Sede del grupo Copisa, situada en el término municipal de Hospitalet del Llobregat / CG

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Pensamiento

Putrefacción y favoritismos en Cataluña

La constructora Copisa, de l’Hospitalet de Llobregat, está en el ojo del huracán por ingresar mordidas cuantiosas a las fundaciones de Convergència

25 octubre, 2015 00:48

Junto con Teyco, de los Sumarroca, y el grupo manresano Soler, de Jordi Soler Paredes, Copisa encarna la quintaesencia de la podredumbre que anega Cataluña.

Hace un par de meses, su líder y principal accionista Josep Cornadó Mateu adoptó una decisión heroica. Dio el cese al consejero delegado Xavier Tauler Ferré, tras su imputación en la Audiencia Nacional por presunto pago ilícito de 3 millones a Jordi Pujol Ferrusola.

El apartamiento de Tauler fue sólo cosmético y de cara a la galería, pues el caballero sigue tan pancho en la nómina de Copisa, ahora como asesor, dedicado a su tarea predilecta de captar pedidos de obra pública mediante comisiones. El futuro de la empresa y sus 1.400 trabajadores se presenta sombrío. A ver qué alcalde se atreve a concederle contratas, ante el riesgo de que se enciendan todas las alarmas.

Tauler está encausado por partida doble. En la Audiencia Nacional, por sus mangoneos con el primogénito del ex muy honorable. Y ahora en un juzgado de El Vendrell, por sus enjuagues con Infraestructures, organismo del Govern que reparte toda la obra pública, por valor de miles de millones de euros.

A propósito de Infraestructures, es llamativo que sus dos jerarcas máximos estén hoy procesados. El pasado verano, la fiscalía se querelló contra el presidente, Joan Lluís Quer. Le acusa de malversación de fondos públicos, debido a que una firma de su órbita se benefició de contratos por 7,6 millones de la Agencia Catalana del Agua, poco después de que Quer cesara en el cargo. Según la demanda, los expedientes adolecían de “un cúmulo de anomalías de grueso calibre”.

A su segundo de a bordo en Infraestructures, Josep Antoni Rosell, íntimo del consejero de Justicia Germà Gordó, lo apresó la Guardia Civil el miércoles en una batida que acabó con el tesorero de Convergència Andreu Viloca incomunicado en una celda.

Pasta gansa

En la misma redada se detuvo a Josep Manuel Bassols Puig, ex alcalde convergente de Anglès y hoy delegado en Cataluña de la constructora madrileña Oproler, otra dadivosa protectora de las fundaciones convergentes. Crónica Global reveló que está casado con Núria Bassols Muntada, ex miembro del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Por las manos de doña Núria, cuando ejercía de magistrada, pasaron dos sonados casos de corrupción pujoliana, Casinos, por financiación ilegal, y Adigsa, gestora de las viviendas públicas de la Generalitat, por cobro de comisiones. La señora Bassols archivó olímpicamente ambas causas. Luego, Artur Mas le devolvió el favor: la nombró comisionada para la Transparencia, con un sueldazo de 108.000 euros.

Esta deferencia de Artur Mas recuerda punto por punto la que mostró al juez Santiago Vidal, de la Audiencia de Barcelona, quien en sus ratos libres elaboró una Constitución para Cataluña. Cuando se dio a conocer el texto, reputados expertos lo motejaron de “auténtico bodrio”, que no podía sino “provocar hilaridad y perplejidad, pues semejaba redactado por un alumno de primero de Derecho”.

Luego, el Consejo del Poder Judicial expedientó a Vidal y lo suspendió durante tres años. En verdad, no parece presentable que quien juró cumplir y hacer cumplir las leyes, diese en vulnerarlas sin recato.

Vidal no quedó en la indigencia. Artur Mas lo enchufó al presupuesto con un cargo rimbombante, creado ad hoc, de “director del programa para el estudio de las instituciones y los organismos de la Administración de justicia”. Devenga 84.000 euros anuales, más que el mismísimo Mariano Rajoy.

Hay que reconocer a Artur Mas un enorme mérito. Sus hazañas son inasequibles para el común de los mortales. En poco más de dos años, ha destrozado su partido, arruinado su carrera política y sumido las finanzas de la Generalitat en la bancarrota. De propina, deja Cataluña sujeta al “diktat” de una formación anarquista y antisistema. Un águila, este Mas.