Cuando en Madrid se imaginan el adoctrinamiento en las aulas catalanas piensan a menudo en la asignatura de Formación del Espíritu Nacional (FEN) de la dictadura franquista. Algo tan explícito y descarado que solo puede producir el rechazo frontal de las generaciones que lo han sufrido. Pero nada más lejos de la realidad.

El presunto adoctrinamiento catalán que muchos medios nacionales magnifican de forma irresponsable no es nada más que la formación de un mapa mental de referencia circunscrito a Cataluña. En nuestras aulas España existe por omisión, como algo lejano. Pero en ningún caso se educa en el odio a España.

Algunos me tildarán de blanda y otros tantos de ser un producto más o menos logrado de la escuela pública catalana, pero me es difícil hablar de odio para denunciar lo que sucede en las aulas catalanas. Lo que yo he vivido es lo mismo que pasa en Francia o Italia (y especialmente en EEUU): una exaltación de lo propio. La diferencia es que, cuando lo hacen los Estados, a nadie se le ocurre llamarlo adoctrinamiento sino creación o refuerzo de la conciencia nacional.

El problema que ahora observamos es que se ha dejado que la mayor herramienta para la igualdad entre ciudadanos --la educación-- sea monopolio de los nacionalismos regionales. De la política y no de la pedagogía. Fernando Savater decía que en nuestro país la educación ha estado siempre en manos de los curas locales, que educaban en la voz del pueblo porque esto les permitía tener el control. Eran los extranjeros los que traían las ideas de la enciclopedia.

El presunto adoctrinamiento en la educación es la formación de un mapa mental de referencia circunscrito a Cataluña. En nuestras aulas España existe por omisión, como algo lejano

Ahora la educación pública está en manos de Gobiernos autonómicos. Quizás es precisamente por ello que no solo el independentismo es más elevado entre las rentas medias y altas sino también entre los ciudadanos con mayor nivel de estudios. Son los hijos del sistema o los que más se benefician de éste quienes más apoyan la independencia.

Alguien dijo que los fascistas del futuro se llamarán a ellos mismos antifascistas. Con los revolucionarios debe pasar algo parecido. Los que más se llaman a sí mismos revolucionarios y resistentes al "Estado opresor" desconocen que son en realidad los alumnos más obedientes y aplicados que ha creado el poder nacionalista. Somos un producto del amor a nuestra cultura. Pero este amor no me oculta que también he sido víctima. Víctima de un sistema que me ha hecho ver a un madrileño o a un gallego tan ajeno como un inglés o un alemán. Un sistema que nos ha dado, pero también nos ha quitado el sentirnos parte de los logros compartidos.

Si en Francia la Revolución introdujo la enseñanza pública, en España la fragmentó en sus autonomías. Necesitamos una educación pública que sea de todos.