Nuestra clase política es contumaz en el error cuando se trata del tratamiento del nacionalismo. Se equivoca cuando quiere apaciguarlo con cesiones, con las que por definición nunca se dará por satisfecho, y se equivoca, sobre todo, cuando lo utiliza como argumento electoral.

Tengo por norma autoimpuesta cuando escribo sobre asuntos políticos no dar argumentos para la división de los demócratas. La tarea de sus líderes es ya lo bastante complicada. Los que los precedieron ya liaron demasiado, con sus interesadas e irresponsables cesiones, su difícil tarea. Por eso prefiero no atacar ni a izquierdas ni a derechas.

Esta vez hago una excepción para señalar que Casado, el líder del PP, lo podría hacer... bastante mejor.

Cuando hay una insurrección en marcha, alentada además por algunos órganos del Estado (en este caso, la Generalidad de Cataluña), y el presidente en funciones te llama a una reunión para tratar sobre el tema, lo que tienes que hacer a la salida de la reunión es decir que estáis de acuerdo en lo fundamental, aunque discrepas sobre su manera de tratar el desafío y que lo demostrarás cuando detentes tú el poder. Pero hasta que ese momento llegue, el Gobierno puede contar con tu apoyo sin fisuras.

Es lo que hacen en otros países los políticos con sentido de Estado, y es lo que se esperaba del jefe del PP.

En vez de ello, lo que hizo fue dar una rueda de prensa en la que casi todos sus argumentos no iban dirigidos contra los golpistas, sino que aprovechó el desafío que éstos plantean para cargar contra Sánchez. Bajeza que cometió seguramente porque está más preocupado por los votos que se puedan escapar hacia Vox que por su responsabilidad como hombre de Estado.

Es obvio que Sánchez reside en la Moncloa porque se alió con la “racaille” política, y que faltó a su compromiso de convocar elecciones inmediatamente después de desalojar a Rajoy. Pero el momento actual tiene cierta gravedad, y tiempo tendrá el líder del PP en devolverle la acusación de ser “indecente” que Sánchez le endosó a Rajoy. Ahora lo que toca es cerrar filas.

En fin, todos tenemos un mal día, pero Casado, contumaz en el error, volvió anteayer con la matraca de que “a Sánchez le interesaba que hubiera violencia en Cataluña para aparecer como el de la porra envuelto en la bandera”, y le responsabilizaba directamente de cualquier incidente que ocurriese ayer en Barcelona durante la entrega de los premios Princesa de Girona. Esto ya no parece un error puntual, sino una pauta de deslealtad.

Sin que lo alivie el hecho de que hay algo de verdad en la referencia a la popularidad de lo que con desagradable informalidad coloquial Casado llama “la porra”. Hay algo de verdad, en efecto: las ofensas y agravios del nacionalismo catalán al resto de los españoles han sido tantos, y en los últimos años tan frecuentes, que no solo ha lanzado hacia el estrellato a un partido de ultraderecha, sino que el presidente del Gobierno que aplique el 155 otra vez, y esta vez con mucha mayor duración, verá que se dispara su popularidad en toda España, incluida Cataluña. La gente está cansada. O así me lo parece.