Viendo no sólo el profundamente preocupante panorama sanitario y económico actual en España sino lo que se nos avecina, me viene a la mente el popular refrán “los árboles no dejan ver el bosque”. Y es que considero que nos estamos volcando en demasía en mirar atrás o, a lo sumo, en lo que ocurre en el día a día --pues razones no nos faltan, atendidas las torpes y en ocasiones inaceptables por ilegales actitudes de algunos políticos-- y ello está eclipsando total o parcialmente un tema determinante: el futuro que nos depara.

A diferencia del PSOE, al que suele caracterizar ir cual buque a la deriva fruto de su genuina y constante improvisación con múltiples vaivenes en sus decisiones --ya decía Manuel Fraga que los socialistas sólo aciertan cuando rectifican--, el líder de Unidas Podemos temo que tiene muy clara su estrategia a corto, medio y largo plazo. A raíz de ello me preocupa cómo, de forma más o menos sibilina, nos va alejando de nuestro consolidado modelo de Estado, la monarquía parlamentaria, hacia un república dictatorial, como su admirada Venezuela. Y es que decisiones tales como restringir la libertad de prensa, apropiarse de todos los test Covid-19 que tenía el sector privado (mi mujer contrajo el virus y ante la imposibilidad de hacerse el test --que, en cambio, se ha podido hacer varias veces Irene Montero--- por apropiación de todos los test por el Estado, no sabe si lo ha superado), o decomisar 2.000 mascarillas en la empresa Siemens preparadas para proteger a su personal, se me antojan medidas impropias de un partido constitucionalista como el PSOE, pero muy propias de un partido con mentalidad bolchevique, como Unidas Podemos.

Intuyo que el vicepresidente Iglesias pretende extender el confinamiento para dañar al máximo al sector privado y acentuar de este modo la dependencia de “papá Estado”, erigiéndose como único salvador posible al que, consecuentemente, deben otorgársele máximos poderes, lo cual deriva en despotismo, y no precisamente el ilustrado. Y es que si a mí me parte las piernas una persona y luego la misma persona me da unas muletas para caminar, no concluiré que me ha ayudado por darme esas muletas, sino que me ha perjudicado seriamente porque antes de él no las necesitaba para caminar. Y eso es lo que creo que pretende Pablo Iglesias --quien parece gobernar de facto España, eclipsando no sólo a las vicepresidentas primera y tercera (señoras Calvo y Calviño de las que, si se fijan, ya apenas se habla) sino incluso al propio presidente Sánchez-- con la adopción de una medida como la renta mínima vital. Así llevan lustros engañados los venezolanos con Maduro actualmente, y con Chávez anteriormente, los argentinos con los múltiples gobiernos peronistas, y tantos otros ejemplos de populismo de izquierdas consistente en recortar derechos y libertadas al pueblo mayoritario --que obviamente es siempre el más humilde-- para acabar provocando en dicho pueblo el síndrome de Estocolmo, entregándose incondicionalmente a su secuestrador, el político populista.

Estamos por tanto en un importantísimo y sumamente trascendental punto de inflexión en la historia de España. Por lo tanto espero y deseo que, al menos por una vez, todos los partidos políticos aparquen sus egos,intereses partidistas y miopía como estadistas y pongan toda la carne en el asador para lograr unos nuevos pactos de la Moncloa, y de este modo frenar hasta abortar esta peligrosísima derrota --tanto en la acepción náutica del término como en su acepción de resultado-- que, con o sin el conocimiento del presidente Sánchez --pues ya no distingo entre cuándo cede por la codicia de seguir en Moncloa y cuando por ineptitud, dependencia o falta de estrategia propia--, está forjando el vicepresidente Iglesias. De lo contrario podemos pasar a sufrir algo infinitamente más preocupante que el enorme mal sanitario y económico que actualmente padecemos: la perdida de nuestra libertad.