Los presos del 'procés' ya están en la calle. Sí. Los autores del golpe catalán de 2017 ya disfrutan del tercer grado. Pasaron todo el pasado fin de semana en casa. Semilibertad concedida por la Generalitat. ¿No lo sabía? Seguro que sí. Servidor, por el contrario, casi no se entera. Hay tanta información interesada sobre si el Rey Emérito, Juan Carlos I, regaló millones a su amante, que si se los ha devuelto, que no, que era una promesa, que eran pago de servicios prestados, que son tuyos, que son míos, que me voy, que me quedo…. Uff! ¡Qué pesadez! Total, medio telediario, medio periódico y todas las radios con los millones del Emérito. Y Pablo Iglesias y el jaleo con el móvil de su amiga Dina Boussellham, oculto. Y los presos y su semilibertad, ignorados. Así vamos. Así estamos. Con el Covid-19 y el Emérito ya tenemos bastante para todo el verano. Por lo menos.

La realidad es que los presos catalanes ya han pasado el fin de semana en sus casas. Y que todos los días salen a trabajar… o a pasear. Salen de prisión. ¿Dónde está el Tribunal Supremo? Ah!, que las cárceles las maneja el Govern. ¡Acabemos de una vez! Por ahí debemos empezar. La Justicia dividida. Y al servicio del poder, da igual de qué poder. Los pobres y los no políticos a cumplir sus penas. Aunque hayan robado un melón para comer. Siempre fue igual. Para qué cambiar en este siglo con la mala pinta que tiene y los sinsabores que ya nos está proporcionando. Sigamos como los Griegos, como los Romanos, como los imperios monárquicos español, inglés o el que sea. La Ley se aplica a las clases bajas, a los pobres.

Se duda y mucho de la independencia de la Justicia. Aquí y en el resto del mundo. Sabemos que es lenta. Incluso favorable a los poderosos. Pero al final siempre llega. Y estamos expectantes porque llegue. Porque casos hay para llenar un tren. Tenemos a los presos del 'procés'. Tenemos al Rey Emérito Juan Carlos I, al que investigan en Suiza y en España. Tenemos el caso Dina Boussellham con el vicepresidente del Gobierno Pablo Manuel Iglesias que puede terminar imputado. Y también tenemos, por fin, camino del banquillo, a Jordi Pujol y toda la familia a quienes se les acusa de haberse enriquecido con la corrupción durante décadas. Dicen los rumores que si va para delante el honorable Pujol también van el Emérito Juan Carlos I e incluso el expresidente Felipe González. Y más expresidentes. Todos hicieron pactos con Pujol. Todos al banquillo. Sin olvidarnos de las decenas de denuncias presentadas por la gestión del Covid-19. Cientos. A nivel autonómico y nacional. Esto va para largo. Nos aburriremos de esperar. A lo peor con un indulto se soluciona todo. Atentos.

Atentos, porque también llama la atención que cuando a los golpistas catalanes se les dejaba libres, justo el mismo día, se rechazaba conceder el tercer grado a Iñaki Urdangarín, todavía yerno del Rey Emérito y cuñado del Rey actual, Felipe VI. ¿Se entiende? Lo entenderán los tribunales, los jueces y algunos abogados, pero los ciudadanos no. Sin dudarlo. ¡Qué formas de aplicar la ley! Comentan que la primera en salir de todos los presos del 'procés' fue Carme Forcadell. ¡Cuántas veces se habrá arrepentido! Esquerra Republicana había preparado recepciones populares para casi todos ellos, pero las tuvo que sustituir por actos más sencillos. La seguridad sanitaria se impuso. Algunos no se mordieron la lengua. No ha habido arrepentimiento. Más de los mismo. Cuixart larga que “España no es un país democrático”, Bassa escribe que “la solución es la amnistía” y Rull y Turull afirmaron que la fiscalía y el Tribunal Supremo “sólo se mueven en parámetros de venganza”. No se nota arrepentimiento. Seguimos igual. O peor.

El separatismo sigue en pie. Se vio de nuevo el pasado fin de semana. ¿Causa? Puede que sea la debilidad de nuestro Estado de Derecho. Si condenados a 13 años están ya en la calle tras sólo diez meses después de la sentencia… habrá que buscar las causas más arriba. Por ejemplo en que Cataluña tenga derivadas las competencias penitenciarias. Justicia a la carta. Otras autonomías, sin riesgo independentista, no tienen nada. Y el resto de españoles ve, cada vez más claro, que la separación de poderes ha pasado a mejor vida. Según para quien, se usa una vara distinta para medir la justicia. Y el ejecutivo de Pedro y Pablo utiliza la ‘ley del embudo’ según le conviene. No hay más que comparar. Todo dicho.

Ya tienen lo que querían. Los presos en la calle. “El tercer grado no es libertad, es el cumplimiento de la condena” dijo, nada más salir, Carme Forcadell, quien presidía el Parlament cuando el golpe. Puntualizó Lorena Roldán, jefa de la oposición en el Parlament y líder de Ciudadanos en Cataluña, que “dar golpes a la democracia sale barato en Cataluña”. Por este precio, pensarán los independentistas, lo volvemos a intentar. No tardarán. De momento, ya están en la calle. Lo siguiente será cuestión de meses. Atentos.