Pensamiento

Racismo y separatismo

15 noviembre, 2015 00:00

Decía Goethe que muchos hombres no se equivocan jamás, porque no se proponen nada razonable. Por tanto y en el tema que nos ocupa, la cuestión es preguntarnos si tiene o no justificación el separatismo. En otras palabras, si a los separatistas les asiste o no la razón.

La ideología nacionalista en Cataluña se sustenta en tres aspectos justificativos únicos y fundamentales: una motivación política, una motivación cultural y una motivación económica

Para ello debemos establecer que la ideología nacionalista en Cataluña se sustenta en tres aspectos justificativos únicos y fundamentales: una motivación política, una motivación cultural y una motivación económica. En base a esta consideración, el individuo separatista puede centrar su razón ideológica para querer separarse de España, asumiendo sólo una de estas estas premisas, dos, o las tres simultáneamente. Vayamos por partes:

a) Motivación política

La justificación política del separatismo tendría una razón de ser, si el sistema político español fuese despótico o dictatorial, por ello y para salvaguardar las libertades públicas de los catalanes, sería hasta cierto punto factible la secesión de Cataluña; porque el Estado central tendría sometida y privada de derechos elementales a la población catalana. En esta línea podríamos encuadrar el intento de invasión perpetrado por Francesc Maciá tras los sucesos de Prats de Molló, durante la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo en la actualidad, el sistema político que rige el Estado español es la monarquía parlamentaria, en la que las libertades públicas y los derechos fundamentales de los catalanes están garantizados, y por tanto, no es justificable la independencia desde un punto de vista político.

b) Motivación cultural

Los separatistas sostienen que si Cataluña no se independiza del resto de España, el catalán como lengua desaparecerá y con ello toda la cultura catalana. Estamos aquí ante otra falacia justificativa, porque en toda la historia de Cataluña, la lengua y la cultura catalana, nunca han estado tan protegidas como ahora, con un sistema educativo de sobreprotección que se denomina de inmersión lingüística, y una administración pública autonómica que subvenciona ilimitadamente todo los relacionado con la cultura y lengua catalana.

c) Motivación económica

Los separatistas también argumentan dentro de una línea más utilitarista, que Cataluña ingresa tributariamente al Estado más de lo que recibe. Se trata del famoso "España nos roba". No vamos a exponer aquí si eso es verdad o no, pero si aceptamos la veracidad de esa afirmación, y sostenemos que a los catalanes, ser españoles nos cuesta dinero, también podemos decir que Comunidades como Valencia, Baleares o Madrid aportan porcentualmente más fondos al Estado que Cataluña, y en esas Comunidades no existe un nacionalismo político relevante. Además debemos de valorar que ser europeos también nos sale caro, porque son ingentes los fondos de la Comunidad autónoma catalana, que están destinados a sufragar a la Unión Europea, que los destina como fondos de cohesión a países incorporados recientemente a la Unión, y curiosamente prácticamente todos los separatistas defienden aférrimamente la inclusión de la futura República catalana como miembro de la Unión Europea.

Resulta evidente que el separatismo es injustificable e indefendible, dentro de parámetros amparados por la lógica

Llegados a este punto, resulta evidente que el separatismo es injustificable e indefendible, dentro de parámetros amparados por la lógica. A partir de aquí llegamos a la conclusión de que lo que no se sustenta en la razón sólo puede ampararse en los sentimientos. Pero cuáles son los sentimientos que acongojan a los separatistas y que les inducen, no sólo a querer separarse del resto de España, sino a rechazar todo lo relacionado con lo hispano.

Para analizar este comportamiento, debemos establecer dos conceptos netamente subjetivos que delimitan el catalanismo diferenciador: el primero son los denominados "derechos históricos" que definen el llamado "hecho diferencial", que se presenta como una supuesta marca de identidad que se supone tenemos todos los catalanes, sólo por el hecho de serlo, que nos distingue del resto de los españoles, y que nos hace ser mejor que ellos, en base a una historia milenaria, que se afirma sólo tiene la Cataluña, surgida de los Condados Catalanes. Esta teoría diferenciadora se descompone en sí misma, por la sencilla razón de que otras partes de España, como Valencia, Galicia, Andalucía, Navarra, Asturias, Castilla, León y el resto del territorio nacional, también tienen una historia tan peculiar como milenaria, que se ve fusionada, como la de Cataluña, en una historia bimilenaria de la Hispania-España.

Este convencimiento supremacista insertado en el pensamiento de muchos catalanes llega a su punto de paroxismo cuando se denomina "inmigrantes" a todo español que se le ocurre venir a vivir a Cataluña

El segundo concepto netamente subjetivo y diferenciador, está relacionado con una supuesta superioridad de la cultura catalana. Este convencimiento supremacista insertado en el pensamiento de muchos catalanes llega a su punto de paroxismo cuando se denomina "inmigrantes" a andaluces, extremeños, gallegos y a todo español que se le ocurre venir a vivir a Cataluña. Este fenómeno que aquí encontramos la mar de normal, escandaliza a todos los extranjeros, porque jamás a un parisino se le ocurre llamar inmigrante, a un francés occitano que va a trabajar a París, o a un berlinés jamás usa ese epíteto para un bávaro que vive en Berlín, y evidentemente lo mismo le pasa a un nuevayorquino respecto a un tejano.

Los separatistas y muchos que no lo son, además, cuando se refieren a estos colectivos, afirman que "deben de integrarse en Cataluña", sin darse cuenta que esta afirmación implica un profundo sentimiento etnocéntrico. Y es precisamente este etnocentrismo, de sentirse superior a los demás y de sentir que Cataluña está por encima del resto de Comunidades, lo que da sustrato a toda la ideología separatista.

Afirman que estos colectivos "deben de integrarse en Cataluña", sin darse cuenta que esta afirmación implica un profundo sentimiento etnocéntrico

Otros colectivos humanos racistas, como en la Alemania de los años 30 o los Estados del sur de Norteamérica, han enfocado su racismo hacía colectivos que se consideraba ajenos a la comunidad nacional, y que eran fácilmente identificables. Pero aquí el racista separatista catalán infiere su racismo hacia sus propios compatriotas, y esto es lo que confiere a los partidos y asociaciones separatistas, su alta peligrosidad social, precisamente porque se trata de un racismo real y efectivo, pero difícil de detectar, porque, a diferencia de los movimientos racistas que se producen y se han producido durante la historia de la humanidad, se presenta como integrador y democrático.

Resulta evidente que esta línea de pensamiento, insertado en la clase política que gobierna la Cataluña autonómica generaría episodios de estigmatización y de exclusión de amplios sectores de la sociedad catalana que se considerasen españoles, si llegase a proclamarse la República catalana.