La calificación del etarra Josu Ternera por parte del socialista vasco Jesús Eguiguren como “héroe de la retirada” ha devuelto a la actualidad esta figura, extraordinariamente descrita hace tres décadas por el intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger en un artículo en El País (26.12.1989). Al margen de que las palabras de Eguiguren sean más o menos afortunadas u oportunas,  llamar a alguien “héroe de la retirada” es algo más complejo que un elogio, como han querido interpretar los partidos y los voceros de la derecha asilvestrada.

“El lugar del héroe clásico han pasado a ocuparlo en las últimas décadas otros protagonistas, en mi opinión más importantes, héroes de un nuevo estilo que no representan el triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje”, escribía Enzensberger, y continuaba. “Ha sido Clausewitz, el clásico del pensamiento estratégico, el que ha demostrado que la retirada es la operación más difícil de todas. Esto vale también en política. El non plus ultra del arte de lo posible consiste en abandonar una posición insostenible”.

En una jornada de dos elecciones cruciales en Cataluña –municipales, con Barcelona al frente, y europeas—, quizá es un buen momento para reflexionar sobre el héroe de la retirada del interminable e insostenible proceso hacia la independencia.

La decisión de la Mesa del Congreso de suspender a los diputados independentistas presos ha vuelto a desatar las afirmaciones más enrauxades. Carles Puigdemont ha hablado de “prevaricación” y ha repetido que nunca cejará en su enfrentamiento con el Estado: “No me rendiré nunca, lo que tenía que defender en el Parlament de Cataluña lo tendré que defender en otro Parlamento”, en referencia al europeo, dijo en el canal 3/24, y auguró que Europa deberá tomar medidas ante "la pulsión represora del Estado español contra las aspiraciones del pueblo de Cataluña”.

Da igual que Europa no haya intervenido nunca en favor de las tesis de Puigdemont y compañía, lo que llevó en su momento al expresident a convertirse al euroescepticismo y a considerar a la UE un club de estados decadentes. Da lo mismo, él insiste, y si no es esta vez será la próxima, confía contra toda evidencia. Con la misma convicción, ha defendido que, si sale elegido, podrá obtener el acta de eurodiputado y ejercer sin problemas, frente a la postura de la Eurocámara de que ha de recoger el acta en Madrid, lo que conllevaría su detención. Puigdemont se ha permitido hasta descalificar el informe oficial que defiende esta tesis y ha tenido que ver cómo el portavoz del Parlamento Europeo, el catalán Jaume Duch, reafirmaba que el documento tiene plena validez y contiene todos los requisitos necesarios –membrete, firmas, sello— que el expresident había puesto en duda.

La reacción del otro partido independentista, ERC, a la suspensión ha sido distinta: acusaciones al PSOE de que vuelve a estar en el bando del 155, mientras se acepta la sustitución de Oriol Junqueras porque, dando por seguro que será elegido eurodiputado, dejará el escaño para repetir el pulso en el Parlamento Europeo. La decisión de presentar a Junqueras como cabeza de lista en todas las elecciones llevaba implícita la utilización del Congreso como un mero paso hacia la Eurocámara, donde el líder de Esquerra confía en poder ocupar su escaño.

Los diputados de Junts per Catalunya, en cambio, parece que no quieren renunciar a sus actas, por lo que Jordi Sànchez, Josep Rull y Jordi Turull estarán facilitando la investidura de Pedro Sánchez al rebajar la mayoría absoluta de 176 a 174 escaños y alterando, de paso, el resultado electoral, algo de lo que, al mismo tiempo, acusan a la Cámara por haberles suspendido.

Todos estos movimientos indican que aún está lejos el reconocimiento de que el procés está finiquitado tal como se concibió y se encuentra en un callejón sin salida. Es decir, que el héroe de la retirada, la personalidad que se atreva a aceptar la realidad y rectificar el rumbo, se hace esperar. ¿Aparecerá cuando el Tribunal Supremo haya dictado su sentencia o ese momento será una nueva ocasión de refugiarse en el irredentismo y ponerse de nuevo la venda en los ojos? ¿Habrá que esperar a que unas nuevas elecciones en Cataluña alteren el mapa político? Y aunque en esas elecciones volviera a obtener mayoría absoluta el independentismo, ¿emergerá el héroe de la retirada con la lucidez suficiente para ver que el procés no lleva a ninguna parte?