El 28 de abril la ciudadanía española habló y lo dejó claro. Había que pasar página de las políticas de recortes sociales y laborales de las derechas y dejaba el trabajo en manos de las fuerzas progresistas. Hay unos objetivos urgentes que afrontar que permitan dar la vuelta a las políticas provocadas por los gobiernos de la derecha. La crisis solo ha servido para crear más desigualdad social, perjudicando a las clases trabajadoras y desfavorecidas y aumentando todavía más la riqueza de los más poderosos, tanto a nivel personal como empresarial.

Es hora de revertir estas políticas, y para hacerlo hace falta un gobierno de progreso que tenga la suficiente estabilidad como para afrontar con tranquilidad toda la legislatura. El tipo de gobierno es lo de menos, aquello fundamental es el acuerdo de las fuerzas que se llaman progresistas o de izquierdas estableciendo un pacto político que alcance un amplio programa de reformas estructurales que las clases populares y el propio país precisan. La realización se puede hacer mediante un gobierno de coalición --frustrado en la sesión de investidura de ayer-- o mediante la colaboración política en la estrategia de gobierno. Hay ejemplos positivos y negativos, de los dos tipos. Participar en el gobierno puede no servir de nada, como lo demostró el gobierno de coalición de PSOE e IU en Andalucía; o puede ser un elemento muy positivo, como ha demostrado el gobierno del País Valenciano. Pero también hay fórmulas de cooperación positivas, como ha sido el ejemplo del gobierno de Portugal, con un PS gobernando en solitario con un acuerdo estratégico, acordado y supervisado por los tres partidos que conforman la mayoría parlamentaria: PS, PCP y Bloco.

Lo fundamental para nuestro país es un acuerdo de gobierno claro ante unas necesidades evidentes. Hay que echar atrás las causas de la desigualdad laboral y social, derogando la reforma laboral del PP, así como establecer un acuerdo sobre el futuro de las pensiones en el Pacto de Toledo que elimine los factores regresivos incorporados de forma unilateral por el Gobierno de Rajoy. Hay que eliminar todas las medidas regresivas en materia social como la Ley Mordaza. Pero a la vez hay que establecer una nueva política en torno a unos ejes básicos: una transición ecológica justa hacia un nuevo modelo productivo, defendiendo a la vez el planeta y a la gente; un modelo productivo ecológicamente avanzado que comporte una mejora de la productividad del sistema, potenciando la ocupación de calidad, la formación y la innovación tecnológica. Habrá que negociar con los interlocutores sociales un nuevo Estatuto de los Trabajadores, adaptado a las nuevas situaciones del mundo del trabajo, y donde habrá que regular de forma imprescindible nuevos derechos de participación de los sindicatos en la gestión de las empresas.

Hay que eliminar la precariedad, incrementar el Salario Mínimo, y establecer sistemas fuertes de protección social para los sectores más débiles y desfavorecidos de la sociedad. Para conseguir estos objetivos, hace falta sin duda un cambio en profundidad del sistema que incremente la presión fiscal en los sectores más privilegiados de la sociedad, así como en la aportación de las empresas y las multinacionales que operan en nuestro país, pero tributan fuera. Hay que llegar a la media de recaudación fiscal de la UE, pero cambiando el paradigma de forma que no sean los trabajadores y las clases populares las que más esfuerzo hagan tanto a través de la imposición directa como especialmente por los impuestos indirectos. La mayor presión fiscal, junto con la lucha contra la elusión y la evasión, tienen que dotar al gobierno y la sociedad de los medios para ayudar al desarrollo económico que hemos planteado más sostenible y eficiente, y para conseguir unos servicios públicos más dotados y eficientes al servicio de la mayoría de la población en sanidad, educación, dependencia, transportes, etc.

Los retos son importantes y urgentes, y para conseguirlo se precisa de una gran responsabilidad por parte de los partidos progresistas, especialmente PSOE y UP, que haga posible abordarlos de forma seria y en profundidad. El fracaso de un acuerdo de las izquierdas puede conducir a un posible retorno de una derecha tripartita con sus políticas lesivas, tanto en el ámbito económico y laboral, como en cuanto al recorte de derechos y libertades  relativas a la igualdad de género o el derecho a la diferencia.

La responsabilidad es muy grande, y hasta ahora la respuesta de los partidos y sus líderes no ha sido la más satisfactoria. Al contrario, hemos visto cómo los personalismos y el partidismo se priorizaban por encima de la responsabilidad.

Es imprescindible recuperar la credibilidad y la confianza mutua para poder afrontar una situación de la trascendencia que nos ocupa. Y hasta ahora hemos asistido perplejos a un debate y unas peleas de un ínfimo nivel político por parte de quienes tienen el apoyo de la ciudadanía progresista. La carencia de acuerdo solo ayuda a las fuerzas de la reacción.

Esperamos un cambio radical por parte de Sánchez e Iglesias, del PSOE y de UP. Lo contrario es dejar la ciudadanía sometida a la desesperanza sobre el futuro político. Y no bastará con conseguir un acuerdo en septiembre, hará falta que veamos que lo saben gestionar mediante una acción de gobierno y parlamentaria seria y permanente. No hay lugar para juegos ni argucias tácticas por parte de nadie.

El PSOE tiene que ser capaz de continuar por un camino hacia la izquierda diferente del que siguió en otros momentos. Las alianzas lo tienen que hacer menos sensible a los cantos de sirena de los poderes fácticos económicos y mediáticos. Tiene que ser coherente con la esperanza despertada por el liderazgo de Sánchez de giro a la izquierda con planteamientos realmente socialdemócratas, y abandonando cualquier tentación socioliberal. Así pues, tiene que entender que debe compartir las políticas de izquierdas con otras fuerzas y abandonar la arrogancia.

UP y sus confluencias hace falta que dejen su adanismo y tomen una opción estratégica por la seriedad, dejando al margen poses de radicalismo y personalismo que no ayudan nada. Tienen que demostrar por una vez si son capaces de trabajar a largo plazo por un proyecto compartido que no será el suyo, sino el del conjunto de las fuerzas de progreso. UP tiene que saber que se juega su última oportunidad de supervivencia política demostrando que es un partido riguroso y responsable.

Y para avanzar en un problema que puede afectar cualquier acuerdo: “la cuestión catalana”. En Cataluña hay un problema político entre catalanes, fundamentalmente, que solo se puede afrontar desde el diálogo y el respeto a la ley, y por tanto también el respeto de las resoluciones judiciales. Este tiene que ser el punto básico de consenso, después se podrá hablar de cómo afrontar el diálogo, pero Podemos y especialmente En Comú Podem tendrán que demostrar que quieren hacer política y no jugadas tácticas para quedar bien. Estar en el gobierno comporta tener sentido de la responsabilidad, y no todo vale.