Hay días que parece que nuestro modo de vida depende de un chip. El año pasado, el presidente chino ya indicó que China debe volver a ser una superpotencia tecnológica autosuficiente para salvaguardar su seguridad económica nacional. China quiere poner fin a la dependencia de la tecnología de Estados Unidos, Japón y otros proveedores que consideran rivales desde que Huawei perdió el acceso a las tecnologías estadounidenses (incluidos los chips) en 2018 bajo las sanciones de Trump por acusar a la empresa de espionaje para China y aún más desde padecer los problemas de suministro durante la pandemia.

China tiene una estrategia bien definida y para ello debe tener el control de toda la cadena de valor de componentes de chips. Los chips son hoy en día la pieza clave en todo tipo de productos electrónicos, desde teléfonos, automóviles, electrodomésticos o dispositivos médicos y por tanto han pasado a ser más importantes estratégica y económicamente que el petróleo.

En primera instancia, el Gobierno ha incentivado a que estos chips se diseñen y produzcan en China. De hecho, está presionando a las empresas chinas como el gran e-commerce chino Alibaba para diseñar y fabricar los circuitos de los ordenadores a través de su empresa desarrolladora de microchips T-Head además de otras como Tencent o Xiaomi. Huawei y algunas empresas chinas están cerca de igualar a productores como Intel, Qualcomm o Samsung en el diseño de chips lógicos, pero cuando hay que fabricarlos, las empresas chinas llevan una década de retraso respecto a los lideres como la taiwanesa TSMC. El problema es que, si fuera sencillo producirlos, todos tendríamos a estas alturas una fábrica cercana pero lo que es cierto es que un chip requiere 1.500 pasos de precisión microscópica con tecnologías varias.

La alternativa a producir in situ es controlar la producción en otros países. Invertir en países africanos para controlar sus minas de tierras raras no fue fortuito y tampoco lo es ahora su urgencia por recuperar Taiwan.

China ha intentado captar talento de TSMC y ahora amenaza a productores de teléfonos para que contraten a las empresas chinas mientras reclama Taiwan como parte de su territorio y Europa evita la compra de empresas europeas de tecnología por empresas chinas como la holandesa AMSL por la china SMIC.

Pese a todo, Xi Jinping le dijo a la cara (por videoconferencia) a Biden que "los que juegan con fuego (en Taiwan) se queman”, al mismo tiempo que las empresas chinas de chips tienen el tantra de “menos chips (fuera), más China” y por tanto nada de exportarlos. El secretario general de la ONU pidió a ambos que “deben evitar que el mundo se separe” también indicando que ahora todos los teléfonos funcionan con un estándar, si empezaran a separar productos y mercados, la economía se desaceleraría.

Si China invade Taiwan, los Estados Unidos sugieren tener preparada una política de tierra quemada, autodestruyendo las fábricas de chips de TSMC aún contra sus propias empresas (TSMC es proveedor de Apple entre otras) para evitar la invasión y disuadiendo a China. En este caso, Samsung, con sede en Corea del Sur, aliado de Estados Unidos, sería la única alternativa para ciertos chips. China mantiene que su interés por Taiwan no es otro que completar la reunificación y nada que ver con TSMC.

La única esperanza, y por ser prosaica, es que una invasión o guerra formal tendría para el Partido Comunista Chino unos costes que no se puede permitir. Espero que no tengamos que vivir la primera guerra mundial tecnológica por una fábrica de chips y empecemos a practicar la diplomacia aunque sea digital.