Cuando parecía que las primarias a la secretaría general iban a fracturar el PSOE, con un resultado que se aventuraba ajustado entre los dos principales contendientes, cuyas figuras políticas se proyectaban como antagónicas, la holgada victoria de Pedro Sánchez con más del 50% de los votos ha despejado ese horizonte de fatal división. Los socialistas pueden sacar pecho porque han llevado a cabo unas primarias tensas pero modélicas, que se han saldado con una altísima participación y zanjado un conflicto por el liderazgo que amenazaba convertirse en una guerra interminable.

Transcurridas ya dos semanas desde su reelección, no se ha producido el giro hacia la extrema izquierda que algunos dirigentes del PP pronosticaron esa noche, ni tampoco los independentistas han encontrado ninguna razón para alegrarse, como también se afirmó categóricamente desde algunos tuits de la derecha. Al contrario, quien más preocupado está hoy es Pablo Iglesias, desde cuyas filas se reconoce sin tapujos que la estrategia del líder socialista pasa por la “aniquilación” de Podemos como alternativa de gobierno. Si pese a estar descabezado el PSOE había aguantado sorprendentemente bien en las estimaciones de voto del CIS, las primeras encuestas después del triunfo de Sánchez reflejan un claro avance en detrimento de la fuerza morada. La moción de censura presentada por Unidos Podemos, diseñada sobre todo para castigar a un PSOE comatoso tras unas primarias que se preveían cismáticas, va camino de ser un gol en propio meta que pueda acabar de erosionar la imagen de Iglesias entre sus propios votantes. “No es presidenciable”, es el dardo que desde el PSOE le han lanzado para justificar la abstención. En cambio, el viacrucis de Sánchez y su resurrección política lo ha convertido en un candidato votable para una parte significativa del electorado de Podemos y el preferido entre el electorado joven de 18 a 34 años, según Metroscopia.

Transcurridas ya dos semanas desde la reelección de Pedro Sánchez, no se ha producido el giro hacia la extrema izquierda que algunos dirigentes del PP pronosticaron esa noche, ni tampoco los independentistas han encontrado ninguna razón para alegrarse

En clave catalana, el regreso del defenestrado secretario general ha compactado más que nunca al PSC con el PSOE. Una victoria de Susana Díaz lo hubiera alejado emocionalmente a tenor del apoyo masivo de los socialistas catalanes a Sánchez. Los independentistas no tienen ninguna razón para alegrarse de su regreso porque, pese a los devaneos con la plurinacionalidad, la posición política del PSOE es de apoyo cerrado al Gobierno frente al desafío del referéndum unilateral. Sánchez se apresuró a llamar a Rajoy para decírselo, e implícitamente para reprocharle que todavía no le hubiera llamado para felicitarle por su victoria. La comunión política con quien lidera el PSOE hace que la actitud del PSC pueda ser hoy mucho más compacta y firme en un momento que se avecina muy crítico.

El tiempo dirá si Sánchez sabe aprovechar esta segunda oportunidad y aprender de los errores. Aunque las primarias le han dado la razón, no podemos olvidar que fue parte activa y responsable en el desarrollo de los hechos que llevaron a la celebración de ese desastroso comité federal de octubre pasado. Pero por ahora empieza bien. Su victoria fortifica al PSC de Miquel Iceta, que mantiene las buenas formas pero ya ningún complejo para criticar al separatismo y su deriva autoritaria. En política general española, el objetivo a corto plazo es recuperar voto que se ha ido a Podemos sin doblarse frente a Iglesias. Aquí su trayectoria lo avala porque él sí puede decir que ha derrotado a la “casta” que dentro y fuera del partido quiso apartarlo para siempre. Ha capitalizado un movimiento de base que quería un PSOE claramente a la izquierda y autónomo frente a los “poderosos” y al PP. El relato que ha permitido su regreso es simplón, pero lo sencillo si es creíble acostumbra a ser imbatible en política.