Cuando uno lee en este periódico que TV3 quiere ser un referente del público infantil, lo único que le viene a la cabeza es: ¿más todavía? Porque uno estaba convencido de que TV3 hace tiempo que se dirige solamente al público infantil, a ese público que se lo cree todo, que no tiene criterio y que solamente le interesa que le digan aquello que está dispuesto a oír. El público infantil, quiero decir mentalmente infantil, constituye la totalidad del target de la televisión catalana. Esos niños de teta que creen en el procés, en presos políticos, en exiliados, en el Estado opresor y en los Reyes Magos son los que se ponen delante del televisor a ver TV3. Si resulta que el Canal 33, antaño dedicado a los infantes, está perdiendo audiencia a cascoporro, es porque los niñitos catalanes –algunos de los cuales son padres e incluso abuelos de familia— ya cuentan con TV3 y con el 3/24 para saciar su sed de cuentos y fantasías.

¿Para qué entretenerse con las aventuras de Tomàtic –si es que tal engendro existe todavía— o series de dibujos animados, pudiendo ver el FAQS los sábados o el programa de Grasset cada noche? Es difícil imaginar cómo pueden los responsables de la cadena dirigirse todavía más al público infantil, cuando ya hace tiempo que la credibilidad de TV3 está al nivel de un niño de primaria. Bajarlo más todavía para así captar a los de preescolar se me antoja tarea difícil, pero capaces son, si se ponen a ello.

Ahora se entiende que los responsables de programación salten raudos a taparle el pecho a la portavoz del Gobierno cuando la entrevistan y luce canalillo. Una televisión que aspira a ser un referente infantil no puede permitirse tales indecencias, que hoy los niños son muy precoces y les asaltan malos pensamientos a edades muy tempranas, se entregan a los placeres solitarios a la menor ocasión. A ver si a partir de ahora las ruedas de prensa posteriores al Consell Executiu se van a llenar de niños para poder ver de cerca al objeto de su deseo. No, más vale prevenir.

Si ideológicamente poco puede hacer TV3 para ser más infantil, quizás haya que poner el acento en las imágenes que emite, y vestir a entrevistadas y presentadoras como señoras de Acción Católica. Contar cuentos lo hace muy bien TV3 desde hace años, ahora falta que quienes los cuentan no muestren cacho.

No es cuestión de modificar en exceso la programación, puesto que ya actualmente no hay adulto que pueda seguirla sin sonrojarse. Lo que han hecho los responsables de TV3 es simplemente reconocer una evidencia: que sus programas van dirigidos a menores desde el punto de vista psicológico, esos mismos menores que cualquiera puede ver por la calle con un lacito amarillo –todavía— en la solapa. Para estos es para quienes TV3 quiere convertirse en referente, hay que evitar a toda costa que –ni que sea por casualidad durante una pausa publicitaria— los televidentes catalanes sintonicen jamás ninguna otra cadena. Contar cuentos de tal manera que pasen por realidad es una ardua labor a la que TV3 se entrega desde hace años, pero bastan unos minutos en otro canal para sembrar dudas en el espectador. ¿Y si alguien llega a pensar por su cuenta? Eso es lo que hay que impedir.

De los menores biológicos, es decir, de los niños de verdad, no vale la pena preocuparse, esos no van a sintonizar TV3 en su vida, pertenecen a una generación para quienes la TV es un artefacto tan extraño como una gramola. En cambio, hay que luchar por mantener fieles a todos esos menores de entendimiento que todavía ven un informativo de TV3 sin reírse. Los hay, yo conozco un par.