La marca Juanma, elaborada desde que el PP consiguiera con su peor resultado electoral la presidencia de la Junta de Andalucía, va a absorber el proyecto de Ciudadanos. Era de prever. Ha sido un plan premeditado y, como veremos después del 19J, con la complacencia de Juan Marín, el líder más gris y con menos empatía que el partido naranja podía haber elegido. Tuvieron tiempo para preparar bien otro candidato durante la última legislatura de Susana Díaz, pero, entre los muchos errores cometidos por Cs en los últimos cinco años uno fue creer que volaban con tanto viento a favor, que pasar de 9 a 21 parlamentarios era una prueba evidente de lo acertada que estaba siendo su estrategia política. Se equivocaron y, lo más asombroso, es que lo siguen haciendo.

En el pacto de gobierno se quedaron con el 60% de las consejerías (Empleo, Economía, Comercio, Turismo, Justicia, Educación e Igualdad). Es posible que el primer error haya sido dedicarse a la gestión, mientras que sus compañeros de gobierno del PP (excepto Aguirre en Salud) se hayan empleado más en política e imagen. Los consejeros de Cs no han entendido la máxima que tanto le gusta proclamar a Aitor Esteban, el tractorista nacionalcatólico: las competencias autonómicas no son para gestionarlas sino para ejercer autoridad. El segundo error de Cs ha sido aceptar de manera sumisa la etiqueta trifachito y de derecha sin más. La foto de Colón les congeló.

Desde la mayúscula equivocación de Rivera, Villegas, Arrimadas, Girauta, Hervías, etc. por abandonar el perfil socialdemócrata con el que nació el partido en Cataluña, y subrayar el liberalismo y el españolismo como señas ideológicas incuestionables, la debacle ha sido progresiva e imparable. Se quedaron sin argumentos ideológicos para reafirmar la imagen regeneracionista como partido bisagra o de centro izquierda, y tuvieron que competir por el espacio de la derecha. Acertaron en la previsión de que Sánchez prefería a la banda de ultras que a una opción de centro como socio de gobierno, pero no fueron capaces de prever que detrás de esa pinza socialista y popular estaba el comienzo del fin de Cs. En el caso andaluz, además, la regeneración la dejaron por el camino y apostaron junto con el PP por un cambio inmóvil, con apenas algunos retoques. Para muchos electores los liberales ya no merecen el voto, para eso se vota la marca Juanma, la original.

Ahora, con sólo un par de semanas por adelante y cuando los sondeos pintan bastos, han decidido a la desesperada apostar por Inés Arrimadas como figura clave del liberalismo andaluz. No es sólo demasiado tarde, es también una opción con escaso tirón visto el bajonazo que ha tenido como líder de Cs en el Congreso de los Diputados. Lejos, muy lejos está de su mejor momento, cuando exhibió una inolvidable y lúcida oratoria que dejó a los supremacistas separatistas en paños menores en aquellos aciagos días de septiembre y octubre de 2017.

Réquiem por Ciudadanos en Andalucía. Tan asumido lo tienen que Juan Marín se prestó en una reciente entrevista en El Mundo a posar en una piscina agarrado a un flotador. Créanlo, es su flotador, no es el del partido. Tanto da si saca su acta de diputado y que esta sea casi la única de la formación, dimitirá y será nombrado, por ejemplo, presidente de una muy bien remunerada Autoridad Portuaria. Qué mejor manera de agradecer sus servicios prestados. Es el mejor premio que le puede conceder su amigo Juanma, además de una Medalla de Andalucía, a ser posible la nueva y más brillante, la que lleva por nombre “Clavero Arévalo”, al que las derechas consideran “Padre de la Andalucía moderna”. Seguro que querían decir contemporánea, pero la lectura y la historia no es lo suyo.

Qué más da, lo importante es la medalla, otra medalla del camino para llevarla por bandera, y que todo el año esté velando su cabecera. Y al unísono, Juanma y Juan, gritarán ¡Viva la Virgen del Rocío! No se extrañen por esta digresión, en el Sur se entiende perfectamente. Dos devotos, Juanma y Juan, han sido presidente y vicepresidente de la Tierra de María Santísima. Como para olvidarlo.