Ya en 2006 la recogida de firmas en la calle por toda España del PP contra el Estatut fue un sonado error. Para recurrir el Estatut ante el Tribunal Constitucional no eran necesarias las firmas, ni el montaje que las acompañó, tampoco lo son ahora para oponerse a la concesión de los indultos.

Ambas prácticas solo habrán servido para alimentar la catalanofobia en el resto de España y la hispanofobia en parte de Cataluña, y, naturalmente, para las campañas espurias del PP.

Esas recogidas de firmas son un error palmario porque en la democracia parlamentaria la oposición política se ejerce en el Parlamento, y se recurre a la vía judicial solo si se da la vulneración de una norma. La intervención de los partidos políticos, a los que la Constitución atribuye una función fundamental (artículo 6), ha de constreñirse a las instituciones del Estado. Que los partidos bajen a la calle como un grupo reivindicativo más será agitación, provocación, manifestación populista, cualquier cosa, menos ceñirse a su función constitucional.  

En su día, el PP criticó duramente la “consulta” del 9-N, de “horterada callejera” llegó a calificarla un destacado miembro, ¿qué son sino eso sus “mesas petitorias” de firmas? En ocasiones el PP se comporta como un partido antisistema, tiene dirigentes dotados y cuadros muy capaces, pero está visto que la inteligencia y la capacidad no vacunan contra el sectarismo.

La actual recogida es un error inoportuno porque sirve de salvavidas a los secesionistas que se están ahogando en sus contradicciones. Los secesionistas lo presentarán, como hicieron en 2006, como un ataque a Cataluña, lo creerán los habituales, y puede que también unos cuantos no independentistas. Son expertos en ese tipo de manipulación, la bordan, aprendieron del maestro Pujol que convirtió la querella de Banca Catalana en 1984 en un ataque a Cataluña.

Es un ataque, sí, pero al Gobierno de España, y no a Cataluña, porque los secesionistas son solo una parte, un incordio ruidoso, pero solo una parte de Cataluña. Atacarles a ellos con la mala práctica de la recogida de firmas no es atacar a Cataluña. Es una manera sucia de atacar al Gobierno dándole una patada en el culo de los indultos.

El PP en este asunto, en el de la gestión de la pandemia, en el de los fondos europeos, en el de Ceuta --por citar solo casos recientes-- no es “la leal oposición de su Majestad”, que tanto prestigió la democracia del Reino Unido. No saben hacer de oposición leal, o no quieren hacer de tal: vigilante, crítica, contundente si ha lugar, pero constructiva y atenta al interés general. Es esta una carencia grave del PP y por ende de la democracia en España.

Como partido de gobierno el PP --si hiciéramos abstracción de sus corrupciones-- no ha sido ni peor, ni mejor que otros partidos conservadores de Europa, donde existe una variada gama de tendencias conservadoras. Se sitúa en la media, pero como primer partido de la oposición ha sido con frecuencia un desastre, además de desleal, ineficaz al no aportar alternativas constructivas, principalmente en el terreno social, que es el campo donde la oposición debe medirse con el Gobierno.

Lo de los indultos solo afecta directamente a una parte menor de una parte pequeña de España, pero los ERTE, el ingreso mínimo vital, el salario mínimo interprofesional, la retribución de las eléctricas, el precio de la vivienda, la descarbonización, la atención primaria, etcétera, conciernen a toda España y ahí no aporta nada, casi nada o un bloqueo como en la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

Pero la recogida de firmas del PP es más que un error político grave, es una traición a su propia idea de España basada en la unidad. Enfrentar territorios y sus gentes amenaza la unidad y daña la cohesión nacional. Fomentar la ira en unos y el resentimiento en otros es un mal servicio a España.

Si a todo eso añadimos la nueva foto de Colón con la apropiación y utilización sectaria de la bandera común --en la que la responsabilidad mayor será del PP, Vox estará en su papel y Ciudadanos está en proceso de liquidación--, el PP sale malparado en esta lid, y es de lamentar; al perder la dignidad como primer partido de la oposición, pierde calidad la democracia.

 El PP de Pablo Casado se ha alejado (demasiado) de aquel PP que en 2002 en el XIV Congreso Nacional del partido dedicó una ponencia muy meritoria, El Patriotismo Constitucional del siglo XXI, a la Constitución y a su espíritu como lugar de encuentro.

Los indultos no vulneran la Constitución, la recogida de firmas tampoco, pero va contra el espíritu de la Constitución.