Gabriel Rufián no tiene quien le escuche en ERC, aunque tal vez sea el único republicano capaz de entender lo que está pasando en Madrid. Lo vive en primera persona y no se le escapa el riesgo que asume su partido al empujar al PSOE a flirtear con Ciudadanos. Esta deriva tiene un punto real de amenaza para su pretensión de ser imprescindible en el Congreso. Seguro que los estrategas de ERC creen que Unidas Podemos les guardará la silla en la mayoría parlamentaria de la investidura y confían que Pablo Iglesias les abrirá los ojos a los socialistas sobre el riesgo de desviarse hacia la derecha. De momento, Inés Arrimadas solo le ofrece a Pedro Sánchez lo que este le pide formalmente, unos votos para salvar vidas mediante la prórroga del estado de alarma.

En ERC vuelve a mandar Marta Rovira desde Ginebra, con la colaboración de Marta Vilalta, figura ascendente bien vista por Oriol Junqueras que será la nueva voz en el Parlament. ERC lleva meses en punto muerto, dejándose llevar por unas proyecciones electorales muy optimistas. Parece como si no quisiera romper el hechizo del ganador electoral in pectore. Aguantan estoicamente el ninguneo al que les somete a diario el presidente de la Generalitat por no atreverse a forzar la crisis de gobierno saliendo del Consell Executiu y sufren resignadamente el desdén del presidente del gobierno central que difícilmente puede entender el interés de los republicanos por acomodarse en el Congreso con JxCat en el banquillo de los reservas, en plena campaña contra el coronavirus.

Sánchez ha dicho por activa y pasiva que no va a cambiar de forma radical su fórmula para combatir el virus hasta el final de la desescalada, aunque vaya introduciendo concesiones para obtener la aprobación del Congreso, extremo que viene consiguiendo gracias a Ciudadanos y PNV. Los nacionalistas vascos hacen de nacionalistas vascos y Arrimadas está experimentando con los socialistas, busca compromisos modestos para comprobar la predisposición del PSOE a alejarse de ERC. Especial empeño tiene la sucesora de Albert Rivera en poner a prueba la consistencia del acuerdo sobre la mesa de negociación catalana. Es una fase de tanteo de la que no se pueden extraer grandes conclusiones, salvo que en quince días han repetido acuerdo en dos ocasiones, todo un récord.

¿Y qué ha conseguido ERC con sus dos deserciones de la centralidad parlamentaria? Nada. La advertencia de dar por rota la colaboración con el PSOE por aprobar el estado de alarma con la derecha representada por Ciudadanos, formulada hace unos días por Oriol Junqueras, se la llevó el viento. Los socios de JxCat en la Generalitat no están bien posicionados para denunciar la colaboración parlamentaria con la derecha a la que se ve obligado Pedro Sánchez por su negativa a apoyarlo. Los socialistas han repetido jugada y no han tenido ningún reparo en dejar para más adelante la simple convocatoria de la mesa de negociación que durante algunas horas Moncloa pareció contemplar como una opción para contentar a ERC.

Ningún desenlace definitivo sobre mayorías parlamentarias es previsible mientras no se dé por cerrado este primer episodio de coronavirus. Tampoco en Cataluña. Aquí, ERC deberá hacer frente a la comisión de investigación por el colapso de las residencias para ancianos, de la que no van a salir bien parados, como en todas partes. Sus propios socios de gobierno esperan desgastarles un poco más, mientras, aprovechándose de su pasividad, alejan el horizonte electoral para cuando les convenga o disponga el Tribunal Supremo.

Sin duda, ERC es perfectamente capaz de abandonar a Pedro Sánchez a su suerte en cuanto surjan dificultades en la negociación de los presupuestos generales del estado o en cuanto sospechen que la negociación del conflicto catalán seguirá en segundo plano a pesar de que la pandemia remita. Esta hipótesis, la ralentización del diálogo, supondría un duro golpe a la estrategia republicana; también sería una decepción para el PSOE, el PSC y los Comunes, pero mucho más grave para el independentismo pragmático porque esta es la diferencia que les identifica frente al inmovilismo unilateral de JxCat.

De la misma manera, debe suponerse que el PSOE no se planteará dejar de gobernar tan fácilmente porque los republicanos independentistas les nieguen los votos, siempre y cuando Unidas Podemos se mantenga firme en la coalición. El virus le ha dado un revolcón a la política y a sus prioridades. Durante los próximos años, el temor a nuevos confinamientos y las exigencias de la crisis económica dominarán las urgencias de los gobiernos, reclamando toda su atención. Todos los actores deberán revisar el guion para no ser señalados como marcianos.