Pensamiento

Rico y el catalanismo de Cervantes

27 octubre, 2013 11:29

Sabemos que Cervantes es algo más que un escritor excepcional: representa a una lengua y una cultura comunes, por encima de fronteras políticas. A los nacionalistas catalanes les molesta que sea un referente simbólico que une y sostiene un sentimiento de pertenencia cultural que consideran contrario a su propósito de unificación lingüística e ideológica. Destruir o desprestigiar este símbolo forma parte de su hoja de ruta. Hay muchas formas de hacerlo; una de ellas es defender que Cervantes era, en el fondo, catalanista.

Francisco Rico es hoy la cabeza más visible de la Iglesia Cervantina Española, algo así como su cardenal primado. Obligado por mi investigación sobre Cervantes, a raíz de la próxima publicación de mi libro Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes, hube de toparme varias veces con sus estudios, mucho más farragosos e insulsos de lo que yo buscaba y necesitaba. Pero fue dar con uno que colmó mi paciencia, y es el que ahora quiero comentar. Viene en uno de esos libros de refrito que se publicaron en 2005, aquel del IV Centenario. Titula el artículo con mucho desparpajo: "La barretina de Sancho, don Quijote en Barcelona". En contra de lo que pudiera sugerir, se trata de un elogioso panfletillo que viene a decirnos que Cervantes ya era catalanista mucho antes que míster Mas y Junqueras hubieran sido concebidos. Veamos.

Don Antonio está perfectamente arraigado en Barcelona, pero no es catalán o no pertenece a una de las viejas familias barcelonesas

Sostiene el académico que Cervantes hizo al personaje que se encara con don Quijote por las calles de Barcelona para reconvenirle y aconsejarle que volviera a su pueblo con sus locuras, sostiene que lo hizo "castellano" muy a propósito, y por algo. Ese algo es el mismo motivo por el que don Antonio Moreno (el anfitrión que lo acoge en su casa y le pasea por las calles de Barcelona con un letrero en el que se lee su nombre) no es, según Rico, catalán, sino vaya usted a saber de dónde, con apellido tan castizo. Cervantes, exquisito en su respeto al catalán, a Cataluña y a todos los catalanes, no podía hacer a esos personajes barceloneses o catalanes, no, porque eso iría en contra de lo que los catalanes son, han sido y serán, hospitalarios, acogedores y respetuosos con cualquier forastero que llega a su tierra. Esa tamaña desconsideración sólo podían hacerla los "castellanos". No me lo invento. Así dice Rico tan ricamente:

"Si el narrador no hubiera especificado que quien increpa a don Quijote es 'un castellano' anónimo, se habría entendido sin más que los desabridos reproches al caballero sonaban en boca de un barcelonés, y ello hubiera supuesto una palmaria desconsideración con el forastero, una conducta que Cervantes juzgaba inimaginable para una ciudad en costumbres, 'en sitio y en belleza, única'. [...] La misma respuesta es válida para la vieja cuestión de por qué el anfitrión de don Quijote lleva el apellido [...] tan poco catalán como 'Moreno'. El novelista resuelve la papeleta con una elegancia muy suya: don Antonio está perfectamente arraigado en Barcelona, pero no es catalán o no pertenece a una de las viejas familias barcelonesas. Según Cervantes, nadie podría así acusar a Barcelona de no ser un repertorio de todas las finezas".

Fíjense en el atrevimiento que encierra esta rocambolesca interpretación, hecha para decirnos que Cervantes ya sabía y respetaba y admiraba cómo eran Cataluña y los catalanes, y lo zafios y burdos y desconsiderados que eran (éramos) todos los "castellanos", léase españoles. Cervantes, lince, ya intuyó el conflicto nacionalista actual, y se pronunció indiscutiblemente a favor del catalanismo, todo finezas y cortesía. Y sabía muy bien quién era catalán o no con echarle un vistazo al apellido. Tenía tanta conciencia catalanista que identificaba a Barcelona con Cataluña, y a Cataluña con el no va más de la hospitalidad y el respeto al extranjero don Quijote. Hiló tan fino que quiso dejar bien claro que sólo los "castellanos", no los catalanes, podían burlarse del disparatado hidalgo. Poco importa que en su paseo triunfal por Barcelona, toda la gente se pitorree de su figura estrafalaria; esto Rico se lo pasa por ahí, porque debía de ser un conjunto de charnegos anticatalanes convocados por Felipe V para tomar Barcelona avant l'histoire.

Ante este tipo de insultos y atropellos, los académicos, como tales (también pagados por todos), no han dicho ni dicen ni pío ni pía

Leyendo semejante interpretación entendí entonces una de aquellas maldades verdaderas de Andrés Trapiello, que en uno de sus libros (...y Cervantes, 2005) dice sobre Rico, al que con cariño llama Paco, Paquito o Pacolete: "Es catedrático de literaturas hispánicas medievales con una excedencia de seis años para la promoción de la investigación universitaria pagada por la Generalidad de Cataluña" y él, Trapiello, "pone en duda con toda seriedad que haya leído el Quijote", porque el mismo Rico ha alardeado, al menos ante dos personas, "de no haber leído más que los primeros capítulos" del libro.

Si traigo a cuento hoy esta historia, no es tanto para desenmascarar la vanidosa vaciedad intelectual de nuestro académico cervantista, sino para denunciar cómo no sólo él, sino muchos de nuestros intelectuales y académicos de postín, se han ido plegando a las tesis más insostenibles y han claudicado ante la defensa de nuestra lengua, que sí, es la de Cervantes, a quien el catalanismo militante no puede aceptar en modo alguno como representante de nuestra cultura común. El último esperpento, pero lleno de perversa intención, es hacer a Cervantes no ya catalanista, sino independentista, como se afirma en un vídeo que circula por ahí, pagado, por cierto, con dinero público, y del que no vale la pena acordarse. Ante este tipo de insultos y atropellos, los académicos, como tales (también pagados por todos), no han dicho ni dicen ni pío ni pía. Al contrario, le aplauden a Rico ricuras como la que comento. Son capaces de proponer que el catalán figure como lengua obligatoria en toda España mientras no mueven el pelo de un pestaña para defender el derecho a recibir la enseñanza de los españoles catalanes en su propia lengua, que es el español, por si algunos académicos oportunistas de la RAE todavía no se han enterado.