La mejor prueba de que el procés ha muerto no es que de Puigdemont no se acuerde ya ni su señora y no sepa qué hacer para salir un poco en televisión. No, eso es normal cuando el marido se ausenta unos años del hogar. La mejor prueba es que cada pocos días se nos anuncia la celebración de un acto deportivo inequívocamente español en Cataluña, y nadie dice ni mu. De acuerdo que nuestros políticos están ocupados debatiendo temas tan interesantes como recuperar la memoria de las brujas, que al parecer fueron maltratadas hace unos siglos, pero es que nos hemos enterado por la prensa del regreso de la selección española de fútbol a Cataluña, así como del inicio de La Vuelta en Barcelona, y aquí nadie ha levantado la voz. Por menos de eso, no hace mucho que los aguerridos gudaris catalanes habrían quemado un par de contenedores y cortado una carretera comarcal, con la presencia del expresidente Torra en primera fila. Ahora, en cambio, lo aceptan todo como hecho consumado, no sé si es que se han aburrido de darse contra una pared o es que en la intimidad visten una camiseta de la Roja y van al monte a pedalear creyéndose Valverde. No sería de extrañar que muchos estén esperando el partido de la selección para ir a animarla.

Eso no puede ser. No se puede pasar del todo a la nada en cuestión de meses. Los que nos habíamos acostumbrado a ver por televisión a unas decenas de enmascarados protestando por lo que fuere, no podemos quedarnos sin diversión casi de un día para otro. Es que ni siquiera el Govern catalán ha alzado la voz. ¿Para qué queremos una mesa de negociación si nuestro president no es capaz de denunciar en público la provocación que supone que la selección juegue en Cataluña? ¿Y la CUP? ¿Y Junts? ¿Para qué les mantenemos, si no es para que salgan a divertirnos con sandeces del tipo “los catalanes no tenemos selección” o “las únicas bicicletas son las de la república catalana”? El deporte está españolizando Cataluña y los independentistas, que tantas risas nos proporcionaban, están solo pendientes de unos Juegos Olímpicos de Invierno que jamás van a celebrarse aquí.

Estoy seguro de que Pedro Sánchez, siempre atento a las necesidades de nosotros, los catalanes, habló con las federaciones, que este hombre no da puntada sin hilo.

—Vayan ustedes a jugar al fútbol a Cataluña. Y empiecen ustedes La Vuelta en Barcelona, a ver si así los de siempre salen a la calle a armar bulla, y nos distraen de los problemas serios que tenemos.

Pero nada. Y la verdad es que es extraño. Es normal que nadie en Cataluña alce la voz por los casos de corrupción que van saliendo a la luz, es también natural que a nadie importe que sea esta la comunidad de la que más empresas se han marchado durante el último año. Todo esto es lo habitual, ya que son temas que jamás han importado y a los que además estamos acostumbrados. Pero es muy raro que nadie proteste por la celebración de actos deportivos españoles en Cataluña, que es lo que verdaderamente ofende por estos lares. El silencio frente a la selección de fútbol y La Vuelta ciclista tiene toda la pinta de ser el último clavo en el ataúd del procés. No es raro que de vez en cuando lleguen desde Waterloo voces insinuando que el inquilino de aquel lugar quiere regresar, debe de esperar que la Guardia Civil le detenga al cruzar la frontera, a ver si por lo menos así alguien recuerda lo de la independencia. Pero mucho me temo que ni siquiera la Guardia Civil le prestaría ya atención.

La cosa de las reivindicaciones está muy mal. Habrá que recuperar los toros en la Monumental, a ver si así alguien se molesta.