En un mundo cada vez más globalizado, una buena imagen de país es fundamental para que a nuestra economía, a nuestras empresas y a nuestro nivel de empleo les vaya razonablemente bien. Tenemos la obligación de proyectar lo mejor de nosotros mismos para generar confianza, certidumbre y despertar el “apetito” inversor internacional. Para ello, es obvio que tenemos que minimizar nuestros desórdenes y maximizar la proyección de lo mejor de nuestra sociedad.

Es la llamada "Economía de la Reputación", en la que las percepciones de los grupos de interés sobre las empresas, es decir, su reputación, tienen un impacto directo en los resultados de negocio. Está empíricamente demostrado que existe una alta correlación entre reputación de un país y comportamientos de apoyo declarados, como recomendar visitar, vivir, invertir o comprar sus productos.

El Reputation Institute, sobre una amplia base de encuestas en la que se valoran diferentes aspectos relacionados con la imagen de un país, sitúa a España en la posición 12ª entre las 55 principales economías del mundo. España está mejor percibida que otros países de nuestro entorno europeo como Portugal, Reino Unido, Alemania y Francia. En cambio, nos superan otros como Irlanda u Holanda. El dominio de Europa es claro, con ocho países entre los diez con mejor reputación. Y si el dominio europeo es nítido, el de los países escandinavos, paradigma del Estado del Bienestar, es clarísimo: los cuatro (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca) se sitúan entre los nueve primeros del ranking.

La calidad de vida es lo que mejor se percibe de nuestro país ya que, en los cuatro atributos de dicha dimensión, España recibe las puntuaciones y posiciones más altas en entorno natural, ocio y entretenimiento, amabilidad de la gente y estilo de vida. Sin embargo, recibimos puntuaciones más débiles en los atributos que explican la calidad institucional de un país, obteniendo las valoraciones más bajas en ética y transparencia, tecnología/innovación, entorno institucional/político, uso eficiente de los recursos. Vamos, que los españoles somos “la leche”, pero tenemos un sistema político bastante mejorable.  

A nivel empresarial, otros estudios de interés, como el “Barómetro del clima de negocios en España. Desde la perspectiva del inversor extranjero”, elaborado por la escuela de negocios IESE, Invest in Spain y Multinacionales por Marca España, nos obligan a reforzar algunos aspectos clave de nuestra economía para ser más competitivos en el mundo del siglo XXI. Este informe nos dice muy claramente que para ser más competitivos tenemos que reducir los costes energéticos, reducir la carga burocrática a las empresas, invertir más en I+D+I, reducir los costes empresariales vinculados a la contratación de trabajadores y agilizar nuestra justicia.

En nuestro país tenemos que aparcar los debates estériles y centrarnos más en estos elementos que aportan riqueza, empleo y prosperidad. Para ello, “hay que hacer lo que hay que hacer”, que diría Rajoy, y escuchar a los que se juegan su dinero a cambio de progreso y desarrollo económico. Los inversores nos dan muchas pistas sobre por dónde tenemos que ir como país. Como hace tiempo que dejé de creer en los Reyes Magos, espero que esta humilde petición llegue a manos de algún monclovita capaz de tomar cartas en el asunto.