Los asalariados disponen principalmente de dos partidas para reducir la cuota a pagar a Hacienda: las aportaciones a planes de pensiones y los donativos. En casi todos los otros conceptos que permiten disminuirla, los importes son asignados de forma automática, pues dependen de la situación personal, familiar y profesional del contribuyente.

Ambas aportaciones deben ser planificadas con antelación. Si uno cree que paga demasiado y realiza en el mes actual un desembolso por alguno de los anteriores conceptos, este no conseguirá reducir la cuantía a sufragar en julio. En cambio, si le servirá para pagar menos el próximo año.

En los planes de pensiones, la aportación máxima efectiva de carácter anual en el territorio tributario común asciende al 30% de los rendimientos netos del trabajo, siendo el importe más elevado permitido de 8.000 euros. Una cuantía que disminuyó con la reforma del IRPF que entró en vigor en 2015, pues anteriormente era de 12.000 euros para los que tenían 50 o más años y 10.000 euros para el resto.

La deducción por donativos depende del importe concedido y de la regularidad de la donación. Los primeros 150 euros desgravan un 75%, el resto lo hace un 30%. No obstante, si la aportación es recurrente (realizada durante tres o más años seguidos), el porcentaje desgravado aumenta a un 35%.

Una vez agotadas las dos anteriores vías, hay un significativo número de contribuyentes que piden al asesor fiscal que haga milagros y reduzca el importe a pagar. Para perplejidad de este, algunas de las sugerencias realizadas son: el olvido de los ingresos provenientes de actividades extraordinarias (por ejemplo, alguna conferencia o colaboración puntual con otra empresa), una gran donación inexistente o la invención de una deducción por inversión en vivienda (solo vigente para los que adquirieron el piso donde viven antes de 2013).

En los tres casos indicados, la probabilidad de que Hacienda les envíe una paralela y deban pagar lo defraudado, más una multa del 50%, se acerca mucho al 100%. En la actualidad, su control es muy superior al que tenía en el pasado y casi nada se le escapa. Por tanto, no vale la pena jugársela, olvidarse ingresos y aumentar deducciones que son fácilmente detectables mediante una simple comprobación de datos.

Las nuevas herramientas informáticas de Hacienda hacen más difícil defraudar con éxito. También la reducción de las deducciones. Por ambos motivos, ya no cuela la desgravación de una ampliación de una hipoteca destinada a pagar la reforma de una cocina, un gran viaje u otras necesidades o caprichos. Antes era frecuente que lo hiciera, a pesar de que ninguno de dichos conceptos era desgravable. Para pillar al contribuyente, Hacienda le debía inspeccionar. Una actuación nada frecuente entre los asalariados.

En el momento actual, se le suelen escapar las verdaderas plusvalías obtenidas por la venta de inmuebles, acciones, bonos o fondos de inversión. En los últimos tres casos, conoce con exactitud el importe de venta, pero no el de adquisición, pues este inicialmente no se lo proporciona la entidad financiera. En los fondos, es muy difícil averiguarlo, si el partícipe ha hecho aportaciones en diferentes años y ha traspasado total o parcialmente aquellas de unos a otros varias veces.

Tampoco consigue saber si una plaza de parking está o no arrendada. Por tanto, difícilmente cazará al propietario si percibe el alquiler en negro. En el caso de un piso, que ni es su residencia habitual ni vacacional, si el importe declarado se corresponde con el de una renta imputada, no suele comprobar si está o no alquilado.

Los empresarios y profesionales que trabajan por cuenta propia tienen más opciones para engañar a Hacienda que los asalariados. Para empezar, tienen mucha más capacidad para generar dinero negro. Un ejemplo claro son algunos médicos que te obligan a pagar en efectivo y les cuesta muchísimo realizar una factura por sus servicios.

No obstante, el fraude más clásico consiste en inflar los gastos deducidos por la realización de la actividad. Algunos se los inventan y otros ponen los que han tenido, de los que incluso poseen comprobantes, pero que saben que Hacienda no considera deducibles. Hay algunos ejemplos que invitan al sonrojo. Entre ellos, la desgravación de la cesta de la compra semanal, las comidas familiares de los domingos o el yate de más de un adinerado. Las inspecciones entran en el detalle y analizan si su deducción es o no correcta.

Los contribuyentes que tienen un chollo son los que pueden tributar por el sistema de módulos. Para Hacienda, sus ingresos no son los realmente obtenidos, sino los fijados por unos parámetros establecidos por ella. Generalmente, estos son bastante inferiores a aquellos. Debido a ello, por IRPF pagan muy poco. Un ejemplo son los taxistas. El gasto por carburante, así como la amortización anual del automóvil y la licencia, hace que no abonen casi nada.

España es un país de listillos. Por ello, es importante que sepan que Hacienda lo es más que ustedes. Por tanto, no les compensa correr riesgos tributarios. Para la mayor parte de los contribuyentes, la posibilidad de que les pillen supera a la de que se escapen. Además, pagar los impuestos que nos corresponden es imprescindible para tener un buen estado del bienestar. Desgraciadamente, una característica que principalmente valoran los que no lo tienen.