Quim Torra funciona como un reloj suizo y, si no fuera porque durante estos años todos hemos aprendido a relativizar las declaraciones de los políticos y muy especialmente las del actual presidente de la Generalitat, todos estaríamos desnortados. Un reloj suizo que pretende marcarle las horas a ERC en cuanto los republicanos emiten alguna señal creíble de estar pensando en abandonar el camino del fracaso en el que está instalado Torra, tan panchamente, y en el que el partido de Oriol Junqueras ha compartido tantas jornadas históricas, hasta ahora.

ERC ha confirmado estos días su acercamiento a los comunes para aplicar modestas medidas fiscales en el tramo autonómico del IRPF para subrayar a los suyos que su futuro candidato a la presidencia es muy capaz de sacar adelante unos presupuestos (si JxCat no lo impide) y de alcanzar acuerdos con gentes no independentistas; los republicanos también han hecho saber su predisposición a enterrar en el ayuntamiento barcelonés el hacha de guerra contra Colau por haber preferido a los socialistas y, además, una inoportuna filtración periodística (esto es lo que tiene el periodismo) asegura que ERC está dispuesta a abandonar la vía unilateral para obtener alguna fórmula de negociación gubernamental en las mesas para tratar el conflicto catalán.

La respuesta de Torra es de manual relojero suizo que quiere entorpecer las buenas noticias, aunque sean protagonizadas por sus socios de Gobierno o justamente por serlo. El presidente anunció ayer en el Parlament que va a convocar, para después de fiestas, una reunión de partidos independentistas para renovar el compromiso con el ejercicio del derecho de autodeterminación; un ejercicio que de no reformarse a fondo la Constitución vigente, es un subterfugio de unilateralidad. Un mensaje claro para ERC: deberéis pagar un alto precio por vuestras concesiones al Gobierno Sánchez, pensadlo bien.

Los republicanos han conseguido que Sánchez llame a Torra, que el presidente en funciones le agende una reunión para cuando sea presidente investido (siempre en el marco de una ronda de encuentros con todos los presidentes, según el protocolo autonómico), pero también habrían aceptado (de hacer caso a la filtración) retornar a los foros multilaterales con el resto de comunidades autónomas; además, su candidato in pectore se vanagloria en público de hablar por teléfono con Sánchez siempre que le conviene. Mucha árnica para Torra, cuya desconexión con la realidad del Estado de las Autonomías es la base de toda su modesta desobediencia, pendiente de una inhabilitación salvadora para su escueta carrera política.

La capacidad de relativizar las declaraciones políticas acabará siendo una virtud reconocida a todos los catalanes, casi tan identificadora y simpática como la tradicional laboriosidad para hacer de las piedras panes que nos suelen atribuir. Solamente hay una manera de que Torra demuestre su verdadera voluntad de acometer un ejercicio de autodeterminación, a saber, la convocatoria de un nuevo y traumático referéndum unilateral. Todo lo que no sea exactamente esto, reeditar el 1-O, es hablar por hablar, buscando la incomodidad de ERC e intentando torpedear la investidura de Sánchez con salvas parlamentarias.

En esto último, en impedir un Gobierno en España, Torra coincide con Inés Arrimadas, quien con diez diputados preconiza el Gobierno de los 221, cuando los 120 del PSOE y los 89 del PP ya tienen trazados otros planes. Habrá quien aplauda esta generosa propuesta de Ciudadanos que dejaría a Sánchez en manos del PP, por entender que es mejor esta dependencia de la derecha que el pacto de la izquierda con el independentismo menos montaraz, o eso parece, según el avance periodístico del pacto.

El aplauso que estas dos propuestas, la de Torra y la de Arrimadas, pueda arrancar entre sus respectivas filas de partidarios no pueden hacernos olvidar que son simples brindis al sol, que solamente buscan crear dudas entre los protagonistas de una negociación de la que ellos están excluidos: Torra por precaución de los interesados y Arrimadas por desinterés práctico. Ahora solo cabe esperar que los interlocutores del pacto sean capaces de darles a dichas propuestas el valor real que tienen.