No deja de sorprenderme la capacidad de impermeabilidad que tenemos ante informaciones y evidencias que deberían provocar un alud de exigencias para con aquellos que tienen la responsabilidad pública de gobernar la Generalitat de Cataluña.

Un domingo de hace 15 días Jordi Xargayó, director de Diari de Girona, ponía negro sobre blanco en una cuestión de vital importancia para entender hasta qué punto tenemos derecho a reclamar que aquellos que nos lideran echen el freno y empiecen a gobernar para todos los ciudadanos de este país sean éstos de su cuerda o no.

Algo tan simple, tan obvio y tan imprescindible como es actuar con responsabilidad de Gobierno parece ahora una reivindicación de máximos, como si fuera lícito y se diera por sentado la ignominia de que lo normal es gobernar para aquellos que solo pretenden lo mismo que tú.

En el artículo de Xargayó se contaba la excelente salud económica que tiene Torra actualmente, y con la que también quedará si, finalmente, esta semana, es inhabilitado. El actual president, mientras le pide a la ciudadanía de a pie sacrificios presentes y futuros, esfuerzos de todo tipo y les arenga a pasarlo mal, tiene el riñón bien cubierto ahora y en su futuro vitalicio.  

Si ahora mismo Torra cobra 153.235 euros anuales, cuando sea inhabilitado (si lo es), esta España a la que tilda de dictatorial y opresora le da derecho a recibir, durante una próxima legislatura, 122.588 euros anuales. Y, debemos saber para nuestro buen tener en cuenta que, a partir de los 65 años, al activista que ocupa el Palau de la Generalitat, otra vez la inquisidora España, le da derecho a percibir 91.914 euros anuales hasta el día de su muerte.

Nada... peccata minuta. Una pensión arregladilla asegurada que, como bien sabemos todos, no tiene nada que ver con la realidad de lo que se embolsan y embolsarán esos vecinos a quienes se les pide sacrificios y se les exige que se movilicen y estén dispuestos a sufrir para llegar a esa república imposible que les han prometido.

¿Dónde está el decoro y la talla moral como president ante la evidencia de que, mientras él no tiene nada que perder con su sueldo perpetuo pagado por las arcas de ese Estado tirano al que quiere aniquilar, está emplazando a sus conciudadanos a una realidad insegura política y económicamente?

¿Qué más deberíamos saber de este iluminado personaje que gobierna Cataluña y que quiere llevar a sus compatriotas a las rocas para que también, y de una vez por todas, los afines al independentismo exijan su dimisión? ¿Cómo un dirigente puede tener la desvergüenza de pedir renuncias a sus vecinos teniendo cubierto, mejor dicho, blindado de todo riesgo, su sustento económico?

Esos sacrificios que pide a sus semejantes que hagan, a él como individuo no le pasaran ninguna factura. No dejará de cobrar ni un euro ni una mensualidad de las previstas. Serán los comerciantes, los autónomos, los empleados de las fábricas o empresarios varios los que deberán aprender a malvivir en ese valle de padecimiento anunciado.

También es probable que Torra sea consciente que el gran cuerpo de aquellos que corren a manifestarse cuando él lo reclama son esos jubilados que han encontrado la amante imprescindible (ilusión que motiva y nos hace sentir vivos), los funcionarios a los que su propio jefe (la Generalitat) les arenga, estimula, permite, justifica y blanquea su desobediencia y pueden cortar calles, no ir a trabajar y recuperar las horas laborales perdidas sin penalización, o los estudiantes a los que el propio rectorado les permite examinarse según mejor les convenga. O sea: un cúmulo de clases pasivas que no tienen nada que perder.

Señor Torra: si quiere usted compromisos, sacrificios e implicación, renuncie a todos sus derechos y pensiones por haber sido presidente de esta Generalitat que sigue dependiendo de este Estado déspota que le permite a usted seguir diciendo y haciendo barbaridades impropias del mandatario que debería representarnos a todos los catalanes.