Los 17 miembros del Gobierno de Donald Trump tienen tanto patrimonio como los 45 millones de ciudadanos más pobres de EEUU, un claro indicador de que su política va a favorecer claramente la población más privilegiada y a las empresas. La reducción del Impuesto de Sociedades es la idea más convencional de todas. Los republicanos presentaron ya el verano pasado una propuesta que apenas ha llamado la atención en las elecciones.

Este sistema que promete la protección de EEUU ante la importación de productos baratos de otros países encaja de fábula en la visión del mundo de Donald Trump. Según los cálculos más recientes, la reforma en ciernes conllevará una subida del dólar de alrededor de un 10%, algo que tendrá consecuencias en los mercados de capitales mundiales.

El impuesto sobre los beneficios baja de un 35% a un 20%, pero las empresas ya no podrán deducir los gastos de amortizaciones ni podrán utilizar pérdidas fiscales de otros ejercicios para reducir su factura fiscal. Y eso que de este mecanismo de compensación por pérdidas en ejercicios anteriores Trump sabe un montón. Gracias a ese sistema, durante 10 años no pagó ni un dólar de impuestos, según ha publicado la prensa norteamericana.

Pero lo más revolucionario es que las exportaciones quedarán totalmente liberadas de impuestos. En cambio, las importaciones ya no podrán ser deducibles como gastos. Eso significa que las empresas de EEUU ya no tendrán que incluir en sus cálculos de las exportaciones el impuesto de sociedades, pero sus importaciones se van a encarecer un 20%. Si la producción va destinada al comercio interior, también se aplicará el 20% de impuesto de sociedades. Pero, en este caso sí se podrán aplicar deducciones por gastos y salarios.

Si todos los países aplicasen estos cambios, terminaría el turismo fiscal. Así que, quién sabe, quizás veremos más cosas positivas de Trump de las esperadas

A primera vista, el nuevo sistema parece bastante loco pero, si lo miramos de cerca, tiene ciertas similitudes con el IVA de Europa. La pregunta es cómo lo verá la WTO (Organización Mundial del Comercio, por sus siglas en inglés), dado que no se trata de un IVA.

Finalmente, ¿supondrá esta medida el final de la competencia fiscal? Porque, si todos los países aplicasen estos cambios, terminaría el turismo fiscal. Así que, quién sabe, quizás veremos más cosas positivas de Trump de las esperadas.

Y las negociaciones con la WTO ¿quién las llevará? ¿El Congreso, los empresarios? Loa hará el abogado corporativo de las empresas de Trump, Jason Greenblatt, para quien el presidente electo ha creado el nuevo cargo de apoderado especial para negociaciones. Y ¿quién le apoyará? Su yerno, Jared Kushner, cuyo padre está actualmente cumpliendo condena por evasión fiscal.

El lema de su campaña electoral era: "Let's make America great again".