A Jacques Benigne Bossuet, clérigo católico e intelectual francés del siglo XVII, durante la monarquía de Luis XIV, se le atribuye la frase siguiente: "La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir". Pues bien, todo indica que ese equilibrio se ha roto en la política española, pero no entre la derecha y la izquierda, como sería la alternancia tradicional, sino entre la propia derecha. Eso es lo que se desprende de la guerra sin cuartel que acaba de estallar entre el PP y Ciudadanos (Cs).

El pacto de investidura y de socorros mutuos firmado por el PP y Cs en agosto de 2016 se empezó a quebrar tras las elecciones catalanas del 21D de 2017. Espoleado por su triunfo en Cataluña y por los excelentes resultados en las encuestas (Cs puede arrebatar al PP casi millón y medio de votos y le supera ya en el voto urbano, según el CIS), Albert Rivera ha visto la posibilidad de desbancar al PP como la fuerza principal del centroderecha y ha decidido declarar las hostilidades, una batalla que puede prolongarse hasta las próximas elecciones generales, que Mariano Rajoy no quiere celebrar antes de finales de 2019.

Es cierto que Ciudadanos tiene razones para denunciar que Rajoy ha incumplido el pacto de investidura --por ejemplo, la resistencia a la dimisión de la senadora Pilar Barreiro, imputada en el caso Púnica--, o que el PP no equipara los sueldos de las fuerzas de seguridad del Estado con los de los Mossos d'Esquadra --la otra condición de Cs para aprobar los Presupuestos del Estado--, pero todo eso son minucias cuando se acaricia la miel de los sondeos y la legítima esperanza de crecimiento electoral se convierte en una necesidad apremiante y urgente ante la posibilidad de desplazar del poder a los competidores, hasta ahora aliados circunstanciales.

Albert Rivera ha visto la posibilidad de desbancar al PP como la fuerza principal del centroderecha y ha decidido declarar las hostilidades

Los dirigentes del PP, por su parte, no dudan en utilizar contra Ciudadanos las mismas armas que han criticado cuando los otros partidos las han usado contra ellos, demostrando que la coherencia no es precisamente una de las virtudes de la política. El "partido de Bárcenas, el partido de Gürtel, el partido de Púnica o el partido de los discos duros" (en palabras de José Manuel Villegas, secretario general de Cs) arremete sin despeinarse contra Ciudadanos a raíz de que el Tribunal de Cuentas no haya validado en su último informe las cuentas del partido de Rivera, pero que ningún tribunal investiga, al menos por el momento.

La guerra por la corrupción se ha librado tanto en el Parlamento como en las redes sociales, el nuevo campo de batalla de la política. En una comisión del Senado en la que solo participan los populares, que crearon para contrarrestar la comisión de investigación del Congreso sobre la corrupción del PP, exmilitantes de Ciudadanos denunciaron que se pagaban entre 11.000 y 18.000 euros para encabezar las listas electorales del partido. Poco después, desde la cuenta oficial en Twitter del PP preguntaron a Rivera si había pagado, a lo que desde la cuenta de Ciudadanos respondieron mandando saludos a los "900 imputados por corrupción" del PP.

Del mismo modo, los dirigentes del PP no han cesado de emplazar a Inés Arrimadas a que se presente a la investidura para la presidencia de la Generalitat, para la que no cuenta con apoyos suficientes, olvidando que Rajoy renunció tras las elecciones de diciembre de 2015 a ser investido cuando lo tenía mucho más fácil que la candidata de Ciutadans, como se comprobó tras la repetición de las elecciones generales en junio de 2016.

La ruptura del pacto entre el PP y Ciudadanos abocará probablemente a Rajoy a prorrogar en 2018 los Presupuestos de 2017 y a efectuar una nueva prórroga si quiere que la legislatura dure hasta finales de 2019 y aprovechar así los previsibles buenos resultados en las elecciones municipales y autonómicas de la primavera de 2019, en las que los populares confían en derrotar a Ciudadanos, que carece de implantación en muchos municipios y comunidades autónomas.

Ciudadanos se equivocará si da por muerto al PP antes de tiempo

El PP ya ha amenazado con las sucesivas prórrogas presupuestarias y con gobernar a golpe de decreto, aunque eso parece más una advertencia con fines negociadores que una realidad. No es nada fácil gobernar sin Presupuestos con 137 diputados sobre 350, la mayoría más minoritaria desde la restauración democrática.

Estos cálculos que solo tienen en cuenta la lucha por el poder se convierten en una irresponsabilidad cuando está empantanado, por usar la expresión de Joan Coscubiela, el conflicto de Cataluña. Una cuestión que tiene mucho que ver en el giro de Ciudadanos porque su ascenso en las encuestas no se puede desligar de su victoria en las elecciones catalanas. Cs crece en toda España seguramente porque el electorado percibe que tiene un proyecto más definido, también para Cataluña, que el que ofrece la pasividad del PP.

De todas formas, Ciudadanos se equivocará si da por muerto al PP antes de tiempo. Los sondeos tienen un valor relativo cuando las elecciones están lejos y, aunque ahora la situación es muy distinta, Rivera y los suyos deberían recordar la diferencia entre expectativas y resultados en las generales de 2015 y 2016.