Las señales de humo emitidas por Carles Puigdemont mediante el documento del Consell per la República aprobado hace unos días estaban dirigidas especialmente a ERC y permiten aventurar un futuro inminente de más líos de familia entre independentistas. El plan del legitimismo es un desvarío en general porque está construido a partir de un análisis de la situación que obvia la realidad del país; sin embargo contiene algunas de las líneas rojas que JxCat está trazando para llegado el caso de una victoria electoral de Pere Aragonés. Este fue el primer recado de la semana, el segundo llegó ayer, Puigdemont encabezará la lista de JxCat porque todavía ve posibilidades de ganar las elecciones y no está dispuesto a perderse ningún éxito.

La negociación entre una ERC victoriosa y un JxCat enrabietado por su derrota será muy compleja. Puigdemont y su consejo republicano han situado como primer punto de su “desbordamiento democrático al estado fallido” una condición de difícil aceptación por Aragonés: el nuevo gobierno deberá levantar la suspensión de la Declaración de Independencia e implementar la República Catalana. De mantenerse esta cláusula,  la probabilidad de un gobierno de coalición independentista presidido por Aragonés se vería altamente comprometida, a menos que fuera acompañada del cierre de la mesa de negociación con el gobierno Sánchez y el regreso de los republicanos al mundo imaginario de Puigdemont.

De todas maneras aún está por ver que ERC gane las elecciones, los últimos sondeos mantienen la incógnita. Primero deberá resistir el embate de JxCat y después evitar errores en campaña como los cometidos en los anteriores comicios. ¿Puede ganar el partido de Puigdemont las elecciones? Por supuesto que sí y la decisión del expresidente de comparecer ante las urnas lo confirma. Laura Borràs es lo más parecido a Puigdemont que puede ofrecer a día de hoy el independentismo, a pesar de sus diferencias personales, y Puigdemont ya sabemos que es el dirigente que mejor conecta con el soberanismo más populista, así que el ticket es una amenaza muy seria para Esquerra Republicana.

El discurso de la exconsellera contiene todos los elementos de ensoñación propios de quienes consideran el 1-O como el momento fundacional de una nueva república así como la inevitabilidad metafísica de su advenimiento y comparte con Puigdemont una percepción de la realidad tan sesgada como exagerada, según la cual el estado represor ha convertido Cataluña prácticamente en una catacumba para los independentistas, obviando su control de las instituciones y de los medios de comunicación públicos. Está demostrado que con la fe de lo inevitable y la fuerza ancestral del victimismo se ganan elecciones en la Cataluña del siglo XXI, sin mayores obstáculos a partir de la división del país en dos bloques estancos e irreductibles.

El hecho que ERC haya modificado su posición estos últimos años, recuperando el pragmatismo que un día le impulsó a participar de un gobierno de izquierdas, es un argumento muy valioso para JxCat. ERC también dice creer en la Cataluña en la que todos los catalanes pasan a ser confundidos por independentistas y por tanto, susceptibles de ser perseguidos por sus ideas y como tales integrantes de una supuesta minoría nacional oprimida, sin embargo, duerme con el enemigo en la Moncloa. Puigdemont y Laura Borràs pondrán en la diana de su campaña la credibilidad de los republicanos como auténticos patriotas, sugiriendo que ERC estará dispuesta a trasladar a la Generalitat su colaboración con los socialistas.    

De momento, la candidata a la investidura no parece querer competir con el presidente de JxCat y cabeza de lista para ver quién representa mejor el espíritu de la nación catalana que el documento del Consell per la República atribuye en exclusiva a la futura Autoritat Nacional, organismo que  Puigdemont presidirá desde Waterloo en detrimento de la Generalitat. Habrá que esperar acontecimientos. El último presidente vicario de la Generalitat acabó distanciándose de su mentor residente en Bruselas porque las cosas se ven diferentes desde el Palau de la Generalitat. De entrada, el carisma y la ambición política se perciben mucho más nítidos y poderosos en Borràs que en Quim Torra.

La Autoritat Nacional anunciada por Puigdemont se implementará a un ritmo acelerado, de presidir Aragonés la Generalitat sin el concurso de JxCat, hasta presentarla como un pretencioso gobierno en el exilio. Esta es la amenaza implícita en la estrategia del Consell per la República del que los republicanos se han descolgado y que será utilizada en su contra en función del resultado electoral. De acceder Borràs a la presidencia, el desarrollo de la nueva jugada maestra del expresidente se ralentizará hasta dar con una entente satisfactoria para los dos. En última instancia, dicha Autoritat no está pensada para crear un Estado catalán sino para disponer de una plataforma particular desde la que Puigdemont aspirará a negociar con el gobierno de España las condiciones de su regreso cuando el Código Penal reformado así lo permita.