El XIII Congreso de los socialistas catalanes que se inicia este viernes va estar presidido por un clima de paz interna tras la victoria de Miquel Iceta frente a Núria Parlon en las primarias. Van a producirse muchas unanimidades tanto en la resoluciones políticas como en la elección de los miembros de la nueva ejecutiva. La alcaldesa de Santa Coloma se ha limitado a exigir para ella la Secretaría de Política Municipal, más el control sobre algunas otras áreas menores y, sobre todo, imparcialidad en la Secretaría de Organización. La propuesta más problemática, la llamada vía canadiense, será finalmente descartada por tratarse de una absurda invitación al fracaso de la reforma federal. La fórmula había sido incorporada en la ponencia del congreso por los rescoldos del obiolismo sin mediar ningún debate previo y asumida de manera un tanto inconsciente por Iceta, tal vez como un posible cortafuegos si el derecho a decidir volvía a sacar la cabeza de la mano de Parlon. Pero como una de las condiciones para apoyarla en las primarias, sobre todo por parte de la poderosa federación del Baix Llobregat, fue que se olvidara de la consulta, Parlon solo planteó en su pulso con Iceta la necesidad de concretar más a fondo los contenidos reforma constitucional suscrita con el PSOE hace tres años en Granada. En este punto, las primarias fueron aburridamente planas.

En el PSC se ha hablado a menudo de revisar su relación con el PSOE, pero jamás se ha hecho nada en serio porque los socialistas catalanes disfrutan de una posición de privilegio

Contra lo que a veces se dice por parte del nacionalismo español, la realidad es que hoy el PSC ha abandonado por completo el derecho a decidir que, en febrero de 2013, le enfrentó al partido hermano y produjo la primera indisciplina de voto cuando 13 de sus 14 diputados en el Congreso (excepto Carme Chacón) votaron a favor de una resolución de CiU e ICV a favor de un referéndum legal y acordado con el Gobierno español. Desde entonces, en el PSC se ha hablado a menudo de revisar su relación con el PSOE, pero jamás se ha hecho nada en serio porque los socialistas catalanes disfrutan de una posición de privilegio. Participan en pie de igualdad en los órganos federales, sin que desde la calle Ferraz puedan entremeterse en sus decisiones o en la configuración de listas. Lo paradójico es que esta revisión va a producirse probablemente ahora, y no por deseo del PSC, sino por el enfado de una parte mayoritaria del PSOE. Y no por una cuestión de soberanía catalana, como era la discrepancia ahora ya inexistente sobre el derecho a decidir, sino como consecuencia de la desgarradora lucha interna dentro del socialismo español en la que el PSC ha tomado parte activa hasta el punto de convertirse en el territorio que más se identifica con el sanchismo.

La forma como se produjo su defenestración fue bochornosa, pero eso no debería impedirnos reconocer que Sánchez se ha convertido en una figura tóxica para reconstruir la socialdemocracia en España

En el cónclave de este fin de semana los socialistas catalanes tendrán que reflexionar sobre si no les conviene alejarse del destronado Pedro Sánchez. Más aún cuando en la famosa entrevista con Jordi Évole se retrató, para disgusto incluso de muchos que le guardaban simpatía, como un político aventurista e irresponsable, capaz de desmentirse así mismo de manera inconsecuente con el único resultado de acabar ratificando punto por punto las tesis conspiranoicas de Podemos y los separatistas. Sería injusto decir que toda su trayectoria como secretario general es negativa o que toda la culpa de lo sucedido en el PSOE es suya. En absoluto. La actitud cobarde de los barones territoriales es igualmente censurable, y tampoco Susana Díaz se libra de la quema, pero él es el máximo responsable de la ratonera argumental en la que entró el partido tras las segundas elecciones del 26J. La forma como se produjo su defenestración fue bochornosa, pero eso no debería impedirnos reconocer que Sánchez se ha convertido en una figura tóxica para reconstruir la socialdemocracia en España. Por eso, la nueva dirección del PSC, partido cuyos militantes sufren de esa querencia romántica tan catalana hacia los perdedores, debería tomarse en serio la tarea de desinstalar el sanchismo.