Cuando la OCDE ha rebajado en casi un punto porcentual las previsiones de crecimiento económico de la eurozona y el BCE ha pospuesto la subida de tipos de interés hasta, al menos, bien entrado el año que viene anunciando simultáneamente nuevas inyecciones de liquidez a partir de septiembre para impulsar la economía, es que algo no va especialmente bien en la economía europea.

En el Antiguo Testamento nos contaron que a siete años de vacas gordas le seguían siete de vacas flacas. Traducido al mundo terrenal, a un periodo de abundancia de lluvias le sigue otro de sequía. Hoy a eso le llamamos el fenómeno del Niño y el de la Niña. Y de igual modo que el cambio climático ha roto la armonía de los ciclos meteorológicos la hiperconectividad de las economías y la sobreintervención de los bancos centrales y gobiernos hacen muy complicado predecir cuándo se pasará de un ciclo expansivo a uno recesivo. Lo anunciado por la OCDE y por el BCE nos indican que se prevé un frenazo de la economía. Está por ver si las medidas del BCE son suficientes para que la ralentización sea un simple catarro y no volvamos a coger otra pulmonía o si el propio anuncio reduce el consumo y frena las inversiones, acelerando la entrada en recesión.

Tras la pasada crisis global los estados están, en general, muy endeudados y los bancos centrales tienen poca munición para aplicar estímulos por la vía de la política monetaria. Con tanta deuda no hay mucho margen para incentivos fiscales y con los tipos a cero poco se pueden bajar, por lo que el único incentivo monetario posible es seguir imprimiendo dinero. Y lo curioso es que estas políticas monetarias heterodoxas no están creando inflación, que sería lo normal. Será que el cambio climático también ha llegado a la política monetaria o que las economías están zombis y por mucho dinero que se les inyecte no despiertan. Es preocupante que la recuperación en Europa, y en España, llegara tarde y que la recaída parecezca cercana. En Estados Unidos, origen de la pasada crisis global, hicieron una drástica política de borrón y cuenta nueva y llevan 10 años de crecimiento, habiendo iniciado suaves y medidos incrementos de los tipos de interés. En Europa, mucho más adversa a las medidas drásticas, el crecimiento no llegó hasta finales de 2013 y nunca ha sido brioso, encontrándose ya países tan relevantes como Italia en recesión técnica y volviéndose a hablar de fusiones para rescatar bancos, ahora también en Alemania.

Sea por la situación de la economía real, sea por las vicisitudes de nuestra política (repetición de elecciones y dos partidos en el Gobierno en una legislatura de menos de tres años) la economía real española está bastante más débil en algunos aspectos, que no en todos, que en diciembre de 2006 o incluso 2008 y la siguiente crisis no está tan lejos, al menos según dicen algunos indicadores.

Lo primero es no sobrealarmarse porque lo que acelera las entradas en crisis es el sentimiento general. Si se huele a crisis la gente deja de consumir, la economía se para y entonces la profecía se autocumple. Hay que seguir consumiendo, viajando y disfrutando de la vida, que son dos días. Pero tampoco podemos mirar a otro lado como si todo fuese a ir razonablemente bien dentro de dos o tres años. Lo más probable es que en 2020, o en 2021 a no más tardar, tengamos caída del PIB en varios países europeos, incluida España porque nuestra dependencia del exterior vía exportaciones y turismo es muy alta. Es prácticamente imposible con nuestro modelo productivo que España crezca si Europa se hunde.

Hace muchos años oí en una conferencia que siempre que se habla de un aterrizaje suave de la economía aparece una turbulencia y el aterrizaje se convierte en forzoso. En la agenda de nuestros políticos en permanente campaña y en búsqueda del like y la foto debería haber un espacio muy grande para la incentivación de la economía. Unos dirán que hace falta más Estado, otros que menos, pero como mínimo han de pararse a pensar que para gastar más hay que ingresar más. La vía impositiva–confiscatoria tiene un límite, lo importante es generar riqueza. Y para todo eso hacen falta unos Presupuestos que a ver cuándo se pueden aprobar en función del mosaico de partidos que nos deparen las próximas elecciones. Si el desempleo sube en 2020 o 2021 en parte será culpa de los políticos porque parece que han olvidado que están para solucionar los problemas de los ciudadanos y no para crearlos.