotrópico pie de igualdad con Podemos en papel oficial. Por usurero que pretendiera ser este prestamista en las formas (que si el Rey que si una República...), ha funcionado en el fondo más bien como un monte de piedad. ¿Dónde se ha visto un acreedor ande implorando a los otros para conceder más plazo y menos intereses a cargo del prestatario una vez aflorado el descubierto en cuenta? Aficionados. Banca ética, sostenible o como se llame esa parida.

Y vamos ya con el libramiento del cheque entregado al separatismo catalán, cuyo impago habría abocado a la quiebra del prestatario. Al expediente de la idiosincrática tacañería catalana ha querido Sánchez imputar su propia insolvencia, desplegando gruesos y palabrones reproches de usura. Pero no; si bien se mira, en esta operación hay que estar con el prestamista, el más viejo tratante fenicio con tradición negociante que ha subsistido en España. A los gestores del golpe no les libró Sánchez un cheque en blanco cuyos ceros habrían estampado --según Calvo-- sorpresiva, abusiva y unilateralmente unos usureros con sede en Waterloo y sucursales en Barcelona y Madrid. El cheque que Sánchez libró a Puigdemont y los procesados tenía cuantía fijada desde el primer día (luego hablamos de la fecha), pero no se escribió sobre el cheque sino hasta el día de la cumbre de Pedralbes, haciéndose en forma de 21 puntos de los que el más gravoso --que no sorpresivo-- fue el de la autodeterminación. Lo que quiso hacer Sánchez --ese parvenu-- es lo que de manera ignorante intentan los malos pagadores cuando quieren engañar a un fenicio: ponerle una cosa en el cheque y otra en documento aparte, olvidando que el cheque es medio de pago literosuficiente: se cobra en ventanilla contra su presentación sin que para eludir el pago quepa oponerle a su tenedor más que lo que viene en el cheque. Para eso quiso Sánchez la mesa de partidos al margen del Congreso y del Parlament: para preparar el documento aparte. Y el fenicio, que, como digo, no es tonto y lleva tiempo en esto, le cogió al listo el guante del documento aparte, pero para convertirlo en algo tan ejecutivo como un cheque en ventanilla, lo que se consigue con un fedatario de por medio, es decir, con un "relator" que daría fe de lo prometido atando al Gobierno. Por eso, cuando Sánchez empezó a flojear con el documento fehaciente, el fenicio le recordó que la fecha que le había puesto torpemente al cheque al final de la legislatura no valía para nada, porque el cheque, a diferencia del pagaré, aunque se postdate es pagadero a la vista, a su presentación cualquiera que sea la fecha que se le ponga.

Ahora anda Sánchez enseñando otra vez la chequera y todavía se extraña de que haya quien no quiera sus cheques como medio de pago. El problema que tiene la democracia española ahora es que el fenicio la próxima vez ya no querrá cheques, sino pago al contado, y no es descartable que haya candidatos dispuestos a asumirlo.